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A unas horas, el triunfo de Hillary es casi un hecho

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La carrera por la Casa Oval concluye con gran apoyo a la candidata demócrata

David Brooks, corresponsal

Nueva York. Hillary Clinton cerró su campaña rodeada de las estrellas políticas y culturales del momento, mientras la ausencia de estrellas de cualquier tipo marcó el fin de la campaña de Donald Trump, en momentos en que las últimas encuestas y pronósticos favorecían cada vez más a la demócrata, pero no con un margen suficiente para abrir alguna botella de champán.

Los indicadores finales más respetados, incluyendo encuestas, modelos de pronóstico y análisis de tendencias, apuntan a un triunfo de la demócrata, quien ha registrado un leve incremento en las preferencias, y aunque este consenso implica que superará la meta de los 270 votos electorales necesarios para que le entreguen las llaves a la Casa Blanca, todo augurio sigue acompañado con advertencias de que el republicano aún tiene un camino hacia el triunfo.

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Al despejarse la nube de la posible investigación de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) que irrumpió en la recta final de esta elección, junto con un repunte en los sondeos, un voto latino aparentemente sin precedente en estados claves y la capacidad operativa muy superior de la campaña demócrata por cada entidad del país, han generado una sensación de alivio entre varios sectores, incluyendo los mercados de valores.

La Bolsa de Valores de Nueva York tuvo un alza de 300 puntos al suponer que ganará Clinton, percibida como la candidata del establishment, después de una semana de retrocesos por lo que más odian los mercados financieros: la incertidumbre.

Antes del cierre de sus campañas, en estas últimas horas de la contienda ambos candidatos viajaron a un total de nueve de los aproximadamente 15 estados claves que determinarán el resultado final de esta elección presidencial.

“Podemos lograrlo”, afirmó Clinton en sus últimos mensajes después de 82 semanas de campaña. “Esta elección es entre la división y la unidad en nuestro país”, dijo, y subrayó que era entre un liderazgo estable y experimentado y uno irresponsable.

Trump declaró en uno de sus últimos mitines, después de 72 semanas de campaña, que “si no ganamos, honestamente, hemos perdido el tiempo”, indicando que esta es una “magnífica oportunidad”, y posiblemente la última, para “recuperar a Washington. Este es el momento, buena suerte. Yo hice lo mío, ahora les toca a ustedes”.

Clinton celebró el último acto en el centro histórico de Filadelfia, acompañada de las dos figuras políticas supremas del partido –y las más populares ante el público (mucho mas que la candidata)–: Barack y Michelle Obama; otras figuras de la cúpula demócrata y estrellas como Bruce Springsteen y Jon Bon Jovi, y obviamente el ex presidente Bill Clinton (en Washington Square, en Manhattan, al mismo tiempo Madonna sorprendió con un concierto acústico, cantando Imagine, entre otras canciones, en apoyo a Clinton).

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Por su lado, Trump festejó el cierre de su campaña en Michigan, donde fue notoria la ausencia de cualquier figura de la cúpula de su partido –ni un solo ex presidente ni ex candidato presidencial republicano, como tampoco los militantes electos más poderosos– y tampoco ninguna gran estrella del mundo de los espectáculos. Todo, muestra de la ruptura interna de un partido ahora en crisis, gane quien gane.

A la vez, este contraste con Clinton ha sido utilizado por Trump a lo largo de la campaña como prueba de que él es un insurgente “de afuera”, y no miembro de la cúpula política de Washington ni de Hollywood.

Ambos regresaron a sus sedes nacionales de campaña en la ciudad de Nueva York anoche, donde esperarán los resultados de este martes. Clinton rentó un espacio en el centro de convenciones Javits, donde también ya tienen preparados fuegos artificiales. Trump alquiló un espacio en el hotel Hilton, a unas 20 cuadras de la fiesta (o funeral) de Clinton.

Mientras tanto, ambas campañas buscan promover su voto. Aquí, Clinton goza de una enorme ventaja en la llamada guerra terrestre (la aérea es la de publicidad por los medios) al haber construido una infraestructura organizativa durante los pasados dos años alrededor del país, y sobre todo en los estados claves. Sólo este fin de semana su campaña reportó haber tocado 6.2 millones de puertas y hecho más de 8 millones de llamadas telefónicas en sus operaciones para obtener el voto.

Trump por su parte está confiando en que el entusiasmo de sus filas –lo que llama su “movimiento”– logre superar la ventaja organizativa de Clinton, y que los jefes de voluntarios y organizaciones derechistas –algunas muy poderosas, como la Asociación Nacional del Rifle– logren impulsar su voto.

Pero muchos ya han votado en decenas de estados que permiten el sufragio adelantado, entregando aproximadamente 41 millones de boletas hasta la fecha. Aunque no serán contados hasta el cierre de las casillas este martes, algunos cálculos favorecen a Clinton y le ofrecen un colchón, sobre todo en lo que parece ser una participación sin precedente de los latinos en estados claves como Florida, Nevada y Arizona.

A la vez, ante la amenaza de Trump de no reconocer resultados, ya que insiste en que tiene pruebas de que se está preparando fraude electoral en muchas entidades, hay preocupación sobre el funcionamiento del proceso, ya que en verdad la elección presidencial no es nacional, sino 50 comicios simultáneos en cada estado más la capital, todos con sus propias reglas, horarios y equipo.

Sin embargo, expertos coinciden en que el fraude empleando falsas identidades en las casillas el día de las elecciones es algo casi nulo en este país. Un informe de abogados encontró que desde 2000 se han identificado sólo 38 casos en elecciones donde se han depositado en total más de mil millones de votos.

Lo que sí existe, y es un problema cada vez más grave, son esfuerzos por intimidar y suprimir el voto, justo lo que ha promovido Trump con su llamado a que sus filas “vigilen ciertos barrios”, en referencia a comunidades latinas y afroestadunidenses pobres. De hecho, en unos 30 estados han promovido leyes para obstaculizar el voto justo para estas comunidades minoritarias.

Susan Gzesh, abogada en Chicago que estará participando en labores de observación de casillas en estados claves, comentó a La Jornada que voluntarios que están capacitando para observación electoral en varios estados justo con el fin de frenar intentos de intimidación estaban siendo entrenados para enfrentar posibles expresiones de violencia, sobre todo en Ohio, ante la amenaza de seguidores de Trump.

Durante todo el año y ahora con más intensidad, se registra el temor entre sectores minoritarios que viven en zonas conservadoras, sea en Arizona –donde el sheriff Joe Arpaio amenaza con desplegar a sus policías a casillas para “vigilarlas”, pero con el propósito obvio de intimidar a votantes latinos– o en Florida, donde caribeños y mexicanos reportan mayor tensión racial en escuelas y en sitios públicos. Varios residentes y activistas comunitarios informan a La Jornada que están preocupados por posibles ataques a ciudadanos durante la jornada electoral y en los días posteriores, gane quien gane.

Pero por ahora, en esta elección tan inusual y de golpes bajos, el grito al final entre gran parte de la cúpula y en diversos sectores sociales atacados por la derecha, y sobre todo por Trump, es que este martes se necesita, como dijo un asesor de la campaña demócrata, “salvar la república”.

El veredicto se dará en las próximas horas.

Con información de La Jornada http://www.jornada.unam.mx/2016/11/08/politica/004n1pol