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Cierran Tacubos en el Palacio de los Deportes
Luis Felipe Castañeda/Excelsior
Ciudad de México.- Retumbaba el Domo de Cobre, incapaz de sobreponerse a lo que vivía. La locura había llegado pronto, antes de lo que muchos anticipaban. Aquellos que llegaron tarde se lamentaban.
Café Tacvba volvió a la capital a tambor batiente, sin dar concesiones, sin oportunidad para aquellos que gustan de las tersas transiciones anímicas. Con los Tacvbos no se entiende un concierto que empiece lento, que madure a lo largo de un par de horas y que explote en el tramo final.
Lo suyo tiene que ver con el ritmo incendiario, con los repentinos cambios en el ritmo y con la dinámica visual de principio a fin.
22 mil 500 personas asistieron al cierre de la gira de Café Tacvba
De su catálogo fueron capaces de elegir más de 30 temas que se contraponían entre sí. Los más rockeros se enfrentaban a los folclóricos, a los instrumentales o a las baladas.
Del choque de estilos se beneficiaba el público, 22 mil 500 personas, según datos de los organizadores, que lo mismo cantaba que bailaba, alzaba los puños y gritaba.
El aparato y El baile y el salón fueron de los primeros cortes de la noche. Con ambos se mandaba claro el mensaje.
Los Tacvbos no guardarían la parte fuerte de su arsenal sonoro para el tramo final. Irían por todo. De principio a fin, una noche de éxitos, de canciones que los han encumbrado como los más grandes representantes del rock nacional.
Sobre el escenario Rubén Albarrán iba de un lado a otro. Cruzaba de izquierda a derecha y de atrás hacia adelante.
El entarimado había sido diseñado con una pasarela que conectaba otro pequeño escenario en medio de la zona de pista.
32 canciones tocaron durante el concierto en el Palacio de los Deportes.
En la parte trasera había dos brazos laterales que subían y que permitían que la banda se acercara al público de esa zona.
A los costados del cantante, Joselo y Enrique Rangel ejecutaban la guitarra y el bajo, respectivamente. Atrás Emmanuel del Real hacía lo propio con los teclados, la guitarra y los coros. La cohesión del grupo resultaba evidente.
Se saben su papel con ojos cerrados, con certeza, con precisión para saber cuándo arengar, cuándo incitar la calma o cuándo robar los reflectores.
Un par de inflables al centro del recinto abonaban para el juego visual al que se sumaban luces robóticas que cambiaban al compás de las canciones.
A los Tacvbos se les notaba contentos. Cada corte que interpretaban obtenía respuesta de la audiencia. Lo mismo Las flores que Cómo te extraño o Aviéntame.
Cada uno, con su peculiar interpretación, provocaba la locura en el público, gritos que ensordecían.
Entre cada pieza había remansos de calma. Silencio que esperaba el momento de desaparecer al escuchar los primeros acordes de cualquier tema que escogieran. Cantó Meme solo y se le recibió con aplausos; Joselo hizo lo mismo y obtuvo una respuesta similar.
180 minutos duró el recital de la banda.
El cariño era compartido, la luz de la popularidad al alcance de los cuatro músicos.
El concierto, cierre de la gira con la que la banda promocionó El objeto antes llamado disco, fluía con naturalidad. Había espacio para canciones que no llegaron a rotación radial, pero que de cualquier forma habían echado raíces en el gusto de la gente.
La parte medular del recital sirvió como plataforma para cortes como Zopilotes, Olita de altamar y Agua, temas de menor popularidad, pero que fueron igualmente disfrutados.
Hubo agradecimientos constantes, invitaciones de Rubén a disfrutar la noche y, por supuesto, los mensajes de reclamo social que lo han caracterizado. Cada frase era recibida con beneplácito, con gritos de aprobación, con premura para que hubiera menos discursos y más música.
Conforme el final se acercaba los ánimos se encendían.
Había energías para seguir en la fiesta, para bailar al ritmo de Debajo del mar, para dedicar Volver a comenzar o para cantar Déjate caer. Los Tacvbos se perfilaban al último tramo con las consentidas de la gente.
La chilanga banda, Yo busco, Tan mal y Volcán fueron las elegidas para cerrar el concierto, para despedirse de la gente con los ánimos encendidos al máximo, al menos para tratar de decir adiós.
Los gritos hacían evidente que a la gente le faltaba más, que ni siquiera más de dos horas de concierto eran suficientes.
Café Tacvba volvió para cantar Eres, Aprovéchate, Esa noche, Ingrata, El fin de la infancia, La chica banda y El puñal.