Los lenguajes y los hechos

  • Fidencio Aguilar
Los hechos y acontecimientos. Golpes y contragolpes. El 2018. La sociedad, ¿qué hará?

Lo que está pasando en Puebla respecto al tema de seguridad rebasa los límites ordinarios, no porque los ciudadanos antes estuviéramos a salvo de los delincuentes y criminales –cuyas mafias están ahí, actuantes-, sino porque parecen reflejar las disputas de los grupos políticos que detentan el poder o están vinculados a él. Este es el verdadero drama que vive Puebla: que al parecer la situación está al extremo porque estos grupos, o sus cabezas visibles, están enfrascados en una confrontación que amenaza con volverse a muerte de cara al futuro político en ciernes, las elecciones del 2018.

Si no, ¿cómo se explican los discursos de tirios y troyanos en el maremagno de los hechos y acontecimientos? ¿Cómo se entienden los discursos de los actores que encabezan o forman parte de esos grupos? En general, la pregunta es qué está pasando en Puebla. Desate de la delincuencia en los delitos del fuero común, asaltos violentos, robos, violaciones, el tema de los huachicoleros, el crimen de Meztli Sarabia, el enfrentamiento de narcos y la Marina en Chipilo, la difusión en medios nacionales y locales del sistema de espionaje de la administración estatal anterior y las ejecuciones de habitantes de Huehuetlán el Grande, todo ello, insisto, ¿qué refleja y qué nos muestra a la sociedad poblana?

A lo anterior hay que añadir dos datos que pueden servirnos como hilos de los cuales hay que jalar para desenredar la madeja. Por un lado, el hecho de que de unas semanas para acá, a través de varias plumas locales, éstas venían cuestionando al secretario general de gobierno, Diódoro Carrasco, en cuanto a la gobernabilidad del estado y diversas anomalías –al decir de esas plumas- bajo su responsabilidad. Como si quisieran obligarlo a renunciar o a cambiarlo de ese puesto. Por otro lado, las declaraciones del gobernador en el sentido de que la inseguridad no es como la perciben los poblanos sino como lo indican los datos, esto luego de la realización de un congreso internacional sobre seguridad pública y política criminal.

No bien terminaba el congreso y la presentación del “Escudo Zaragoza” cuando, ese mismo día, el 29 de junio próximo pasado, era ejecutada Meztli Sarabia. Vea, amable lector, lectora, lo que se muestra en esta relatoría: por un lado el gobernador señalando que el problema es de percepción, como diciendo: no hay problema, estamos haciendo nuestro trabajo y combatimos a la delincuencia. Y, entonces, casi simultáneamente, como para desdecirlo, viene el golpe, brutal, inhumano –como todo crimen- y escandaloso; casi diciéndole al gobernador: eso que dices no es cierto, la prueba está aquí, en el mercado Hidalgo. Y desde luego, toda la cauda de delitos cometidos por acá y por allá no hacían más que argumentar lo contrario a lo afirmado por el gobernador y sus aliados.

Hay ahí, desde luego, una confrontación que ha trascendido al plano de los hechos. Es más, se ve en esos hechos –en especial el crimen de Sarabia- un enojo y una saña de quienes pudieran estar detrás. Meses atrás, si recordamos las declaraciones del gobernador Gali, tanto en medios locales como nacionales, respecto al tema de los huachicoleros y todo lo relacionado a esa actividad ilícita e ilegal, su argumento era que desde el inicio de su gobierno se dedicó a combatir a esos delincuentes. Se dieron datos que contrastaban con los obtenidos por su antecesor. Y más: Gali señaló que el problema venía de años atrás, que prácticamente, no se había hecho mucho al respecto pero que –ahora sí-, con ayuda del ejército y la marina, combatiría verdaderamente a esos delincuentes [prácticamente, deslindándose de su antecesor]. ¿Será eso lo que ha provocado el enojo que, al paso de los meses, derivó en esa acción de querer desmentirlo en los hechos? ¿Será, entonces, que los que antes eran aliados, a partir de ese deslinde, hayan comenzado a fisurar su alianza?

Hasta ahí todavía no era clara la fractura, aunque comenzaba a vislumbrarse, como cuando se fractura una estructura. Desde luego, el tema de los huachicoleros no es una buena insignia de campaña, sobre todo a nivel nacional. Y lo que no hizo Chalchihuapan y la –también inhumana- muerte de José Luis Tehuatlie, lo comenzó a hacer el tema de los huachicoleros. Quizá por eso el enojo y el arrebato fueron de las magnitudes como se presentaron.

Eso no es todo. Si regresamos al momento presente nos quedamos en que el crimen de la hija de Simitrio era un mensaje contra el discurso gubernamental de que la inseguridad era un asunto de percepción. Y vino, el domingo, la primera exhibida del sistema de espionaje: “Moreno Valle: el espía que quiere gobernarnos”. Ese mismo domingo se volvían a cometer horrendos crímenes y el lunes los escenarios dantescos aparecieron con las víctimas de Huehuetlán el Grande, como si lo espeluznante de estos crímenes pudieran opacar el tema del espionaje.

Y la contundencia de exhibir al espía y sus redes no se hizo esperar. Con precisión milimétrica, el tema del espionaje fue más allá del tema del huachicol. Y del tema de la inseguridad. Cuando menos eso parece. La alianza RMV-Gali, si la hipótesis es verdad, está fracturándose y el mutuo ataque y contraataque están pasándose a traer a la sociedad, a los ciudadanos, el costo está ahí: las víctimas y sus familias. Pero también la sociedad.

¿Por qué se dio esa fractura? ¿Será porque el proyecto presidencial no termina de prender y, más aun, porque se está desinflando? Y claro, ahora que esa figura ya no se ve tan fuerte –al gigante se le descubren los pies de barro-, es cuando hay que cobrar las afrentas: por eso el deslinde, por eso el discurso de distanciamiento. Y por supuesto, el otro cree que todavía gobierna y que tiene la sartén por el mango.

La fisura, ya ahora a nivel de fractura, distancia a los otrora aliados. De un lado el gobernador, Banck y Diódoro. Del otro lado RMV, su esposa, Eukid y JACh. Ahí están los grupos, mirando el presente, mirando el futuro, mirando al 2018. Uno controla el poder –lo tiene-, otro controla al partido –lo tiene-. Si la candidatura presidencial fracasa y no se da –que es lo que parece-, al menos queda el terruño, la fuerza local, la casa –al menos eso es lo que cree- y por eso vuelve a lo suyo. Por eso quiere seguir mandando. El otro, el que manda, que ha comprendido lo que es mandar y tener poder –aunque sea por corto tiempo- sabe no sólo que puede ejercerlo, sino que el otro se viene desfigurando, no prende, no amaciza, no cuaja.

Y pronto, una vez que comience el proceso electoral, vendrá el tiempo de la definición de candidaturas. Ahí es donde otra vez la fractura podría volverse derrumbe, desplome, cataclismo. Es donde las posibilidades del MORENA se vuelvan oportunidades y donde la ola de la inconformidad y el enojo pueda favorecerlo.

Mientras tanto, la sociedad, los ciudadanos, sufren las consecuencias, porque se encuentran entre las patas de los caballos. A no ser que, en una suerte de despertar la conciencia cívica, la conciencia política, decidieran castigar -negando su voto- a quienes en vez de pensar en ellos, en la seguridad de sus patrimonios, de sus familias y de sus personas, primero pensaban en sus propias candidaturas, en sus proyectos personales, en sus acuerdos de grupo. Si los electores descubrieran eso –la fuerza de su voto- podrían castigar a quienes se olvidaron de su seguridad, de su integridad, de su patrimonio, de sus familias. Es, al menos, una de las formas de madurar esta democracia que nació y creció pero que se detuvo en algún momento. Quizá sea ahora la oportunidad para continuar.