Que todos los días sean Día del Niño

  • Alma Espinosa
Bonito sería que todos los días los niños fueran el centro de atención de los adultos, pero no.

Qué bonitas, coloridas y sonrientes se ven las calles y las redes sociales en el día del niño. Pareciera que no hay nada más en el mundo que la felicidad de los niños que pasan muchas horas siendo el centro de atención. ¡Ay, pero qué bonito!

Más bonito sería que todos los días los niños fueran el centro de atención de sus papás, tíos, abuelos, maestros, gobernantes, pero no. No es así. Los niños casi siempre se convierten en el centro cuando hay una desgracia. Cuando aparecen en las noticias sus cuerpecitos sin vida a causa de la violencia, la opresión… la guerra.

¿Cuántos miles de pesos gastan en este día dependencias, delegaciones, municipios, estados y el país entero? ¿Y si siempre pensaran en tener un presupuesto especial para los niños y no solo para contratar payasos, magos, cuentacuentos y regalar miles de juguetes?

¿Se imaginan que siempre se contemplara agasajarlos con libros infantiles de gran calidad (no los que venden en el supermercado ni en las papelerías)? ¿O que siempre se considerara acompañarlos con una buena lectura, no solo en sus casas sino en sus escuelas?

Está bien celebrarlos en grande, divertirlos, darles muchos dulces, pero ¿qué hay de darles maestros que lean algo más que sus planes, los libros de texto y sus catálogos de zapatos y bolsas?

Debemos detenernos un momento y pensar qué estamos haciendo como sociedad, como maestros y como padres para educar mejores ciudadanos que puedan detener esta ola de violencia, que cada vez nos tiene menos asombrados y más acongojados. No estaría nada mal refugiarnos en la lectura, que siempre, siempre, es y será esperanzadora.

Como un regalo para este y cualquier día, les compartiré unas adivinanzas, versiones de José Emilio Pacheco:

Aunque soy superficial

pertenezco a lo profundo.

Doy la prueba terrenal

de que estuviste en el mundo.

 

Con techo de hierro,

pared de cristal,

las noches en vela,

yo suelo pasar.

 

Ante mí se arrastra el agua.

Estoy por encima de ella.

Siempre la toco y no obstante

no sé nadar ni moverme.

 

Mi inicial está en “corcho” y jamás en botella.

La segunda en “aguja”, pero nunca en tejido.

Brava no soy, el fuerte es mi marido.

Útil me encuentran aunque no muy bella.

Como lo que me den, jamás me quejo

y hay algo en que a la vaca me asemejo.

 

Las respuestas estarán en la siguiente columna, la próxima semana.  

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Alma Espinosa

Es originaria del Distrito Federal y desde hace más de una década radica en Xalapa. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Estudió la especialidad en la Enseñanza de la lengua y la literatura en la Universidad Pedagógica Nacional Unidad Xalapa, donde actualmente es docente. Es egresada de la maestría en Literatura mexicana por la Universidad Veracruzana.

Actualmente cursa el diplomado para la Profesionalización de mediadores de lectura por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Es mediadora del Programa Nacional Salas de Lectura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha impartido talleres relacionados con el tema de la lectura y la escritura, y desde hace dos años es una de las mediadoras que dirige la sala de lectura Equinoccios.

Como periodista ha trabajado en el Instituto Mexicano de la Radio, el periódico U2000. Crónica de la educación superior, y el Departamento de Prensa de la Universidad Veracruzana. Fue gestora cultural en la USBI Xalapa. Actualmente colabora en el área de Comunicación Social del Instituto Veracruzano de la Cultura.