Oldeuboi

  • Agustín Güiris
Una película de contrastes, una cinta donde el arrebato es un ruego y el olvido una bendición.

Old Boy: Cinco Días para Vengarse

(Park Chan-Wook, 2003)

La creación instintiva y bestial es parte intrínseca en la disertación de Old Boy, la degeneración a la cual es expuesta la mayoría de sus personajes termina por aminorarlos como entes sociales frente al ofusco reflejo de la ética moderna, pero al mismo tiempo los argumenta bajo una silueta plenamente natural: son seres provistos de una lógica aberrante a la que todos podemos asirnos y justificar sin muchos miramientos.

En nuestro interior existen dichos terrenos vengativos bajo la siempre temerosa sombra de la activación. La polaridad y tipología de ira que se muestra y desarrolla secuencia a secuencia durante la película, reedifica una normativa moral que no nos deja más que un brote de introspección hacía el final de la cinta acerca de nuestra esencia animal. De nuestras posibilidades nativas con las que contamos ante las situaciones/experiencia, ya sean estas por un merecimiento social o simplemente por algún estallido de mera necesidad y conveniencia personal.

Como personaje central tenemos a un monstruo, un monstruo concebido bajo un meticuloso plan que está en plena consciencia de su barbárica esencia: gustoso de ella y todas sus facultades pero que al igual se urge de cierta humanidad para inscribirse en la andanza de un mundo al que no ha pertenecido. Para el que ha sido un falso y verdadero fantasma criminal; mudo testigo de la sociedad a través de la única ventana con la que ha contado durante sus años en cautiverio, una televisión: receptor no sólo de las novedades globales, sino dador del conocimiento físico y formativo que pondrá en marcha posterior a su liberación. Dae-Su es el nombre de ese monstruo, otrora ciudadano común que es encerrado y mantenido en un pequeño cuarto durante 15 años y dejado en libertad de un día para otro sin ninguna razón que le otorgue las justificaciones necesarias para la comprensión de su pasado y su  futuro. Su presente ya perdido y arrebatado.

Con la mente y estímulos alienados en un campo de extensa duda, ignorancia y violencia, el resarcimiento de justicia se abre paso de lógica manera. Nuestro personaje vive una especie de libertad malsana enmarcada en dos universos distintos: el espacio temporal que le ha sido robado y el que tiene por delante con la prioridad latente de la revancha. Las causales y derivaciones juegan a la par, el encadenado de las acciones se contrasta de manera tan sutil que las fronteras que dividen los valores del amor y la furia, el placer y la excusa, la necesidad y la ruina son un mismo horizonte, un mismo y colectivo destino. Una frontera en común. Old Boy claramente resulta una película de contrastes, una cinta donde el arrebato es un ruego y el olvido una bendición.

Chan-Wook encuadra una renovación de ciertos actuantes cinematográficos con esta obra. Refresca y despierta impresiones que se sitúan aún el cine contemporáneo. La brutal obsesión con que se manejan sus personajes centrales es una gran prueba de ello: cada uno con su espacio, su tintura y disposición. Con su tono y vibración independiente pero que se atañe a las mismas reglas del salvaje territorio que atestiguamos y en el que nos vemos obligados a tomar testimonio y dictar sentencia final.

Bajo los decorados de Seong-Hie-Ryu, los puntos de encuentro tienen su propia personalidad, fuerzas a veces laberinticas y a veces ensimismadas: en ocasiones  lúgubres y en otras tantas habituales y sumamente familiares. La fotografía de Chung-Hoon Chung se suma a estos factores. Con su cámara detalla abrumadoramente los agresivos actos que conforman la cinta con una estética inusitada. Su belleza derrama ira y elegancia. El montaje de Sang-Beom Kim, por su parte, da claras muestras de un ritmo cambiante y sagazmente pensado. Nos regala momentos en plenitud narrativa donde el tejido del tiempo es cuasi inexistente pero la comprensión es absoluta. Igualmente la música de Young-Wook Park que camina de la mano a los tiempos y emociones marcadas vistiendo a la cinta con un sentido anacrónico.

Con Old Boy, Park Chan-Wook nos regala uno de los filmes más interesantes de las últimas décadas. Su sentido de la brutalidad es un camino en el que, queramos o no, convergemos de alguna manera en él, ya sea para bien o para mal. Es un estado de impaciencia que contiene hacía el final un clímax avasallador y un final sumamente inquietante. El encadenado que ha dado la vuelta al mundo con distintos y variopintos comentarios, es uno con un sello sumamente particular. Su rúbrica es capaz de distinguirse bajo el marco de nuestros tiempos y las emociones de las sociedades actuales. Es un camino de sangre y pasión. Un camino que se traza en su búsqueda; que se presiona, desea o perdona en las introspecciones más personales. Es un relato que claramente nos exhibe ante nuestros empujes más bestiales.

Old Boy de Park Chan-Wook

Calificación: 3.5. de 5 (Muy Buena).

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Agustín Güiris

Realizador independiente y profesor de cine en diversas instituciones. Realizó un Master en Dirección Cinematográfica en España y ha dirigido y producido cortos de ficción y diversos proyectos de documental.