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“Miente señor secretario, es un mentiroso”, le gritan a Alberto Silva
Una mujer interrumpió en la comparecencia del titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Alberto Silva Ramos, y le gritó mentiroso. El hecho, fue llamado por auxiliares de Alberto Silva, como algo “pagado por alguien”, “fuego amigo”, pero la implicada, insistió en defender su manifestación como una causa social justa.
El titular de la Sedesol llegó puntual a la sede del congreso local, acompañado de sus colaboradores. Presentó una imagen inmejorable: cabello perfectamente acicalado, traje perfectamente planchado y corbata en color menta, piel humectada, mirada serena, sonrisa franca.
A diferencia del resto de los secretarios estatal que han dado su comparecencia, Alberto Silva no fue directo a las cifras y estadísticas. Se tomó el tiempo de ofrecer un breve discurso político en el que primero, expresó su respeto al Congreso Local, apapachó a la prensa, y habló de cómo entiende él la pobreza y cómo debe combatirse. A continuación, de pie, sin leer, y con el apoyo de diapositivas, comenzó su comparecencia.
Hablaba de menos pobres, del trabajo en las zonas indígenas. En la pantalla se proyectaban las cifras, las barras, las gráficas que describían un combate significativo a la pobreza. Conforme avanzaba en su exposición, Alberto Silva, se adueñaba cada vez más del escenario. Dictaba un discurso pausado con énfasis en ciertas palabras, la voz clara y fuente. Él era un hombre convenciendo a la audiencia de su capacidad para el servicio público.
De pronto, un grito agudo que vino del fondo del auditorio, la elocuencia del expositor se vio interrumpida. Bronceado como es, se volvió pálido, tragó saliva, guardó silencio.
“Miente señor secretario, es un mentiroso, debería estar usted fuera de esta secretaría. No está dando los resultados como debiera”, dijo una mujer, que más tarde se identificó como Ana Luisa Vega Silva, procedente de la región de Papantla, aunque los testigos la relacionan con el líder del Movimiento de Unidad Popular Enrique Pozos Tolentino.
En una protesta que duró unos 15 minutos, la mujer dijo: “Yo lo he vivido, mujeres solteras que no tienen el programa. Aquí tengo una de ellas, una mujer que tienen cuatro hijos y no tiene el programa, porqué, porque no han podido ingresarla (...)”.
Rápido, la mujer fue increpada por auxiliares y personal de ayudantía que trataban se sacarla del auditorio para que el titular de la Sedesol pudiera continuar su exposición. Para disuadirla, le prometían audiencia privada con el secretario, pero el desplante de la mujer no se hizo esperar: “No quiero ninguna audiencia con el secretario, no la busco, señor secretario. Aquí tengo una madre soltera que tiene cuatro chamaquitos que no tiene el programa, y como ella hay muchas, abandonadas, mientras el programa está en otras manos”.
Ante un forcejeo, la mujer volvió a exclamar: “No me pueden sacar de aquí, tengo derechos. No puede estar diciendo mentiras de que ya se erradicó la pobreza. No vamos a cerrar los ojos en esa realidad: Miente señor secretario, es un mentiroso, debería estar usted fuera de esta secretaría. No está dando los resultados como debiera”.
El auxiliar que entabló diálogo con la mujer para tratar de calmar la situación, no atinaba a disolverla, en lugar de calmar ánimos, atizaban la inconformidad de la mujer, con las siguientes frases: “ya hizo su trabajo, ya salgase”, “a usted le pagaron por hacer esto, tenemos fotos”. Y la mujer se defendía: ”suélteme”, “no me empuje”, “respétenme”, “a mí no me ha pagado nadie”, “yo no digo mentiras, en este estado hay muchos pobres”.
Dos diputados: la priísta Gabriela Arango Gibb, del distrito de Tuxpan, y Francisco Garrido Sánchez, de AVE, entraron al reelevo. Arango Gibb tomó de la mano a la mujer, la miró a los ojos, y escuchó lo que la mujer decía, después, prometió que escucharía mejor su planteamiento en otro lugar, la convenció de salir. Los tres, un cuerpo de auxiliares y de seguridad, salieron del registro. Al fondo, Alberto Silva, había retomado su exposición. Pero ahora se escuchaba sin ritmo, sin pausas, era una exposición mecánica, como quien sabe que le echaron a perder la fiesta, y ahora solo quiere que el capítulo termine.
Afuera del recinto legislativo, como un eco a la manifestación de Ana Luisa, campesinos agremiados a la coordinadora Agrarista Mexicana Popular, pedían su renuncia. Reclamaron que tienen dos años esperando apoyos, sin que hasta ahora hayan recibido una respuesta satisfactoria. Y más allá del reclamo social, mandaron el mensaje político: “solo le interesa llegar a la población de la que tiene la certeza de que votará por él. Pedimos su renuncia porque este señor no respeta los tiempos, y traiciona al gobernador Javier Duarte”.