• Periodismo

La imagen periodística: un género en constante mutación

  • e-consulta Veracruz
Relatoría de la ronda final de juzgamiento del Premio GGM 2013.

Medellín, Colombia (fnpi.org).- El 29 y 30 de octubre de 2013 se reunieron en Cartagena de Indias (Colombia) los jurados de la categoría Imagen periodística del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo. Jean-François Fogel (Francia), Jesús Abad Colorado (Colombia) y Pablo Salas (Chile) escogieron, entre 191 trabajos postulados, a dos finalistas y al ganador de esta categoría, en la que se abrió un espectro a todo tipo de recursos visuales empleados para informar, siempre, desde una perspectiva periodística.

 

En el encuentro, los jurados discutieron sobre las amplias posibilidades que un premio con estas características ofrece al ámbito del periodismo visual. Así mismo, reflexionaron acerca de las nuevas dinámicas en que se inserta la información que circula en la red. Intercambiaron opiniones sobre la calidad de los trabajos presentados a concurso y analizaron con detenimiento las propuestas más innovadoras en cuanto al tratamiento, la temática y la presentación.

Palabras clave: Apertura, Autenticidad, Equipo, Ética, Inclusión, Mezcla, Transformación.

Un premio con miras al futuro

Periodistas de treinta países de Iberoamérica, postularon este año 1304 trabajos en las cuatro categorías del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo.

Jaime Abello Banfi, Director General y cofundador de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), explica que el Consejo Rector renovó las categorías del Premio 2013 motivado por los cambios que vive el periodismo debido al uso masivo de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Destaca que “hoy en día desde un computador se pueden construir imágenes artificialmente pero el valor de los reporteros que están captando imágenes en el terreno es irreemplazable. Por eso, éste es un premio no para las máquinas sino para los reporteros, que son imprescindibles. Sin embargo, hay que encontrar el equilibrio. El premio es para hombres y mujeres que creen en el periodismo, que trabajan en medio de los cambios que estamos viviendo, pero también es un premio que quiere estar muy cerca de esas transformaciones e interpretarlas para, así, proponer nuevos referentes en esos escenarios”.

Explica que, en las ediciones anteriores, el concurso tenía que ver más con los soportes (prensa escrita, radio, televisión, fotografía), es decir, con la presentación de la noticia y lo que enseñaban en las escuelas de periodismo. Sin embargo, con los cambios que se viven en la actualidad se hace difícil identificar un soporte de un contenido. Y los ejemplos de esa mezcla están por todas partes. Por eso, continúa Abello Banfi, “queríamos intentar, más allá del homenaje al periodista, participar del movimiento y tener categorías que correspondieran a la dinámica actual, es decir, asumimos el cambio del periodismo con un premio”.

En particular, el enfoque de la categoría de Imagen periodística, contempla una apertura sin precedentes en los concursos de periodismo en América Latina. Esta renovación reconoce que en el mundo digital, las fronteras entre televisión en directo, vídeo, fotografía y animación web desaparecen. Y los géneros, ahora mezclados, pueden competir en una misma categoría que contempla el trabajo visual en términos muy amplios. Por ello, la naturaleza misma del Premio invita a proponer y a innovar en el campo de la narrativa visual.

La era del cambio: hiperpresencia de la imagen, mezcla de géneros, hibridación de medios

Así es como Jean-François Fogel entiende la época actual: “Nunca antes habían circulado tantas imágenes en tantos lugares”, dice. A continuación describe lo que sus ojos de editor experimentado ven a diario: “Hay slideshows, revistas de papel, imágenes en webdocu, mezcla de video y foto (…), diaporamas[1] clásicos, juegos visuales. Ya no se pueden separar los géneros”. Por eso esta categoría busca premiar a aquellos que se valen de la imagen para contar algo aunque sin perder de vista el enfoque periodístico y la calidad. Se trata de descubrir en los trabajos una intención clara, “ese alguien que mira a través de una imagen” y que entiende que ésta, a su vez, puede mezclarse con muchos otros recursos para, finalmente, ser expuesta en un contexto que se modifica de forma permanente.

Y es que esa hibridación de medios debe servir para reforzar el mensaje que se quiere transmitir. Si, por ejemplo, un reportero hace un trabajo clásico de fotografía es usual que añada un texto escrito como complemento. Sin embargo, el que las imágenes sean estéticamente bellas o muy profesionales no es garantía de que el mensaje sea directo, pues éstas deberían entregar la información sin necesidad de que el espectador leyera el texto. Y es que, “si las imágenes no son suficientemente poderosas, entonces, no se entiende qué están registrando, qué intentan narrar. Podrán mostrar, quizá, el entorno de una realidad pero no a dónde quiere llegar el autor”, dice Jesús Abad Colorado. En ese sentido,  Pablo Salas recuerda que “la imagen periodística tiene que contar algo y con solo mirarla debe quedar claro qué es. Un trabajo de imagen no solo debe entregar belleza; la información que articula la historia es fundamental”.

Fogel asegura que, en la actualidad, es inevitable usar todo tipo de recursos para informar. No obstante, enfatiza en que hay que ser muy cuidadosos con todo aquello que se utilice para transmitir el mensaje: “el texto debe estar escrito con precisión y, por supuesto, corresponderse plenamente con las imágenes. Muchas veces -recuerda- la promesa que se hace en la descripción de un trabajo no se cumple. Y si, además, se emplean elementos del mundo digital es indispensable que exista un orden en su uso, una planeación de cómo entregar la información al espectador/usuario. No basta con pensar que el navegante construye sus rutas. Todo debe estar planificado y más cuando se trata de mezclar géneros y recursos como, por ejemplo, aquellos que se usan para ampliar la información”. Se refiere, en particular, a la infografía, a la forma visual de presentar el relato o de sugerir rutas de navegación. Sostiene que cada detalle es importante, incluso el nombre con el que se sube un trabajo al servidor (que debe corresponder con su título y con el mensaje que quiere transmitir). Respecto a la publicidad que hoy inunda la red, señala que hay que cuidarse del exceso.

En últimas, “todo lo que rodee al trabajo debe servir para comprender el mensaje y no parecer que son elementos sueltos, una acumulación o una combinación desordenada de recursos”.

El tratamiento del tema: un balance entre intención, calidad y criterio editorial

Los jurados señalan que la fotografía latinoamericana suele transitar por caminos recurrentes: las comunidades (con especial énfasis en las étnicas), la pobreza y la violencia. Fogel reconoce que estos temas “permiten leer una cierta parte de la realidad económica y social del continente. Sin embargo, los trabajos de esta naturaleza tienen más exigencia aún, pues deberían mostrar una nueva dimensión. A veces hay fotos que tienen fuerza técnicamente pero no hay un tratamiento original. Existen muchas formas de mostrar una historia en términos visuales. Uno esperaría que se hiciera con mucho contenido, con mucha fuerza”. Y esto no tiene que ver con el uso exagerado de recursos.

Para Jesús Abad Colorado, el reportero debe tener criterio para saber de qué elementos se vale para contar su historia. En los trabajos sobre memoria, por ejemplo, la mezcla de géneros y recursos es fundamental. En particular, “la utilización de la fotografía de familia dentro de la narración, pero también del video histórico. De esa forma, se puede hacer un buen trabajo de fotografía así como de narrativa, si se incluyen testimonios. Lo ideal es que, como construcción periodística de imagen, el relato emplee variedad recursos”.

Y también el reportero debe ser capaz de “decidir sobre el uso del color o del blanco y negro; ello puede ser definitivo en el tratamiento de un tema. Muchas veces, los retratos sobre muertos pueden ser similares a los que son publicados en las crónicas rojas. Y es preciso ser cuidadoso con lo que se muestra y con el cómo se muestra. Detrás de la violencia se encuentran muchas más historias que contar. No hay que sacar un muerto para hablar de la tragedia. Se puede hacer de otras formas”. Aunque, dice, también sería interesante escoger otro tipo de temáticas.

Hay trabajos que se centran en aspectos muy locales, otros optan por los universales. Más allá de esto, “la pregunta es si como hecho periodístico es relevante”, precisa Fogel. Y también, añade Jesús Abad Colorado, “si está bien producido en términos estéticos”. Sin embargo, para Salas, “lo más importante, es que sea claro y directo”. En suma, un buen tratamiento es aquel que “denota una mirada plástica pero siempre con una clara intención periodística”, anota Jesús Abad Colorado.

Respecto a los elementos visuales, Salas advierte que estos pueden llevar a que el reportero se centre demasiado en la estética. Un proyecto “puede estar bien hecho y, aún así, faltarle trabajo de campo, estar en el terreno, conocer el contexto”. Recuerda que las imágenes deben tener siempre un contenido que las sustente.

En ese sentido, Fogel comenta que es muy fácil toparse con “trabajos que son solo fotografías. Y ahí hay un gran fallo periodístico. No sabemos de la intención del autor, no se parte de las explicaciones básicas. A veces falta incluso el porqué, la explicación de ciertos fenómenos”. Salas añade que en el caso del video “hay ocasiones en que ni siquiera las imágenes aportan al relato. Puede suceder que la construcción de la historia sea bastante artificial o que en el registro se pierdan los momentos más importantes de la narración, que los testimonios no tengan densidad”. En últimas, los trabajos que destacan son aquellos que “con solo mirarlos, se entiende inmediatamente de qué tratan”.

En cuanto a la extensión de los temas, los tres jurados coinciden en que el reportero debe ser cuidadoso al elegir la extensión e incluso el uso de informaciones diversas, pues podría correr el riesgo de perderse, “de llegar al ‘todo vale’. Al fin y al cabo, la pregunta que debería tener siempre en mente es, ¿qué quiero contar?”. Aquellos casos en donde no hay límites claros en el desarrollo del problema pueden asimilarse al trabajo de un bibliotecario, que acumula todas las informaciones sobre un tema enorme. Pero eso no es suficiente, pues el reportero debe tener criterio para, como es lógico, construir y contar una historia coherente, eligiendo el material que le permita articular de la mejor manera el relato.

Tal vez en estos casos, dice Jesús Abad Colorado, esa recopilación de información “puede funcionar más para una exposición o conferencia en donde se analice el problema de forma distinta. Pero para construir un relato gráfico es posible que dé la sensación de dispersión, de disociación. Si hay mucho material que, además, proviene de distintos ámbitos, se corre el riesgo de que el espectador se pierda. El trabajo debe ser contundente para explicar lo que está pasando, no para volverse una acumulación de material. Impresiona más un trabajo que sea reconocible a primera vista y no uno que sea profuso”. Para Fogel es preferible un proyecto sencillo, pequeño pero que sorprenda. A veces, dice, “se encuentran trabajos que con muy pocas cosas entregan un mensaje directo, contundente. Sin embargo, en estos casos hay que ser muy cuidadosos de hacer un tratamiento completo: que haya una buena idea, que técnica y estéticamente se vea profesional, pero también que la temática quede desarrollada, como es lógico, bajo los criterios periodísticos básicos del quién, qué, cómo, cuándo, dónde. No basta solo con esbozarlos. Hay que llegar hasta el final del tema, definirlo completamente”.

Por último, los jurados anotan que, aunque el reportero tenga una buena idea y su intención inicial sea clara, aun si logra constituir un buen equipo de trabajo y si cuenta con la suerte de poder desarrollar sus objetivos, hay instancias que no dependen ni de sus capacidades ni de una buena planificación. Una de ellas tiene que ver con papel que desempeña el editor. Él es quien decide cómo se presenta el trabajo y a través de qué canales. Por eso, el espacio que le dé, así como el tratamiento visual que haga puede potenciar o perjudicar un proyecto. Igual de decisivos son los medios que el editor elija para su difusión, es decir, los idiomas, los formatos, los recursos que complementen la publicación. Todas esas decisiones son importantes. No obstante, hay una que debería respetar siempre, y tiene que ver con la transmisión del mensaje en su globalidad, es decir, con la inclusión de todos los componentes del trabajo que el reportero le entregue.

La autenticidad: una forma de trabajar y de registrar la realidad

Los jurados hablan sobre aquellos trabajos que visualmente son impactantes no sólo en el ámbito técnico, estético y periodístico sino también por la honestidad y el compromiso del reportero con el tema, con la gente, pues revelan un trabajo de campo hecho a conciencia. Hay casos, dicen, en que éste no solo va al lugar a tomar la foto o a grabar sino que decide quedarse un tiempo en el lugar.

Ese tipo de experiencias contribuyen a que el reportero encuentre un ingrediente de autenticidad, una cierta novedad en el registro. Lo puede lograr, también, con la ayuda de herramientas técnicas. Sin embargo, en este caso, la innovación surge en un nivel más profundo y es “cuando se entiende aquello que Susan Sontag decía en el libro Sobre el dolor de los demás, que el reportero no es inocente, es testigo. Lo novedoso -destaca Jesús Abad Colorado,- muchas veces tiene que ver con la narración que, como testigo, hace el periodista. Parece algo muy elemental, pero no puede olvidar que con su trabajo está dejando un testimonio”.

Si el reportero está en el terreno por un tiempo determinado “debería comprender que debe ser muy ético y también muy estético frente a las problemáticas que expone. Siempre deben ser tratadas con respeto, con dignidad”. Si no lo entiende así, “las imágenes pueden resultar agresivas, porque parece que el objetivo sea generar conmiseración, lástima”. Y hay que ser muy respetuosos con las personas a las que se registra, enfatiza Colorado.

Los tres jurados coinciden en que hay trabajos, generalmente de fotografía, que se nota han sido meras oportunidades: “el reportero vio algo, estuvo ahí, captó las imágenes y ya. Arma con eso un paquete de buenas fotos, y piensa que la propuesta está lista. Sin embargo, éstas pueden mostrarnos cuándo hay una construcción de un trabajo, cuándo hay un reportero con una intención. La sumatoria de unas muy buenas fotos no refleja la preocupación de un fotógrafo por aportar algo. Por eso no se premian paquetes de fotos sino conceptos, ideas, formas nuevas de contar”, aclara Fogel.

Y es que el desarrollo de un concepto, por lo general, requiere tiempo de maduración pero también mística y entrega. El reportero puede desarrollar un trabajo inmediato, con un fin específico. Pero también existe la posibilidad de que esa semilla llegue a ser un proyecto de largo aliento, sugiere Coloradp. Hay reporteros que llegan solos al lugar, sin el respaldo de una agencia, en bus, con sus propios recursos: “se hospedan en el hotel más barato, caminan la zona, en fin, todo el proceso les toma más tiempo y les requiere más esfuerzo. Pero esas dificultades quizá los lleven a tener mejores resultados. Esa búsqueda, al final, puede verse en las imágenes”, concluye.

El trabajo colectivo y el uso de diversos de medios: un camino hacia la innovación

“Vivimos en el paraíso del Photoshop y eso no podemos evitarlo. Pero, como todo, hay que saber utilizarlo”, sentencia Fogel. Por supuesto que es interesante ver trabajos que utilicen recursos digitales. Pero, añade, no tienen que ser sofisticados. Si se utilizan de forma que refuercen el mensaje de la imagen, entonces, se habrá cumplido el objetivo. Es decir, todas esas herramientas deben “potenciar la intención comunicativa del trabajo”.

La democratización de los contenidos y la posibilidad de que cualquiera que tenga una conexión a Internet pueda intervenirlos o compartirlos transforma la noción de autoría: “Lo interesante del mundo digital es que casi nadie puede firmar de manera solitaria un contenido. Las páginas web, por ejemplo, se están actualizando permanentemente, con recursos, contenidos, comentarios. ¿Quién es el autor, entonces? Uno ve una nota que se modifica cuando hay personas que trabajan y cooperan para que salga, el corresponsal, el fotógrafo, el del vídeo, etc.”.

Y es que trabajar en equipo o, mejor, reconocer que detrás de un resultado siempre hay un esfuerzo colectivo enriquece el trabajo. Apoyarse en otros compañeros para desarrollar el trabajo es importante. Lo que no se puede perder de vista es la intención.

Fogel piensa que “No hay que rechazar nada. Frente a la fragmentación de los soportes que tenemos para mostrar imágenes, más que nunca lo importante es la intención inicial, la capacidad de elegir buenos recursos para llevar esa intención a la realización periodística, de una forma madura. Más que nunca lo que destaca un trabajo es el recorrido que hace el autor”, pero también su ética, su calidad humana y el reconocimiento del equipo que contribuye en el desarrollo de su idea, añade Colorado.

A manera de conclusión: cómo identificar el potencial de un trabajo

Luego de reflexionar durante dos días sobre las fortalezas de los proyectos finalistas, los jurados concluyen que un buen trabajo es aquel que parte de una intención, que desarrolla un tema concreto y lo cuenta a través de una historia bien delimitada, “que es coherente, que informa, que hace reflexionar, que conmueve sin causar lástima, que deja ver la ética y la humanidad del reportero”. Y, por supuesto, que técnicamente esté bien realizado. La frase de Gabo, de que “‘no basta ser el mejor, sino que se sepa’ puede ser entendida en el sentido de que se sepa que está bien hecho, que hay mucho trabajo detrás de él”, destaca Salas. Y que “para sorprender o capturar al espectador no se necesita más que una búsqueda honesta y humana”, complementa Colorado. Sin perder de vista, dice Fogel, que “cualquier logro personal es, también, un logro colectivo pues nunca se está solo en este oficio”.