El Teorema Cero

  • Agustín Güiris
Avanza a trompicones, es inestable y le cuesta levantarse de ciertas caídas de ritmo y expresión...

The Zero Theorem

El Teorema Cero /Terry Gilliam, 2013

El cine de Terry Gilliam siempre ha tenido ciertas manías, su naturaleza como realizador ha contado con cierta irreverencia en cuanto a la presentación de sus conflictos y el desarrollo de estos en la forma y el sentido fílmico más formal y/o purista; los tonos narrativos que utiliza pueden a bien ser llamados liberales y hay un cierto grupo de espectadores que sienten sus encadenados con una orientación que se toma demasiadas licencias y los niegan a las primeras de cambio.

El propio Gilliam lo reconoce e incluso lo confiesa en la introducción que hace en Tideland (2005). No obstante, no se le puede negar el grado de honestidad y la vinculación temática/visual que con tanta coherencia ha asumido en la gran mayoría de su obra.

Con El Teroema Cero no existe una excepción y nos debemos atener a una cinta que no abandona ese sello tan particular que a bien se busca o se reniega; contiene en efecto las sombras y las siluetas de su firma pero lamentablemente pierde terreno en el campo del encanto y el carisma con las que cuentan otras de sus películas. Esto propiciado desde un guión dispar e intermitente, así como la evolución de una estética que ha sobrepasado esos trazos que le caracterizaban y le daban su expresión cuasi artesanal.

Con este, su onceavo largometraje en forma (sin contar las co-direcciones que hiciera con Terry Jones y los Monty Python), nos hallamos con un compendio de las motivos y tesis con que han asumido otros de sus entramados: la tecnología y el uso de la ciencia en una amalgama de visiones futuristas y sistemas semi-analogos, la obstinación del conocimiento y los secretos del ser o el universo, la autocracia como una herramienta que maneja el caos y el orden a su conveniencia y, claro, un personaje ensimismado que habrá de desafiar su entorno y al propio sistema con vehemencia –y cierta virginidad– teniendo como combustible únicamente retazos de un pasado distante, o bien el afán y el deseo de la pasión y/o el cariño.

Qohen Leth es el nombre de la nueva víctima de la cruenta y sugestiva imaginería de Gilliam. Este antisocial e introvertido genio de la computación –que está a expensas de que una llamada telefónica le de sentido a su vida– es puesto a prueba en una labor titánica que debe solventar a capricho del gerente general de la empresa donde trabaja. El objetivo impuesto es resolver el mentado teorema que le da título al film: de poder solucionarlo, se confirmaría que la existencia humana y del universo conocido no tiene en realidad sentido alguno. Aunado a la presión y estrés de dicha faena se sumarán las figuras del amor y la amistad, mismas que harán de su pequeño mundo (vive y trabaja casi sin descanso dentro de una iglesia abandonada) un laberinto de emociones poco conocidas para él. Las llaves de la confusión y el desconcierto, pues, le son entregadas y él le abre las puertas sin saber a ciencia cierta que esperar. Pero como es debido ante la dubitativa experiencia de los personajes de Gilliam, quizá sea en ese roce de nuevas experiencias que él mismo decida dejar inaugurado ese acceso de par en par y para siempre.

Determinados bajo los cánones de la ornamentación y barroquismo con que se dotan los elementos técnicos en las películas de Gilliam, El Teorema Cero avanza a trompicones, es inestable y le cuesta levantarse de ciertas caídas de ritmo y expresión. Los conflictos secundarios a los que se obliga la trama no logran resolverse del todo y complican su propio avance. Supeditados a estos inconvenientes se encuentra el montaje de Mick Audsley, cuyo ritmo se torna abierto y esporádico en su lógica. Asimismo la fotografía de Nicola Pecorini, que si bien mantiene un razonamiento en cuanto al color y la densidad de la luz, no aporta una posible mesura a los dilemas antes citados.

Aunque debe evaluarse como baja en el colorido universo de este realizador, El Teorema Cero es una cinta que bien se puede experimentar como una introducción a sus más fehacientes realizaciones. Se debe tomar en cuenta en su filmografía porque hay momentos que nos detalla cierto crecimiento temático en su haber; quizá nada homogéneo ni regular pero como es casi una regla en los modos genéricos y emotivos de Terry Gilliam, nos hará pasar un rato de sorpresa visual y encariñamiento personal.

El Teorema Cero de Terry Gilliam

Calificación 2.5 de 5 (Regular)

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Agustín Güiris

Realizador independiente y profesor de cine en diversas instituciones. Realizó un Master en Dirección Cinematográfica en España y ha dirigido y producido cortos de ficción y diversos proyectos de documental.