Los millennials y la coyuntura histórica del estiércol

  • José Luis Ortega Vidal
¿Cuando los millennials despertaron el fenómeno interno del alto consumo de drogas?

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¿En qué momento México se convirtió en un mercado de alto consumo de drogas importadas -principalmente la cocaína- que antaño sólo pasaban o se producían en pequeña escala y mayormente eran producto de exportación?

Hoy, existe la llamada generación de los millennians, es decir los hombres y mujeres que nacieron entre los años 1980 y 2000 y/o alcanzaron la mayoría de edad en el presente siglo.

Los millennials cuentan con menos de 30 años de edad y se caracterizan por la abulia, el desdén hacia el fenómeno político y en particular a la partidocracia; suelen enfrentarse a escasas oportunidades de empleo y de lograrlo obtienen bajos sueldos. Están muy ligados a la nueva tecnología de comunicación y observan compromisos sociales como el trabajo y el matrimonio de un modo distinto al de sus padres; digamos que se los toman con más calma…

¿Cuando los millennials despertaron el fenómeno interno del alto consumo de drogas con sus respectivas consecuencias de crecimiento de cárteles, el empoderamiento de éstos, el incremento bestial de la violencia y el rompimiento del tejido social aún estaban ahí?

Hay elementos para pensar que sí y la consolidación de este fenómeno narco-sociológico se ubicaría entre finales del siglo pasado y principios del actual.

En la década de los 80s nacieron los cárteles de Guadalajara y del Golfo como tales; es decir como organizaciones consolidadas administrativamente, dotadas de un crecimiento financiero exponencial, con un abastecimiento garantizado de cocaína desde sudamérica y estratégicamente ubicadas junto al mayor mercado consumidor de drogas del mundo: Estados Unidos.

Antes de los 80s el tráfico de drogas, las mafias locales o regionales, el consumo interno, la complicidad del aparato político existían pero nunca habían alcanzado el poder que generó Miguel Angel Félix Gallardo desde Sinaloa junto a sus aliados Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero en la capital de Jalisco.

Juan Nepomuceno Guerra -una leyenda del crimen organizado tamaulipeco- heredó el poder a su sobrino Juan García Abrego.

Pero en la mente del hombre que inició su carrera delictiva traficando alcohol a Estados Unidos en la época de la prohibición -años 20s y principios de los 30s del siglo XX- difícilmente se habrá visualizado la caída de su pariente.

Tampoco la entronización de un psicópata como Osiel Cárdenas Guillén (el mata amigos) y la deserción de un grupo militar entrenado al nivel de las fuerzas especiales del ejército de Estados Unidos para ponerse al servicio de un grupo de la mafia mexicana: el creado justamente por Juan Nepomuceno Guerra.

El nacimiento de los zetas marcó un antes y un después en la historia del narcotráfico en México.

La violencia extrema de hombres mentalizados y altamente entrenados para matar trajo al escenario político-social mexicano una realidad sin precedente: el narcoterrorismo.

Los zetas tienen su origen en un contexto histórico de resquebrajamiento político nacional con la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994.

El subcomandante Marcos y los indígenas que lo siguieron y siguen sacaron a México de un sueño falso de estabilidad política, social y económica.

El EZLN, como no lo lograron hacerlo Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y la Liga 23 de Septiembre en las décadas de los 60sy 70s, colocó un misil en la proa del barco de la dictadura perfecta.

La polarización social, antidemocrática, de injusticia y pobreza extrema que mantenía -y mantiene- a grupos indígenas viviendo en condiciones infrahumanas semejantes a la época  colonial, al siglo XIX o el porfiriato, se sacudió al ser desnudada a los ojos del mundo.

Para su represión el gobierno echó mano del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), el Grupo Anfibio de Fuerzas Especiales (GANFE) y de la Brigada de Fusileros Paracaidistas (BFP) del Ejército Mexicano, cuya formación ocurrió primero en Francia en los 80s y luego en Estados Unidos, Israel y otras partes del mundo.

En los 90s estos grupos militares especializados en contrainsurgencia combatieron al narcotráfico amén del EZLN.

En 1997-1998, empero, entre 30 y 40 elementos desertaron y se pusieron a las órdenes del cártel del golfo encabezado por Osiel Cárdenas Guillén quien tuvo su residencia durante una época en Coatzacoalcos, al sur de Veracruz.

Los zetas fueron originalmente responsables de la seguridad de Cárdenas Guillén quien fue detenido en el 2003 y extraditado a Estados Unidos en el 2007.

En el 2010 ocurrió el rompimiento entre los zetas y el cártel del golfo.

Los ex militares entrenados al más alto perfil militar por el Estado se convirtieron así en un cártel más.

Capacitados profesionalmente para manejo de bombas, armamento de todo tipo, operación de telecomunicaciones, estrategias sofisticadas de lucha individual o de grupo, los zetas representan el cártel más sanguinario, el más poderoso en la historia del narcotráfico en México.

Especializados en la lucha antiterrorista terminaron convertidos en narcoterroristas.

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La historia anterior viene a colación por la crisis económica, política, social, histórica que vive México en los días que corren.

En la parte uno de este artículo hemos hecho alusión a los múltiples rostros de México entre los cuales destaca la pobreza del sureste del país.

Se pretende combatir este problema con las reformas estructurales -la privatización de todos los procesos productivos del país y de manera particular el sector petrolero- así como las Zonas Económicas Especiales.

Estas últimas implican la condonación de toda clase de impuestos a empresas privadas -nacionales y extranjeras- que inviertan para generar riqueza, empleos bien pagados y permanentes en cinco lugares específicos.

A la fecha se han decretado ZEE en Coatzacoalcos, al sur de Veracruz; en Lázaro Cárdenas-La Unión, Michoacán, así como en Puerto Chiapas, dentro de la entidad del mismo nombre.

Faltan por declararse ZEE el otro extremo del istmo de Tehuantepec en Salina Cruz, Oaxaca y Puerto Progreso, Yucatán, lo que se prevé ocurra en los próximos meses.

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Las Zonas Económicas Especiales implican elementos de afectación cultural y consecuencias que dañan al medio ambiente, además de exigir seguridad, infraestructura de comunicación y estabilidad política para su pleno desarrollo.

Desde la perspectiva macroeconómica y la visión del neoliberalismo capitalista son una opción adecuada para luchar contra la pobreza a pesar de los costos humanos y ambientales que implican.

Así de contradictorio es el capitalismo: vive de matar.

A lo largo de su historia en el mundo las ZEE han sido exitosas en algunos casos y en otros han fracasado.

A pesar de los riesgos y desde una perspectiva optimista pero objetiva, en el Coatzacoalcos actual no se aprecia otra opción para abatir el grado de desempleo en esta región que es -paradójicamente- la capital petroquímica del país.

¿Capital petroquímica con severos problemas de desempleo?

Sí, ya dijimos que el capitalismo es contradictorio: genera riqueza pero no necesariamente la reparte…

En teoría el gobierno federal aportará suficientes recursos para acabar con los profundos rezagos en materia de infraestructura portuaria, ferroviaria y carretera que padece esta zona.

Ya señalamos que durante una época vivió aquí Osiel Cárdenas Guillén, creador del grupo -y hoy cártel- de los zetas.

Hay que añadir que actualmente este grupo delincuencial protagoniza una cruenta guerra -municipio por municipio del sur de Veracruz- contra el Cártel de Jalisco Nueva Generación por el control de “la plaza”.

Es decir, además de la problemática por los retrasos en infraestructura, Coatzacoalcos y alrededores siguen siendo puntos clave para el consumo de drogas y para el tráfico de las mismas desde el extranjero hacia otras partes del país y Estados Unidos.

Dicho de otro modo: si las Zonas Económicas Especiales funcionan en materia del desarrollo económico hoy ausente se requerirá de una nueva política de Estado para combatir al crimen organizado inserto en el andamiaje social regional y responsable de haber contagiado de cáncer su tejido.

Todo lo anterior: el rescate de la estructura socioeconómica como el de la estructura sociocultural llevará años y no hay modo de garantizar que ocurra.

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Volvamos a la pregunta inicial: ¿en qué momento nos convertimos en el mercado de consumo de drogas que somos como país y dejamos de ser sólo un lugar de paso?

Evidentemente no hay una fecha precisa.

A sus 19 años, en 1986, Osiel Cárdenas fue capturado en Tamaulipas por vender cocaína.

Hemos dicho que el consumo de esta droga es añejo pero en los 80s aún no era masivo como lo es actualmente.

El encarcelamiento de dos personajes clave en la historia del narcotráfico en México: Miguel Angel Félix Gallardo en 1989 y Javier García Abrego en 1996, más la deserción de militares de élite que se pusieron al servicio del cártel del golfo en 1997-1998 son fechas clave en este proceso.

Resulta cruel pero la consolidación del territorio nacional como una alberca repleta de cocaína que abarca 32 entidades federativas y en la que cualquiera puede “darse un pasón” en medio del enriquecimiento de criminales y políticos se podría ubicar a finales del siglo XX y principios del XXI.

Ese es el momento donde surgen los millenials, la generación protagónica de la solidaridad durante los sismos del 2017...

La generación vista por sí misma en el espejo y a la que descubrimos como potencial salvadora de una democracia casi muerta en el parto.

¿Atenderán estos muchachos su llamado histórico a votar y cambiar el rumbo del país o volverán a su usual desdén por lo público; actitud entendible por el hedor, la miasma, el inefable olor a estiércol que nos rodea? CONTINUARA…