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Mientras acomoda vehículos, Miguel vende cubrebocas
Coatzacoalcos, Ver.- A los 13 años Miguel Ángel Valencia inició a trabajar en las calles del centro de Coatzacoalcos acomodando y lavando automóviles particulares, hoy tiene 27 y en medio de la emergencia sanitaria por la pandemia de covid-19, decidió enfrentar la crisis vendiendo cubrebocas.
“Viene, viene, frene con cuidado y se acomoda jefa”, grita Miguel en la avenida Corregidora a la conductora de una camioneta plateada, y no duda en ofrecerle sus servicios de vigilancia y lavado de autos, aunque recibe un rotundo no.
“Pues si carnal, la verdad es que ya no es como antes y menos ahora con eso del coronavirus nos está yendo mal a todos los franeleros, pero aquí andamos”, expresó el joven mientras acaricia su franela roja.
Cuenta que antes de la pandemia ganaba hasta 200 pesos por día ayudando a los conductores a estacionarse y cuando aceptaban les lavaba los carros, en menos de 20 minutos.
Pero actualmente apenas completa 50 pesos en una jornada que inicia a las siete de la mañana y termina a las seis de la tarde, relató con desesperanza, pues vive de estos ingresos y no le agrada regresar con poco dinero a casa, aún cuando sólo vive con su hermana.
Señaló la situación se complicó porque las autoridades mantienen cerradas las calles que conectan al primer cuadro de la ciudad y cada vez son menos los vehículos que ingresan a su área de trabajo.
“Me ha afectado mucho esta pandemia y a todos los compas de aquí, porque no vienen las personas y no entran los carros como debe de ser, a veces me gano 50 o a lo mucho 120 al día y eso ya es un logro grande”, lamenta el joven.
Decidió vender cubrebocas lavables
Son las once de la mañana y Miguel apenas juntó 20 pesos con seis vehículos que logró estacionar, lo cual ya no lo desespera como cuando comenzó la contingencia sanitaria, pues ahora complementa este trabajo con la venta de cubrebocas lavables.
Con un diablito, que ocupa para trasladar sus cubetas, habilitó un pequeño puesto ambulante de tapabocas, donde ofrece estos insumos en 25, 30 o 35 pesos, dependiendo el modelo y tamaño.
“Pues dependiendo si se dejan los clientes en 35, si veo que ya no quieren pues se los dejo en 30 pesos los de adultos, porque lo de los niños o bebés en 25 pesos, porque hay quienes le bajan mucho de precio y pues me ganan los clientes”, afirmó mientras acomoda los cubrebocas.
El hombre viste una playera roja, pantalón de mezclilla negro, sandalias y una gorra para cubrirse del sol; en uno de sus costados su franela roja con la que hace las señales a los conductores.
Mientras habla aprovecha para gritar a los conductores que cuida los carros y que tiene cubrebocas a la venta.
“Tengo negros, de colores y de bebés con imágenes bonitas, yo no los toco porque trae su bolsita que los protege, porque luego como nos ve la gente, no nos quiere comprar, por eso trato de tenerlos aquí y que ellos los escojan”, mencionó Miguel.
Consciente de que no siempre son tratados de buena forma por las personas, no se rinde, sabe que por lo menos unos o dos conductores le darán propina.
Aseguró no tener miedo a contagiarse de covid-19, pues presume su cubrebocas y dice que se lava las manos con el agua que ocupa para lavar los automóviles.
“No pasa nada jefe, además si no salgo quien me va a dar de comer, por eso nos arriesgamos”, manifiesta.
Los viene viene esperan que ya termine la contingencia
Miguel Ángel Vive en la colonia Benito Juárez, alejado del centro de la ciudad, por lo que se traslada en camión y guarda su mercancía en un almacén cerca de donde trabaja.
“De lo que gano cada día, no lo gasto todo, porque también invierto en más cubrebocas, para mi comida, mi camión y una coquita pa´ la sed, aunque no mucho, porque ahorita como está la situación no puedo gastar patrón”, dijo.
En la calle Corregidora, Miguel comparte el trabajo con otros cuatro franeleros, que a lo lejos observan como habla su “camarada”, pues no hay vehículos que estacionar y no tienen de otra más que esperar sentados en las banquetas.
Son al menos 100 franeleros los que se encuentran distribuidos en el centro de Coatzacoalcos, muchos ya se adueñaron de las calles con sus cubetas de agua y utensilios de limpieza, que desde el mes de marzo se gastan menos, ante la falta de vehículos que pulir.
Junto a Miguel, hay una persona que le dicen el Chucky, un viene viene que aprovecha mientras no hay trabajo para “darse un toque”.
“Yo la verdad si lo hacía antes más seguido, pero ahorita no hay ni para comer, menos para el tiner; de hecho, ya lo dejé”, aseguró Miguel y sonríe.
No niega que se pelean los pocos vehículos que llegan porque no hay trabajo, al grado de que en ocasiones se hacen de palabras entre franeleros, pero no llegan a los golpes por miedo a ser detenidos.
Por ello, dice que cuando habla con sus compañeros, todos dicen que ya quieren que se acabe el coronavirus.
“La neta ya nos urge que se termine esto, porque no hay chamba y así nos va mal jefe”, finalizó.