En las últimas semanas hemos visto diversas manifestaciones en el orden de lo político y moral que han desatado polémica, por un lado la visita del Donald Trump sigue siendo tema de conversación por las manifestaciones de rechazo que ha provocado en el país y desde luego por los efectos que trajo para México y Estados Unidos.
Por otro lado se encuentra el tema de los matrimonios igualitarios y la marcha convocada por el Frente Nacional por la Familia (FNF), que de acuerdo a sus argumentos dogmáticos, defiende la “familia natural” y expresó este sábado sus convicciones morales.
Vamos por partes, nos ocuparemos primero del tema de la marcha y haremos un breve comentario sobre el episodio histórico más abrumador de los últimos tiempos de las relaciones entre México y Estados Unidos con el propósito de capturar fotografías de lo que pueden convertirse en postales del retraso mexicano.
A ver estimados lectores, preocupa la manifestación del pasado sábado por dos motivos, primero porque los argumentos esgrimidos por los asistentes a lo que yo llamo la marcha de la intolerancia son absolutamente desproporcionados y sectarios y segundo, porque la iglesia católica ha tomado partido en un activismo político que no le corresponde.
Desde los años setenta la homosexualidad dejó de considerarse una “enfermedad mental” y la humanidad justificó (tristemente tenía que encontrar una razón) las razones para defender y ampliar derechos.
Dejó de ser poco a poco habitual atacar con la frase “enfermo/a mental” a los seres humanos con orientaciones sexuales diversas.
Fíjese usted que hasta hace pocos años, desconocía el tema, no fue hasta que en mis solitarias andanzas por la Ciudad de México, fui a parar a la biblioteca de Carlos Monsiváis y mientras acomodaba un par de libros que me interesaron leer (entre ellos The mexican muralist in the United States de Laurence P. Hurlburt), me asomé curioso a los títulos que un estudiante leía, recuerdo con timidez el acto, porque el joven estudiante se dio cuenta que observaba los títulos y no tardó en comentarme en voz baja el trabajo que realizaba.
El relato anterior viene a cuento porque el libro que me intrigó además del que leía, se llama “La sociedad gay. Una invisible minoría” de Juan Herrero Brasas, que por cierto le recomiendo leer, pues allí se documentan los episodios históricos de ésta comunidad que han sido desmontados y polemizados en diferentes momentos, hipótesis tras hipótesis se van descartando.
Lo que no se terminó con estos hallazgos, es la discriminación, intolerancia, injuria, hostigamiento, rechazo, violencia hacia las personas cuyas decisiones irritan y provocan la marcha de mexicanos de doble moral que concurridos en diversas ciudades del país, exigieron a la clase política rechazar la iniciativa de Peña Nieto entre otras cosas.
Estos mexicanos que imagino, asisten puntualmente cada domingo a misa de doce, que espero rechacen el machismo y procuren no permanecer las veinticuatro horas del día pidiendo perdón por sus pecados, han puesto de manifiesto de forma avasalladora su ignorancia, intolerancia y su incapacidad para dar lectura a los intereses nacionales, con toda la tormenta política y los graves problemas del país, el Frente Nacional por la Familia dejó en claro que es más importante (claro está, para ellos), atacar derechos respaldados constitucionalmente y discriminar monumentalmente al otro.
Le recomendaba el libro líneas arriba porque es muy esclarecedor e ilustra puntualmente los episodios históricos de la comunidad gay ante la intolerancia de diversas instituciones, la iglesia también tiene una participación importante, yo diría cuasi protagónica. Desde luego existe una amplia literatura sobre el tema, vamos a leer.
Norberto Rivera no solo desafía a las instituciones mexicanas, también a su propio líder, el Papa Francisco, porque fue el propio Pontífice quien declaró: “Si una persona es gay y busca al Señor y está dispuesto a ello, ¿quién soy yo para juzgarla?”
Muchas comunidades académicas alrededor del mundo han realizado estudios que documentan y enfatizan en dejar de asociar “violaciones a menores” o “desviaciones” inventadas y atribuidas a padres homosexuales.
Es triste que en la agenda, el famoso “Frente Nacional por la Familia” haya logrado colocar su sectarismo, si bien es cierto que estamos ante una democracia, hay temas que deben ser superados de una buena vez, ganaríamos tiempo sentándonos a leer y disipando profundos miedos antes de salir a las calles a generar titulares que en nada abonan a consolidar un país más justo para todos y todas.
Frases como “No es una marcha cristiana, es una marcha que defiende el derecho de los niños, el derecho de papá y mamá a procrear” pronunciadas el pasado sábado, dan pertinencia a varias preguntas: ¿quién ataca sus derechos de procrear?, ¿alguna ley les prohibió procrear?, ¿no es más alarmante 20 mil denuncias en un año ante el DIF por maltrato infantil de parte de las “familias naturales”?, ¿no es más apremiante ocuparse de que 60 mil niños y niñas han sufrido violencia física y psicológica en ciudades como Chiapas?, ¿no son acaso angustiantes e intolerables los datos que reporta la Encuesta Nacional de Violencia contra las mujeres?.
A todo esto también me pregunto, ¿no es más razonable angustiarse y exigir resultados a las autoridades ante los episodios de violencia ocurridos en los últimos años en el país?, la marcha me parece sencillamente, ociosa.
Clave digital
El otro tema es Peña-Trump, sin duda el movimiento en las preferencia electorales de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, preocupan y no por otra razón que no sea la económica y cuyos efectos serían desastrosos para el país.
Hace poco hice un ejercicio en el aula; pedía que imagináramos por un momento que somos ciudadanos norteamericanos y hemos estado expuestos al discurso de odio del candidato Trump que básicamente criminaliza a los mexicanos y un día, nuestro candidato es invitado a México por el presidente de ese país, es recibido con bombo y platillo y tratado como mandatario de otra nación.
El candidato nos ha prometido, en este ejercicio (en la realidad también), que hará que México pague por la construcción de un muro y que logrará decírselo a los mexicanos, la pregunta sería ¿el acto político sucedido en México, acaso no refuerza la idea de que Trump cumple lo que promete y todavía no es presidente?
De ese tamaño el error.
Ambos temas, creo que son postales del retraso mexicano, que entiendo como una fotografía de situaciones que los mexicanos no hemos aprendido a superar y dominar. Una por ignorancia, la otra por falta de valores cívicos elementales.
¿Usted qué piensa?, lo invito a que me deje sus comentarios a través de mi cuenta de Twitter, ya sabe @EduardoBarrios_, allá hablamos #DeTodoEnDigital.