Submarino

  • Agustín Güiris
La mano firme de un realizador que entreteje malestares e incapacidades de la familia y la sociedad

Submarino

Thomas Vinterberg, 2010

La rigidez de la tragedia se proyecta en plenitud sobre gran parte de la filmografía de Vinterberg; los conflictos a los cuales deben de entregarse sin redención sus personajes los mantiene siempre en un ligero y peligroso margen entre la ira y la impotencia. Si bien su naturaleza resulta de un corte afable, toda oportunidad y esperanza no tiene cabida pues les da la espalda de una forma tan vigorosa que no hay optativa a una mejor disposición ni certeza de una resolución mejor. En el universo en que el director danés nos adentra en Submarino, filme con el que “renació” después de su paso por el Dogma 95, la crueldad es el propio amanecer de la cinta: la presentación de sus personajes sirve de la misma manera para encajar la fatalidad que habrá de marcar y gobernarles su destino, su entorno y sus exiguas emociones.

Enmarcada en un áspero paraje urbano, la maqueta citadina en que se sitúa la trama es apagada, ceniza y uniformemente gélida. Un patrón que aprisiona cuasi como un laberinto y que provienen de una pesadísima piedra pretérita que no se logra descargar, de la que no se logra sobreponer el encadenado y comanda la omisión, indiferencia y abandono familiar. Con la muerte de su madre, dos hermanos habrán de reencontrarse después de años de no verse; alejados estos por la desgracia de haber hallado muerto a su hermano de escasos meses cuando eran apenas unos niños y su madre les dejaba a su suerte por días debido a un alcoholismo latente. Ataviados aún por la presión, el cierto entendimiento que tienen sobre el cariño y el amor, así como la sombra del peso de su madre, deberán de hallarse y conocer sus nuevas formas, manías y adicciones que les han cicatrizado el rostro, el cuerpo y la mirada.

Sobre dos campos temporales base, el desarrollo de la película nos describe en el presente diegético las escaleras por las que han descendido cada uno de los hermanos, los bloques sufridos y las perdidas más frescas. Resultan pues los campos narrativos en los que habrán de encontrar peldaños por los cuales poder precipitarse aún más. Anidados en la comunidad del sepelio, el camino de la cinta se adentra en dichos pasos carnales: de miradas sin futuro –grisáceas– que han ido avanzando y avanzan de frívola manera sobre un pequeño y breve mundo donde las aspiraciones son un significante de desatino y de condena, de resistencia y co-dependencia.

La apuesta de Vinterberg, queda claro desde los primeros minutos, se encuentra en el peso actoral, mismo que sirve de manera gradual en el entramado. Y es que a pesar de que los pesares en este pequeño núcleo familiar están dados desde sus primeras aciones, el ruedo de la descomposición social que les rodea les tiene preparados diversos golpes que deberán sortear sin oportunidad alguna de vencerlos. Con una fotografía de tonalidades frías, el trabajo de Charlotte Bruus Christensen incrementa la naturaleza hosca del filme; suma una ruda estética de manera portentosa a la cruel atmósfera del filme; su cámara pasa desapercibida dejándonos ahogar por todo lo que acontece en la pantalla. De la misma manera apoya el montaje de Valdís Óskarsdóttir y Andri Steinn que marca un ritmo que se deja llenar tragedia tras tragedia.

Submarino, cinta que antecede la llegada de lo que es hasta ahora la cinta más elogiada de Vinterberg: Jagten (La Caza, 2012), nos introduce en la mano firme de un realizador que entreteje los malestares e incapacidades de la familia y la sociedad, los puntales de las crisis y los enredos sin escapatoria de aquellos que si bien toleran, nunca encaran de manera eficiente. Que si bien pelean, lo hacen sin mucho ahínco y desde la esquina más vacilante. Esta obra resulta, al final, en un textura, una membrana que está a punto siempre de quebrarse, de mostrar el fondo de las cosas: el agujero más profundo. Las tinieblas. Lastimeramente, en la lógica del filme, estamos tan cercanos a ese desenlace que dar ese último paso parece ser la única y verdadera solución a todos los problemas.

Submarino de Thomas Vinterberg

Calificación: 3 de 5 (Buena a Secas).