Barcelona llora

  • Fidencio Aguilar
El sentido de las lágrimas. La barbarie es irracional. Las lágrimas honran a las víctimas.

Nuestra oración por las víctimas de Barcelona.

Nuestra condolencia con sus familias.

Nuestra convicción:

Ningún acto de barbarie nos humaniza.

La Generalitat de Barcelona confirma que en el acto de barbarie, salvaje, inhumano, irracional y, por sobre todo, cargado de maldad, hubo al menos 13 muertos y más de 100 heridos. Miro con azoro –es decir, con turbación y sobresalto- esta noticia, mejor, este hecho que hace constar, por un lado, la irracionalidad y la desmesura de un acto salvaje y, por el otro lado, la fragilidad de la vida humana, en cualquier circunstancia.

En sus calles, en esas mismas en las que hoy ocurrió este atentado contra la dignidad humana y contra la razón, en 1997, acudía yo a un congreso convocado por la Sociedad Internacional Tomás de Aquino y por la Balmesiana. En mi ponencia precisamente uno de los tópicos era el de las lágrimas y la realidad, y aludía yo –inspirado en una cita de Stanislaw Grygiel acerca de las lágrimas de Pericles por la muerte de su hijo- a cómo frente a determinados hechos, como la muerte de las personas que amamos, no nos queda sino una única respuesta: llorar.

Nos narra la historia que, como todo padre, Pericles lloraba bañando con sus lágrimas el cadáver de su hijo. Y alguien se le acercó para decirle: Pericles, deja ya de llorar, ¿no ves que tus lágrimas no le devolverán la vida? Entonces, con el corazón y los ojos llenos de dolor, el jefe militar le dijo a su interlocutor: ¡Precisamente por eso lloro!

Las lágrimas no son para devolverle la vida a nuestros seres amados ya muertos. No sirven para restituir lo perdido. Son la respuesta justa ante el misterio de la existencia. Pericles, a final de cuentas, lloraba porque se encontraba de frente al abismo, a la pérdida, a la ausencia total y completa del ser amado que estaba, poco antes, con él, peleando con él. Y sobre todo lloraba porque estaba convencido que no había respuesta a ese golpe tan doloroso, tan inhumano, que le daba en pleno rostro, en el fondo de su ser.

Ahora lloramos con Barcelona, por Barcelona, para Barcelona. Nuestras lágrimas no harán que los fallecidos vuelvan a sus casas con sus seres queridos, pero nos recordarán que, además de frágiles, no podemos aceptar estos actos de barbarie y de irracionalidad, nos harán recordar que, aunque parezcan no tener sentido, nuestras lágrimas responden al misterio de la vida y le dicen: Sí, la vida es tan frágil que, si todo se quedara sin sentido, sin significado, sin un para qué, las lágrimas serían un signo de rebelión, un signo de indignación ante la desmesura irracional. Las lágrimas dirían: ¡Basta! No más sinsentido. O mejor dicho: ¡Tiene que haber un sentido! ¡Tiene que haber un significado que corresponda a esta fragilidad, a este dolor, a esta inocencia!

Si nosotros –los que vivimos, los que existimos- no somos capaces de comprender estas lágrimas, entonces seremos los primeros en no reconocer el valor de quienes han sido las víctimas, seremos los primeros en no honrar la vida y la existencia de quienes la perdieron en este criminal acto. Por eso nuestras lágrimas se vuelven una suerte de oración por las víctimas: porque con ellas, nuestras lágrimas, reconocemos que la vida de esas víctimas nos era valiosa, y que ahora sigue siendo valiosa su memoria, incluso su ausencia física.

Barcelona llora ahora por sus hijos y sus habitantes y visitantes fallecidos en esta hora negra y de oscuridad. La noche la ha alcanzado, esa noche oscura, esa noche donde todo es caos, amenaza y peligro. Pero las lágrimas son, sí, ese homenaje al sentido de la existencia de quienes han sido segados, aunque más que eso: ¡No puede ser que el mal tenga la última palabra! ¡No es humano aceptarlo!

@Fidens17