Innocence

  • Agustín Güiris
Un íntimo y vil retrato del paso entre el candor infantil y el descubrimiento de la concepción...

Inocencia

(Lucile Hadzihalilovic, 2004)

Allanada sobre rigurosos terrenos simbólicos, el primer largometraje en forma de Lucile Hadzihalilovic es un íntimo y vil retrato del paso que existe entre el candor infantil y el descubrimiento de la concepción como una obligación de corte socio-natural. Sus elementos, sumamente estudiados e intrínsecamente colocados a lo largo del filme, le dan garbo y un grado de solidez y distinción que hacen de su retórica visual un atractivo fresco de plácido vacío racional: su plástica –lírica portentosa– ocupa la supuesta falta de motivos que mueven el cuasi surrealista mundo en el que se desarrolla la trama.

La apuesta de colocar cierta castidad a la entrega de información es una apuesta que rinde sus frutos ante la verdadera complejidad de la cinta; entallada está en un disfraz de asequible encadenado. La realizadora nos convierte, pues, a lo largo de su filme, en seres virginales que deben aprender de nueva cuenta a conocer un mundo: sus reglas, su lógica y los objetivos que le favorecen a pesar de las causas y consecuencias que podrían suscitarse bajo las gotas que lo conforman.

Un grupo de niñas recibe en una casa sumamente peculiar un ataúd. En su interior se encuentra despierta una pequeña –menor a todas ellas– que se levanta para conocerles. Su llegada, empero, no es para nada una sorpresa. Se trata únicamente del inicio de un meticuloso ciclo que ha obrado por generaciones y que habremos de aprehender al tiempo que este habrá de irnos apresando. La ventana que se abre con la llegada de este nuevo eslabón enmarca un espacio y una iconografía específica que se desnuda ante el campo de la hermenéutica: colores específicos que traducen grados jerárquicos, caminos prohibitivos a horarios determinados, apremiantes que trastornan el ansía en deseos, numerología al detalle y rigurosos correctivos que prolongan al propio ciclo son sólo una pequeña parte de una singular instrucción que este mundo nos tiene preparados a atestiguar, mientras estas infantes las deben vivir día a día en conjunto a las de otras 4 casas que se encuentran en el mismo entendido. Pesudo-hogares situados dentro de una zona boscosa amurallada que es tan bella como misteriosa.

El laberíntico proceso de adaptación y de entendimiento por parte de las niñas se verá reflejado claramente en la menor, en sus dudas y primeros pasos. En su apego hacía la mayor de ellas; la concreta labor de esta líder al guiarla y sobrellevar al mismo tiempo los niveles medios. Las facetas, articuladas evidentemente en la edad de cada una de las niñas, nos develará a cuenta gotas, y no de forma sumamente clara, de que se trata esta especie de natural cautiverio-academia. Las pocas clases que se les dan así como su entorno servirá como una especie de indagatoria ante un objetivo aún más reservado y enigmático: las ciencias naturales (los procesos evolutivos) y las artes (danza) como única respuesta a una preparación específica cuya otra porción de interrogante se encuentra afuera. En el mundo nunca conocido.

Inteligente y audaz resulta, entonces, esta puesta fílmica de Lucile Hadzihalilovic. Sus fundamentos enraízan un dilema y un discurso poderoso. Su mano se nota en cada composición, su dominio se da incluso a un nivel psicológico muy claro; el agua como apertura de nuevos capítulos es un ejemplo. El poder inherente a este elemento en particular y demás situaciones engloban un trabajo redondo que se apoya en la textura lumínica de Benoît Debie, contraluces que adornan los parajes y permiten que el ritmo dotado por el montaje de Adam Finch se sienta y exija al espectador la total atención. Igualmente el diseño de Arnaud de Moleron que nos hace sentir esas limitantes físicas sin estar presentes del todo. La partitura de Richard Cooke, por su parte, nos lleva en otra dirección. Sus notas encajonan a la cinta bajo la extraña atmósfera de un muy duro cuento de hadas. Y es que en sí, quizá sea esta la manera más concreta de describir esta cinta.

Bajo un final plenamente abierto, Innocence nos obsequia un entramado sutil en apariencia, pero áspero en sus profundidades. Nos otorga una cinta que si bien no es para una audiencia amplia, sí refresca la capacidad cinematográfica de ciertos temas y caminos ya tratados. Lo que la realizadora logra con esta cinta es un temple a los que pocos se atreven si quiera a mirar de reojo. Y es que en su voz se detalla que ese periodo tan anhelado nostálgicamente como lo es la inocencia, quizá no sea algo tan bello al fin y al cabo, sino tan sólo ese paso que nos prepara para los magros destinos que nos tiene ya alistados un mundo plenamente humano.

Inocencia de Lucile Hadzihalilovic

Calificación 3.5 de 5 (Muy Buena).

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Agustín Güiris

Realizador independiente y profesor de cine en diversas instituciones. Realizó un Master en Dirección Cinematográfica en España y ha dirigido y producido cortos de ficción y diversos proyectos de documental.