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El Veracruz que no conoce Carlos Slim
Hace unos días Carlos Slim y la clase política del estado inauguraron la plaza Nueva Veracruz, un proyecto que presumieron como ejemplo de bonanza y prosperidad. Lo que ese día no dijeron es que en el puerto de Veracruz existen 47 asentamientos irregulares, donde familias improvisan casas con pedazos de lámina y cartón.
En un recorrido por estas colonias, ubicadas a tan solo unos cuantos metros del coloso comercial, los habitantes de la colonia Vicente Lombardo II y Enrique Peña Nieto dicen que su precariedad económica es tal, que esta navidad comerán arroz y frijoles en la cena de navidad.
Entre las colonias Vicente Lombardo y Lomas de Río Medio 3 al norte de la ciudad de Veracruz, existe una franja como de 500 metros de predios irregulares donde se alzan casas improvisadas de lámina y madera.
Algunas de esas viviendas están recubiertas con lonas de campañas políticas, a otras se les mueven un poco las articulaciones donde se unen pared con pared, pero todas tienen la misma frontera: la avenida Dos Bahías que las separa en dos colonias, la Vicente Lombardo número dos y la Enrique Peña Nieto.
Para llegar a esa zona hay que escalar caminos de arena suelta con basura y piedras, pedirle orientación a niños que improvisan el juego de lanzarse desde una barda al piso para dar vueltas, y huyen de hombres borrachos con los ojos rojizos e iracundos.
Las familias que habitan estas colonias vienen principalmente de la Vicente Lombardo Toledano, y se han establecido aquí para tener su propia tierra. Huyen de la sensación de ser unos “arrimados” en las casa de sus familiares.
No hay drenaje, no hay servicio de agua potable, la luz del alumbrado público es débil, se acarrea agua para bañarse y lavar los platos. El piso es la tierra y por ratos huele a excremento. También hay mucho silencio que a veces es roto por el juego de las atrapadas de unos niños, a lo lejos.
En la primera colonia, en la Lombardo dos, hay alrededor de 150 lotes de dos por dos, formadas en línea paralela a una zanja, que las separa de las casas llamadas Lomas de Río 3.
Para no irse a esa barranca, sus habitantes colocaron en el límite de tierra llantas para evitar que se deslave, chapearon pedazos de pastizal. Más de algún vecino, debió matar culebras ratoneras que merodeaban la zona, a fin de evitar una picadura.
Me dieron unas camisetas y unos pepsilindros
Hugo Villagómez Villagómez es un albañil de 28 años, originario de Tejería, está clavando la lámina de su casa de dos por dos metros para que no se le caiga la pared izquierda. Da apresurados martillazos. Él vive con su esposa Inocencia, y no tiene hijos.
“Yo salí de Tejería como hace diez años, y me vine a rentar por estos lugares. Anduve rentando mucho tiempo en la Lombardo, pero luego me hice de este cachito. A mi novia la conocí en casa de su papá que también es albañil, ahora vivimos aquí muy felices”, cuenta con martillo en mano.
Hugo abre la puerta de pequeña casa. Hay botellas, dos cajas azules con tiliches y basura en el piso, más un ventilador, y ropa en el colchón. Encima cuelga una bolsa blanca percudida.
“El agua nos la regala El Monky, un vecino de por acá. Entre todos le pagamos un bimestre sí y uno no, en cuanto a la luz la gente ha sido muy amable y nos hemos colgado del cable que ves allá”.
Antes de dar el último martillazo para irse ver “ganar” al América, Hugo dice que quiere regularizarse para poder tener una familia y un lugar estable donde vivir.
“Quiero tener con mi esposa este lugarcito, ahora no puedo tener hijos pus ¿por dónde voy a darle techo, en dónde lo vamos a meter?”
En la campaña pasada pasó el alcalde electo, Ramón Poo, y les prometió regularizarlos.
“La verdad yo voté por él porque nos prometió que nos va a regularizar, aquí hay como 150 lotes. Hugo, compara: “No como el Croda, el candidato del PAN a la alcaldía de Veracruz, ese que llegó y nos dijo ‘¿cómo es que pueden vivir en este cochinero?”. Eso nos enojó mucho”.
Viven 19 personas en tres casas de dos por dos metros
Para llegar a la segunda colonia: la Peña Nieto, desde la avenida Dos Bahías, hay que adentrarse en un camino escarpado, avanzar unos veinte metros en un terreno inclinado, y pasar la parte baja de un tanque de agua, hasta llegar una terminal de autobuses.
Al pasar la terminal de autobuses, se encuentra una especie de parque que anuncia el inicio de una colonia de casas pequeñas y protegidas por un muro casi invisible de púas.
Las moradas de la colonia Enrique Peña Nieto, que son más de cien según sus habitantes y se ubican en una extensión como de doscientos cincuenta metros, están en desorden, encimadas y amontonadas.
Ese día de llegada puede ser un domingo 15 de diciembre, con el aire frío –al menos para un habitante de la costa- de diecinueve grados azotando esos techos de lámina o madera y a unos minutos de que empiece la final del fútbol mexicano, América versus León.
En el lugar, la gente es muy desconfiada, no da su nombre porque dice que no tiene caso decirlo y porque creen que a nadie le interesa quiénes son ellos. Eso ocurre con un señor regordete que sale con su esposa y su hijo y dice trabajar en un mercado y venir de La Pochota.
Una señora que tampoco quiere decir su nombre dice que se estableció allí porque ya estaba harta de sentirse arrimada en casa de su hermana de donde ha salido. Ella vino de la Lombardo también.
En una breve plática, dice que vivir en un lugar como este es algo duro “aquí los políticos ni vinieron en sus campañas”. Si pudiera pedirles algo, sería que los regularicen: “si estamos aquí es por necesidad”. Enseguida se mete a su casa.
Estas dos colonias manejan algo en común: Fueron fundadas por el mes de abril por unos cuantas personas, forman parte de los 47 asentamientos irregulares que el director de Protección Civil Israel Hernández Fragoso declaró existen en la ciudad y en campañas electorales, son la carne de cañón de los políticos que los dejan establecerse para obtener popularidad.
Colonias irregulares, el refugio de madres solteras
Más adelante, en esta colonia, unos niños que juegan salen al paso, y más adelante, se puede ver a tres mujeres de apellido Teodoro Promotor que con la venta de cartón y la pepena de papel y botellas, mantienen a 15 niños.
“Nosotras venimos de la Lombardo también. Mi hermana y yo fuimos dejadas por nuestros maridos, se fueron con otras los muy cabrones, mi hermana Guadalupe es la única que tiene a su marido Germán y él vende tortillas, con eso y con lo que pepenamos sacamos para la comida de todos” cuenta María Antonia.
En tres casas de dos por dos, viven 20 personas. Los 15 infantes, las tres mujeres María Antonia, Brígida y Guadalupe, su hermano Jorge y Germán. A la casa de Brígida, incluso, le ha caído algunas láminas que volaron en la mañana de la casa de un vecino.
“Esa que ves allá toda tirada es mi casa. Ahí vivo con mis siete hijos, ahí nos acomodamos como podemos” cuenta Brígida mientras señala una pequeña casa que tiene un patio con un montón de cosas acumuladas.
Una parte de los niños va a la escuela María Beltrán de turno matutino, y otros a la Jaime Torres Bodet, vespertino. Juegan atrapadas, a tirarse almendrazos, a correr y a esconderse entre ese caos de cosas que solo suelen acumular los pepenadores.
Sus mamás cocinan con leña que acarrean de árboles caídos, comen regularmente arroz con frijoles, y cuando existe la suerte, “huevitos”, o dos pollos.
-¿Y qué van a cenar en Navidad?
-Pues lo mismo, arroz y frijoles, porque no hay de otra- se escucha de María Antonia.