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Insatisfecha la Arquidiócesis de Xalapa con informe anual de autoridades

Sigue quedando la expectativa de un mayor compromiso, puntualiza

La Arquidiócesis de Xalapa no está conforme con la rendición de cuentas que a final de año realizan las autoridades estatales, para ellos “los discursos de rendición de cuentas suelen ser muy positivos, porque efectivamente se llevan a cabo muchas acciones, pero sigue quedando la expectativa de un mayor compromiso (...)”.

En su comunicado de este domingo, insitieron en que hace falta que los funcionarios públicos tengan “una gran visión de país, una mayor entrega de parte de los servidores públicos y de una respuesta eficaz e inmediata a las problemáticas que no se pueden seguir posponiendo”.

José Juan Sánchez Jácome, director de la Oficina de Comunicación Social dijo que la agudización de los problemas como la pobreza, la marginación, la violencia y el desempleo está íntimamente relacionada con mecanismos de corrupción y el derroche de los recursos económico, que siembran la desconfianza, provocan el desencanto y orillan a los pueblos a padecer las consecuencias de una mala administración.

La Arquidiócesis de Xalapa asegura que mientras una crisis profunda afecta a la mayor parte de los países del mundo, incluido nuestro país, las autoridades se esfuerzan en mejorar sus programas de gobierno y en combatir los principales rezagos que causan inconformidades y sentidas protestas en el mundo.

“Desde esta perspectiva vamos entendiendo y aceptando la conveniencia de las reformas que se están impulsando en nuestro país, aunque vuelve a quedar la impresión de que al pueblo se le sigue cargando el sacrificio y la solución de los problemas que han sido agudizados por prácticas administrativas, decisiones y estrategias improductivas”

La iglesia católica, dijo en su comunicado oficial, que “todos soñamos con un mejor país, con una mejor administración y con programas de gobierno de gran envergadura que no sean pasajeros ni se limiten simplemente a hacer un buen trabajo, sino que tengan la capacidad de situarse frente a la complejidad de los problemas para llegar a superar lo que no es digno para una nación como la pobreza, la marginación, la violencia y el desempleo que, en definitiva, son el resultado de administraciones que no han logrado trascender ni ser eficaces”.

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Comunicado dominical No. 181

Xalapa, Ver., 24 de noviembre de 2013

Los programas de gobierno y el reino de Dios

Mientras una crisis profunda afecta a la mayor parte de los países del mundo, incluido nuestro país, las autoridades se esfuerzan en mejorar sus programas de gobierno y en combatir los principales rezagos que causan inconformidades y sentidas protestas en el mundo.

En muchos países, especialmente en Europa, se va cayendo en la cuenta que la agudización de los problemas está íntimamente relacionada con los mecanismos de corrupción que siembran la desconfianza, provocan el desencanto y orillan a los pueblos a padecer las consecuencias de una mala administración, que va de la mano con el derroche de los recursos económicos.

Todos soñamos con un mejor país, con una mejor administración y con programas de gobierno de gran envergadura que no sean pasajeros ni se limiten simplemente a hacer un buen trabajo, sino que tengan la capacidad de situarse frente a la complejidad de los problemas para llegar a superar lo que no es digno para una nación como la pobreza, la marginación, la violencia y el desempleo que, en definitiva, son el resultado de administraciones que no han logrado trascender ni ser eficaces.

Los discursos de rendición de cuentas suelen ser muy positivos, porque efectivamente se llevan a cabo muchas acciones. Pero sigue quedando la expectativa de un mayor compromiso, de una gran visión de país, de una mayor entrega de parte de los servidores públicos y de una respuesta eficaz e inmediata a las problemáticas que no se pueden seguir posponiendo.

Desde esta perspectiva vamos entendiendo y aceptando la conveniencia de las reformas que se están impulsando en nuestro país, aunque vuelve a quedar la impresión de que al pueblo se le sigue cargando el sacrificio y la solución de los problemas que han sido agudizados por prácticas administrativas, decisiones y estrategias improductivas.

Frente a este panorama inquietante, los cristianos, al meditar este día en el reino de Dios, queremos seguir comprometiéndonos en la construcción del México que todos anhelamos, a pesar de los desánimos, los sobresaltos y los desencantos que hemos vivido. El reino de Dios no es la esperanza en el más allá sino el compromiso y la entrega en el más acá, porque sabemos que es viable un mundo de paz, de justicia y de fraternidad.

No basta con creer en Dios, hace falta también creer en su reino. Creer en Dios, amar a Dios, va relacionado con el reino. Así lo anuncia y lo relaciona siempre Jesús. Si creemos en Dios es para comenzar a realizar ya desde ahora los valores del reino de Dios, por los que entregó su vida Nuestro Señor Jesucristo.

Por eso, la fe no es un acto aislado ni mucho menos privado. La fe es una virtud que ilumina el horizonte de nuestra vida y le da sentido a todas nuestras acciones. La fe no deja al creyente indiferente ante las injusticias, las necesidades y el sufrimiento de la humanidad. La fe lleva al creyente a luchar por el reino que anunció Jesús, que no sólo es una promesa sino una tarea que Dios pone en nuestras manos.

Esto es lo más hermoso que nos ha dejado el Año de la fe que hoy se concluye con todo el simbolismo que encierra la fiesta de Cristo Rey. Creer en Dios no es un acto psicológico para tranquilizar nuestra conciencia. No es un acto religioso de conveniencia para sentirnos simplemente protegidos. La fe si no nos impulsa a vincularnos a los demás, si no nos mueve al compromiso y a la construcción del reino, no es una fe auténtica. Y de esto está lleno este mundo en donde la religión también se torna débil, como la política, la economía y el pensamiento.

La fe no puede vivirse por debajo de su verdadero potencial; la fe no puede esconderse por presiones y prejuicios políticos; la fe no puede adulterarse con experiencias que consiguen tranquilizar la conciencia pero que no llevan a Dios. La fe en sí misma es creadora, es visionaria; la fe representa un impulso y se experimenta como confianza y fortaleza para sumarnos en la construcción de un mundo mejor, sabiendo que Dios nos acompaña en esta tarea, pues viene caminando con su pueblo a lo largo de la historia.

Los mejores programas de gobierno y las más calificadas estrategias para hacer frente a los diferentes desafíos que enfrenta nuestro país, requieren al mismo tiempo de hombres nuevos y de personas íntegras; de servidores públicos que sepan integrar su fe, o sus convicciones, o su moralidad, o sus valores dentro de la gestión pública. Los programas por sí mismos, no darán los resultados esperados si no son impulsados desde la honestidad, la calidad humana, la responsabilidad y el compromiso apasionado por México.

Pbro. Lic. José Juan Sánchez Jácome

Director

Oficina de Comunicación Social

Arquidiócesis de Xalapa