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La voz de México apagada por una desaparición forzada
Gibrán Mártiz Díaz, el cantante conocido por participar en el programa televisivo 'La Voz México' el verano pasado, tuvo una infancia dura. Su abuela Lidia, a los siete años, le dijo que Santa Claus no existía, que eran los papás.
Y su abuelo, Efraín, un tipo que criaba con mano dura a sus hijos, también lo trató con dureza los seis años que él, sus papás y sus dos hermanos Erick y Braulio vivieron en Panamá: ¡Hey frijolero, ya quítate ese acento, no hables como mexicano!
Gibrán nació durante la luna de miel de sus papás Efraín y María Eugenia en la ciudad de Mérida, Yucatán, el 22 de abril de 1991. Ellos vivían en el barrio La Perla de ciudad Netzahuátcoyotl en la capital del país, lugar en que Gibrán pasó sus primeros cuatro años.
De ahí los Mártiz Díaz se mudaron a Panamá en 1995, cuando Gibrán contaba 4 años, su hermano Braulio 2 y Erick apenas ocho meses.
“En Panamá, como él era el más grande, fue a quien más lo molestaban por el acento, era más mexicanizado. Le decían frijolero, mexicanito. Él varias veces se agarró a madrazos por nosotros, porque también nos molestaban, así fueron todos esos años” cuenta su hermano Erick, con la mirada al piso de una iglesia.
Al regresar un año al mismo barrio en el Distrito Federal, Gibrán y sus hermanos se encontraron con el mismo panorama. Después de eso llegaron a Veracruz.
“Se burlaban de su acento, también. Incluso el apodo de mi hermano en el barrio era El Pana, por panameño” sigue contando Erick.
La guitarra que repuso vendiendo biblias
Gibrán nació con un problema auditivo que fue atendido con musicoterapia. De ahí creen que le nació el gusto por la música, pero no es algo que su familia pueda asegurar del todo.
“Nunca pudo recuperar de todo la capacidad de audición, incluso mis papás bromeaban con él, de que no iba a poder ser jamás cantante, pero en ese entonces a Gibrán no le interesaba tanto eso” sigue Erick.
No fue hasta los diez años que Gibrán tomó prestada la guitarra de su hermano Braulio que no recuerdan si rompió o perdió. Su papá se enojó mucho con él, y le pidió que la repusiera.
“Mi hermano se puso a vender biblias para poder pagarla. Me acuerdo muy bien de eso, ya estábamos en México y nosotros somos muy católicos, no de esos que van cada domingo a la iglesia sino que que nos íbamos de misión a los pueblos a predicar la palabra de Dios. Y teníamos un apodo 'Los Gibranes' porque él era tan carismático y amable que su nombre era más fácil de recordar que nuestro apellido”.
Su hermano Erick recuerda muy bien la primera canción que Gibrán compuso a sus 15 años con la guitarra. La llamó Noches Tristes. A él fue al primero que se lo enseñó, y la recuerda tan bien que deja de mirar al piso para cantar el primer verso:
He pasado noches tristes en tu honor y sin poder dormir/en las noches veo la luna y en tus ojos su resplandor.
De la guitarra y el pop al reggaeton
Un año después, mientras Erick y Braulio se fueron al DF a un seminario católico, Gibrán viajó a Estados Unidos por su cuenta para estudiar música un año entero. Al regresar a Veracruz fue cuando decidió ponerse a cantar reggaeton.
“Su tirada en realidad era el pop-rock, pero para compenetrarte con alguien en eso es difícil. Prefirió el reggaetón porque era lo más fácil y práctico de hacer, sólo necesitas una compu y ya y es lo más popular. Incluso tenía una fan que lo motivó en eso. Si tu escuchas a mi hermano cantar, verás que su reggaetón es diferente, y es más romántico”.
En 2007 y 2008 empieza con el reggaeton y en 2009 conoce a Marco –Malak con quien hace dúo en las canciones- y Dj Largo, quienes luego se mudarían a trabajar con el sello White Light Music, una productora local dirigida por Aksel.
“A ese proyecto se les sumaron Arturo Pagoda, Leo Ortíz (Krtoon) y Carlos Arroyo (Byez)” dice Erick.
Del proyecto de pop y Xalapa
Gibrán pertenecía a un grupo en el que era muy admirado por sus amigos. El grupo se llama 'Gente Libre' y tenían un proyecto para hacer pop, por el cual decidieron ir a Xalapa.
“'Gente Libre' está conformado por Alex González, Mario Mora, Isauro (Bipo, de Xalapa), los hermanos Daniel y Jorge Suárez, Sergio Martínez (Moe Montana, quien murió con él), mis hermanos y Stylo, que también es de Xalapa.”
Gibrán últimamente se estaba dedicando más al pop, incluso antes de desaparecer había encontrado trabajo en el bar Stella, donde también hay un mesero desaparecido de nombre Manuel Espinosa Llinas, el cual su rostro ha aparecido en carteles en el centro de la ciudad.
Desaparición forzada, policías involucrados
“Gibrán tenía apenas un día de haber rentado el departamento con su amigo Sergio. Mi papá fue el que sospechó que andaba desaparecido. Hablamos con amigos en común y fue que el papá de Teo (Sergio) y el mío dieron donde estaba la casa. Mi papá se movió rápido para allá. Fue gracias a la casera y al zapatero que pusieron una denuncia por el que supimos el número de patrulla” dice Erick.
Fue el papá de Sergio que dio cuenta que una de las patrullas no era clonada porque primero se la encontraron en una gasolinera, y después entrando al estacionamiento de una oficina del sistema judicial.
“Buscaron por todo Xalapa. En la cárcel, en los separos, en los hospitales, en el forense, y fue cuando el papá de Teo se dio cuenta que la patrulla estaba primero en una gasolinera, le tomó una foto, y luego, que venía entrando a un estacionamiento de una agencia del Ministerio Público” cuenta Erick.
Gibrán fue sacado de su casa el 7 de enero y apareció muerto el 20 de enero junto con su amigo Sergio de 17 años en La Ternera, en la carretera Huatusco-Conejos, después de un supuesto tiroteo entre criminales y policías.
Según los oficiales que montaron el operativo encontraron en los coches de los presuntos sicarios uniformes policiales, chalecos y armas. La PGJ dio por buena esa versión. Pero el papá de Gibrán no le cuadró esa versión y se puso a investigar por su cuenta.
Incluso los famosos de la Televisa, estuvieron haciendo activismo en redes sociales para encontrarlo.
Apenas ayer lunes 21 de enero los titulares de la Procuraduría de Justicia del Estado, Amadeo Flores Espinosa, y de la Secretaría de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, dieron una conferencia a las diez y media de la noche donde recularon esa versión y admitieron la participación de siete policías, los cuales ya están consignados.
Ahora que el gobierno reculó esto se convierte en un caso de desaparición forzada, un caso con muchas sombras aún. Por ejemplo no han dicho cómo ambos chicos pasaron de una de las patrullas de los policías –fueron tres según acusó el papá Efraín Martiz- al carro de los presuntos sicarios.
La Ley de Desaparición Forzada que viene en el Código Penal Federal, artículo 215-a dice que “comete el delito de desaparición forzada de personas, el servidor público que, independientemente de que haya participado en la detención legal o ilegal de una o varias personas, propicie o mantenga dolosamente su ocultamiento bajo cualquier forma de detención.”
La juventud es un crimen
Durante toda la entrevista, Erick ha mirado regularmente al piso. A veces quiere llorar, pero es fuerte porque recuerda las palabras de su hermano Gibrán.
“La vida es dura me decía, y no lo entendí hasta el día de su muerte. Yo vestí el cuerpo, estaba golpeado en toda la cara, tenía llagas en el cuerpo, estaba sucio de las manos, ni siquiera en el forense pudieron quitarle esas manchas. Además, tenía los dos balazos, uno en la frente y otro de la nuca a la sien”, cuenta Erick apretando los dientes.
En cuanto a las fotos que Gibrán aparece sosteniendo algunas armas en una página donde el morbo y la criminalización de las personas que salen ahí son más que un espectáculo que una explicación, su hermano replica:
“Muchas de ellas son de juguete, y están ahí en el estudio. Eran para el vídeo de una canción llamada Playboy que hicimos con Gente Libre. Esa canción habla de lo que vivimos la juventud actual en el país, drogas, mujeres, armas, violencia, dinero”, sigue.
En esa página incluso, en los comentarios de las fotos de Gibrán, hay quien dice que Hitler debería regresar para exterminar a todas esas personas que andan “en malos pasos” y que si desaparecen, no deberían aparecer nunca.
“Hay una que sí quién sabe dónde se la tomó y el arma se ve más real. La verdad es que no te puedo asegurar si mi hermano andaba en algo malo o no, no hay indicios de que mi hermano alguna vez haya lastimado a alguien. El único quizá delito que cometió fue caer en los separos por portar seis gramos de marihuana, ¿pero eso te hace delincuente?”.
A Erick no le interesa saber si su hermano era inocente o culpable por eso, no le interesa saber tampoco qué pasará con los policías.
“No te puedo decir con certeza si andaba en malos pasos o no. Pero si es inocente o culpable para eso existe una ley, además eso ya no me interesa porque ya no va a estar conmigo. En cuanto a los policías no me importa si van a vivir o morir, o qué les hagan, yo ya los perdoné y mi familia también” asevera Erick.
Sus amigos están devastados. Todos en la misa del día lunes tenían la mirada perdida mientras las voz del padre daba el sermón. A muchos se les asomaron las lágrimas y el dolor.
“Lo que más me duele, es que lo conocieron más después de muerto que cuando cantaba estando vivo” finaliza Erick, serio. Gibrán Martiz forma parte ahora de esa primera causa de muerte en jóvenes entre 14 y 29 años, la de los asesinatos violentos.
Lo que nos enseña la muerte de Gibrán Mártiz es que el Estado de Veracruz conoce muy bien el verso del recién fallecido poeta argentino Juan Gelman en que dos militares hablan: La juventud es un crimen/¿no lo sabías?/La juventud es un crimen.
Sin embargo, Erick dice que extrañará mucho a su hermano escuchar a Luis Miguel, David Bisbal, Justin Timberlake, El Recodo, Bob Marley y al panameño Rookie. Al terminar la entrevista con él, una de sus amigas más viejas se acercó para pedir se pusiera lo siguiente:
“Quiero que pongas, por favor, que no se dejen guiar por lo que dicen en las redes, los que conocimos a Gibrán sabemos quién era, sabemos qué hizo y qué no”. En el ojo de la chica escurre una lágrima, con el sol pegándole en la espalda. Son las tres de la tarde y un pequeño viento roza la campana de una iglesia al sur de la ciudad.