Funcionarios voraces

  • Joel Hernández Santiago
Por un puesto ahí, un ser humano estría dispuesto a lo mejor y lo peor de su dignidad y conciencia.

“Estos no tienen llenadera” se dice entre la gente de a pie. “¡Atáscate, ahora que hay lodo!” dicen otros para referirse a quienes de forma insospechada encuentran las arcas con recursos públicos y se aprovechan de ellos sin venir a cuento la responsabilidad y el trabajo.

En México ser político, gobernante, funcionario público, legislador, consejero electoral, magistrado electoral y más, son posiciones muy ambicionadas. Por un puesto ahí, un ser humano estría dispuesto a lo mejor y lo peor de su dignidad y conciencia. Depende de la feria y su jugada.

La mayoría quiere ser poderoso y formar parte de la espuma política porque sabe que esto le garantizará un salario extremadamente alto, que tendrá otros ingresos producto de sus “buenos oficios” de su “influencia política y pública” y porque un voto o una levantada de dedo tiene signo de pesos contantes y sonantes.

Lo de la responsabilidad se resume a enriquecimiento, lo demás es el traje a la medida para que se vea que es, que existe y que hace algo por la sociedad a la que se supone que sirve y por la que jura y perjura que cumplirá y hará cumplir la ley.

¿Vocación de servicio? ¿Pasión por romper inercias políticas y de gobierno? ¿Emoción por un nuevo país en el que todo esté solucionado para todos? ¿Cumplimiento de la ley con justicia e imparcialidad? Bueno… eso es mucho pedirles, porque en la mayoría de los casos de estos personajes que viven del trabajo de todos nosotros ni siquiera se lo plantean. ¿Para qué?

No hace mucho hemos reflexionado en el altísimo costo para los mexicanos del Instituto Nacional Electoral (INE) en el que el dispendio y el ultraje a los bienes nacionales están a la vista, al portador: todo para que al final no haya elecciones limpias (i.e. Estado de México lo más reciente) ni hay cultura política –que es una tarea para la que se les paga-; ni nuestro sistema de partidos es un dechado de virtudes como ya se sabe –cosa que debería cuidar el famoso INE-, y por supuesto ni siquiera después de tantos años se ha consolidado la muy desconocida democracia mexicana.

Todo esto nos cuesta, tan sólo para 2017 año en el que sólo hubo 4 estados de la República en Elección: 10 mil 933 millones de pesos, más 4,139 millones que se entregan como prerrogativas para este ciclo a los distintos partidos políticos oficialmente registrados…

Naturalmente cada Consejo Electoral Estatal recibe recursos de los gobiernos de cada uno de los estados de la República. ¿Y qué tal los Tribunales de lo Electoral?

En todo caso resulta que sumado a ese crimen contra la nación en el saqueo de los bienes que deberían servir para sacar de la pobreza a los más de 50 millones de mexicanos, de los que 16 millones en este mismo momento no tienen ni para hoy ni para mañana…

Resulta –decíamos- que los legisladores federales se sirven con la cuchara grande de los recursos nacionales con sueldos estratosféricos y dádivas fuera de toda razón lógica si vemos los resultados que su trabajo aporta al país que, como se ve, está hecho un desastre en por las famosas “reformas estructurales” que ellos mismos aprobaron con el dedo pecaminoso que utilizan para decir sí a sus propios intereses.

A saber: en el caso de los Diputados de la LXIII Legislatura que tan sólo en el mes de diciembre del año pasado, recibieron algo así como 419.6 millones de pesos como pare de aguinaldo, dieta mensual y apoyos legislativos, además de un “bono navideño”.

Esto es: cada diputado recibiría 718 mil pesos, de los cuales 357 mil son lo que les otorga la ley, más un bono discrecional “navideño” por 361 mil pesos.

Y se les otorgó un “bono secreto” por 150 mil pesos a cada uno, el cual fue recibido por la mayoría, con excepción de los diputados de Movimiento Ciudadano y de Morena, que lo rechazaron por considerarlo ilegal.

El compromiso era de que se les otorgaba para gastos relativos a su función legislativa y que se tendrían que comprobar mediante facturas y documentos legales, a la contabilidad de la Cámara de Diputados: pues no. Resulta que quienes recibieron esta cantidad simple y sencillamente dejaron de comprobar en tanto que la administración de la Cámara de Diputados no tiene registro de comprobaciones… Y así quedará…

Como se ve, la función pública en México, en cualquiera de sus expresiones, es un ejercicio altamente remunerado para muchos; digamos que hasta de enriquecimiento ‘insospechado’, por las buenas o por las malas.

En el caso del Legislativo ya se sabe que además de los altísimos sueldos mensuales y beneficios adicionales de nuestros próceres, también reciben recursos de sus estados de la República y reciben apoyos distintos, que incluyen el tráfico de influencias, las famosas recomendaciones o negocios que pueden hacer a la sombra de su posición pública y, como sin proponérselo, algunos acaso tendrán vínculos obscuros con la negra sombra de nuestros tiempos mexicanos.

Así que en esas estamos. País de pobres con políticos ricos y en proceso permanente de más enriquecimiento. Todo ahí. Mientras que discuten. Aparentan. Simulan. Organizan este o tal acto público para que se les vea hacer… aunque al final no hagan nada… La situación del país lo dice.

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Joel Hernández Santiago

Es periodista y editor. Ha sido editorialista en UnomásUno, La Jornada, El Financiero y más. Fue coordinador de opinión de El Financiero y director de Opinión de El Universal. Fue editor en la UNESCO y de Le Monde diplomatique. Ha coordinado obras como: "Planes en la nación mexicana", con El Colegio de México y "Pensar a David Ibarra", el más reciente.