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Atlas difunde mosaico de pueblos del noroeste

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Sociedades vivas que están en el monte, el desierto y la sierra, conservando sus historias y culturas.
Gran parte de los pobladores del noroeste de México, sociedades que han sobrevivido por siglos dentro de él y algunas más que llegaron en tiempos recientes, desconoce la diversidad de pueblos indígenas con que comparten el territorio. Para contrarrestar esa circunstancia, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) participó en la edición de un libro sobre la región.
 
En la presentación del Atlas Etnográfico de los Pueblos Indígenas del Noroeste en el Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, José Luis Perea, director del Centro INAH Sonora, dio a conocer que los contenidos de la obra se verán plasmados en el Museo Regional de Sonora, en Hermosillo, cuyo discurso museológico está siendo elaborado de manera multidisciplinaria.
 
Para Alejandro Aguilar Zeleny, uno de los coordinadores del atlas coeditado por la Coordinación Nacional de Difusión del INAH y los institutos Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) y del Sonorense de Cultura (ISC), se trata de mostrar la dimensión histórica de “sociedades vivas que están en este momento en el monte, el desierto y la sierra, afrontando riesgos y conservando sus historias y culturas”.
 
En las páginas de la publicación están presentes los grupos indígenas de Sonora, norte de Sinaloa y Baja California, los que habitan la parte serrana de Chihuahua limítrofe con Sonora, e incluso la colindante con Arizona y California, Estados Unidos: tohono o’odham (pápago), comcáac (seri), yoreme (mayo), yoeme (yaqui), macurawe (guarijío), o’oba (pima), kuapak (cucapá), kiliwa, jaspuspai (paipai) y ti’pai (kumiai).
 
Sin embargo, como señaló María Dolores Coronel, directora general del ISC, en el acto que se realizó en el marco de la exposición Norte Infinito. Pueblos indígenas en movimiento, que puede visitarse en el MNH, producto del fenómeno migratorio, triquis, mixtecos, zapotecos y mixes conviven también en suelo sonorense y bajacaliforniano desde hace más de tres generaciones.
 
El antropólogo Aguilar Zeleny hizo hincapié en que esto debe motivar una reflexión sobre la manera en “cómo las identidades, los territorios y los grupos van llevando elementos de su cultura de un estado a otro, de un país a otro, situación que habla de la vigencia de los pueblos indígenas, de su capacidad de adaptación y  transformación”.
 
José Luis Moctezuma Zamarrón, también coordinador del atlas, refirió que la ignorancia que existe en torno a este mosaico de comunidades, guarda relación con el proceso histórico de cada uno de los grupos.
 
Por ejemplo, mientras en Sonora los ópatas son considerados un emblema, pese a haber desaparecido hace tiempo, sobre los guarijíos y los pimas hubo un largo silencio en términos de su estudio y difusión hasta los años 70, a pesar de que en ciertos momentos su población se hallaba muy extendida, como en la Colonia cuando existía  una Pimería Alta y una Pimería Baja.
 
La resistencia activa y crónica de yaquis, mayos y seris, es lo que ha mantenido presentes a estos pueblos indígenas en el imaginario colectivo y en la agenda informativa. Por ende, en el caso de los yaquis, los investigadores pueden echar mano de un material histórico enorme que se remonta a la llegada de los jesuitas a la región.
 
Además de valerse de una serie de recursos gráficos que facilitan la comprensión de los temas y adentran al lector en el entorno familiar, ritual y de trabajo de estas comunidades, el volumen recoge tanto las voces de una treintena de especialistas en disciplinas antropológicas, como la de los propios pápagos, seris, pimas, cucapás, paipái, etcétera, expresó José Luis Perea.
 
La obra incluye testimonios orales sobre el origen de los guarijíos, las constelaciones de los seris, el despojo territorial de los pápagos, el juramento tradicional yaqui al hacer los cambios de cargo, así como el mito del árbol que habla, que también se encuentra como testimonio yúmari de los o’odham.
 
“En el atlas, el patrimonio cultural de los pueblos indígenas es un espejo de mil imágenes, invisible y presente en todas formas, mitos y leyendas, tradiciones prehispánicas, arquitectura histórica, maneras de ser, danzas, vestidos, lenguas indígenas, música, artesanías, una actitud ante el destino.
 
Los gobiernos tienen que reconocer sus derechos a la propiedad y a la protección de su patrimonio cultural, artístico y espiritual, así como la biodiversidad de sus espacios. Los pueblos indígenas del Noroeste quieren seguir siendo tohono o’odham, comcáac, yoreme, yoeme, macurawe, o’oba, kuapak, kiliwa, jaspuspai y ti’pai, en sus tierras originales o en cualquier estado de la República o en Estados Unidos, con dignidad y en relación de iguales con los demás mexicanos”, agregó Perea.
 
La presentación del Atlas Etnográfico de los Pueblos Indígenas del Noroeste también contó con los comentarios de Leonel Durán, del INAH; José Manuel del Val Blanco, de la UNAM, y Antolín Celote Preciado, del INALI.