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Los otros desaparecidos de Tierra Blanca se suman al altar del MP
Texto y Fotografías: Gabriela Rasgado
Delfina llega a colocar la foto de su hijo, a un costado de la imagen de Jesucristo. Miguel Ángel Pulido Sanjuan es un jovencito ahora de 18 años, moreno y con cabello negro muy rizado. En la imagen, con 10 años, luce una playera roja de cuello redondo; su sonrisa es afable, sus ojos reflejan que siempre ha sido un niño alegre.
"Ese niño está bien chiquito, el muchachito de camiseta roja", dice una mujer que aguarda en el MP, acompañando a quienes iniciaron el campamento.
Miguel Ángel ocupa ya un lugar en el altar del Ministerio Público, que empezó con la foto de los cinco jóvenes desaparecidos en Tierra Blanca.
Detrás de él, está la foto de José Abraham Barrera Licona, recargado sobre el barandal de concreto de unas escaleras.
Arriba de esta imagen, está Hugo Trujillo Hernández quien desapareció el 11 de diciembre de 2015.
A la izquierda, José Rodolfo López Cruz, único hijo de Sara Cruz, quien lo busca desde el 15 de octubre de 2013.
Ellos son solo una parte, la mínima, de las decenas de desaparecidos que se dice hay en Tierra Blanca.
El altar a Jesucristo es ya un referente entre las mujeres que sin descanso buscan a sus hijos.
Evocan el pasaje bíblico en el que María perdió por unos minutos a Jesús en el templo. Se identifican.
En el altar hay también imágenes de la Virgen de Guadalupe, de la Virgen del Carmen, de la Virgen de Juquila. de San Judas Tadeo.
El olor a rosas se siente, mucho más con las pequeñas rafagas de aire que hoy soplan en Tierra Blanca, donde esta tarde habrá una misa para pedir por el regreso con vida de los jóvenes. De los cinco. Y de los muchos más que se han ido.
A pesar de ese viento de pronto frío, nueve veladoras se mantienen encendidas.
Lo que empezó con unas cuantas imágenes sobre una especie de ventana de acero, y este sobre un banquito blanco, se ha extendido y ahora son dos bancos más los que se han colocado y sobre ellos más imágenes.
Cinco de los floreros son de botellas de agua de medio litro. Dos más de botellas de un litro, cortadas a tres cuartas partes de su altura.
Dos más en botellas de cuatro litros. Ahí se comparte el sufrimiento y se busca consuelo al mismo.
Desaparecidos: drama y dolor
Delfina es una mujer de 63 años. Lleva más de un año buscando a Miguel Ángel, un chico "especial" como ella le llama, con un problema congénito que le causa problemas del habla y cuyo cerebro funciona como el de un niño de cinco años.
La mujer derrama una lágrima tras otra mientras recuerda que la última vez que vio a su hijo fue el 5 de diciembre de 2014.
Eran las 06:30 horas cuando el chico despertó. Como cada mañana, su madre lo bañó. Pero este día fue diferente. Miguel no quiso acompañarla a su trabajo, en una cocina económica.
"Yo lo dejé en la casa y cuando regresé ya no lo encontré".
La voz de Delfina se quiebra cuando sentencia:
"Yo me siento culpable porque ese día lo dejé, no se quiso ir conmigo. Lo busqué y no lo encontré".
Recuerda que por la misma condición del muchacho, de pronto se salía a los alrededores de la casa, aunque siempre retornaba. Esta vez fue diferente. "Yo necesito que me ayuden", suplica.
El drama de la desaparición de Miguel se une a otro que vive Delfina: su esposo se quedó inválido hace cinco años luego de un accidente automovilístico, y vive atado a una silla de ruedas.
"El mundo se me viene encima, no duermo, mi hijo siempre estaba conmigo".
La mujer, desde siempre devota de la Virgen de Guadalupe, pide a ella y a Dios todos los días por su hijo "en sus manos está si mi hijo regresa con bien", dice.
"Le pido mucho a Dios por todos los que están sufriendo. Le pido mucho por mis hijos, más por él que no sé nada. Si de Él es su voluntad, que mi hijo regrese con bien, como él se fue. Lo necesito. Oír su voz siquiera".
Delfina no deja de llorar. Ha pasado más de un año pero ella lo busca y sufre como el primer día.
"A veces me traía una bolsa de bolillo y me decía mamá pan. Un kilo de tortilla o un bote de leche".
Y vuelve a suplicar "si alguien lo tiene, que en su mente le ponga el recuerdo de su madre".
Delfina se acerca y besa la foto de Miguel. Se persigna y se encamina a casa. Su búsqueda no cesará hasta encontrar a su hijo. Hasta que ese Dios en el que tanto cree, le permita verlo otra vez.