Borges

  • Alberto Delgado
No entendía del todo el mundo, por eso tuvo que hacer otro...

En Wikipedia, dicen que el único relato de amor de Borges es uno que se llama “Ulrica”, un cuento que narra el encuentro entre un escritor Colombiano y una chica estudiosa, noruega y feminista. Sin embargo, otros estudiosos de la obra del argentino sostienen que en realidad el único cuento decididamente amoroso que escribiera Jorge Luis Borges, se llama “El Zahir”, un cuento asombroso que nos detalla los sufrimientos de un hombre que intenta deshacerse de una moneda, sin conseguirlo nunca. Hay partes del cuento que por supuesto hacen pensar a los estudiosos que la “moneda” no era en verdad una moneda: “Me creí tan seguro de poder olvidarla que voluntariamente la recordaba”, o “Quizá yo acabe por gastar el Zahir a fuerza de pensarlo y de repensarlo…” Qué pillo que era este muchacho.

Usted a estas alturas, se preguntará qué hacemos hablando de esas cosas en su columna de los lunes. Pues le estoy compartiendo una de mis aficiones más recurrentes, a propósito del aniversario de la muerte del escritor argentino, que ocurriera un 14 de junio, pero de 1986: (cuando todos estábamos muy distraídos con “La Chiquitibum” o la “Mano de Dios” o, si usted es mexicano, con el golazo de Negrete o el penal que falló “Hugol” en el mundial de fútbol de “México ’86) Leer a Borges. Por eso y porque Adri, (la que sube todo a este sitio) me obligó.

¿Deberíamos de leer a Borges hoy? Mire, que yo no soy nadie para decirle a usted o a quien sea qué debe hacer o no, pero si usted siente que “debe” leer y quiere que le sugieran qué, sin duda le recomendaría a Borges. Muchos de mis amigos me dicen que es complicadísimo, que está lleno de enredijos y trampas, y no le voy a mentir, ese señor podía hacer eso. Lo cierto es que era un hombre ciego que vivía su vida dentro de una biblioteca y que no entendía del todo el mundo, por eso tuvo que hacer otro. Ese otro era un mundo enorme, irónico, a veces inimaginable, con otros mundos dentro de ese mundo, a veces hasta contradictorios.

Lo primero que yo leí de él fue hace ya muchos años, y era un cuento que se llama “La escritura del Dios”. Lo leí suelto, en hojas fotocopiadas, pero viene en “El Aleph”, de 1949. Este cuento narra los sufrimientos de un sacerdote presuntamente maya o azteca que fue apresado por las tropas de Pedro de Alvarado. En un momento de lucidez, recuerda la posibilidad de descifrar una sentencia escrita por un Dios en las manchas del jaguar. Decir esta sentencia lo volvería todopoderoso, y le permitiría acabar con Pedro de Alvarado y con su encierro, pero al pensar en todo, dejó de importarse a sí mismo. Casi no duermo después de leer eso. Me impactó sobre todo una frase: “Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero: decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y las tortugas que devoró, el pasto del que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra”.

Cosas como “todo”, “siempre”, “tiempo”, “eternidad”, “laberinto”, “Dios”, “tigre”, “espejo” se encuentran por toda la literatura de Borges como si fueran pistas para descifrar (o para nunca hacerlo) acaso un lenguaje misterioso, especial, casi inaccesible. Cuando leí el Aleph, me imaginé un poco el parecido que tiene con nuestra idea del internet, ese lugar en el que, en teoría, puedes ver todo, y todo está relacionado y disponible (esta idea también se encuentra en “El libro de Arena”, que es un libro infinito). Claro que en el cuento, el Aleph muestra todo de forma simultánea, lo cual lo hace aún más increíble y terrorífico: “…vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara…”

Octavio Paz decía que Borges ofreció sacrificios a dos deidades normalmente contrapuestas: la sencillez y lo extraordinario; lo natural que nos resulta raro y lo extraño que nos es familiar. Por supuesto la obra poética de Borges también es monumental. Por eso mi selección musical de esta semana no será una canción, sino un poema del autor argentino. También le voy a compartir el único poema inequívocamente romántico de Borges, nomás para que no me ande acusando que lo pongo a leer cosas complicadas. Mientras sígame en tuiter, @albantro y siga la cuenta dedicada a Jorge Luis Borges, @BorgesJorgeL. No se va a arrepentir. Disfrute, nos leemos el lunes.

EL AMENAZADO

Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.

¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,

la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para

cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad,

las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven

amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos,

la noche intemporal, el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.

Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta

a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por la ventana, pero la

sombra no ha traído la paz.

Es, ya lo sé, el amor; la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la

Memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.

Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.

Ya los ejércitos que cercan, las hordas.

(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto).

El nombre de una mujer me delata.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.