Una marea verde recorre el país.

  • Manolo Victorio
Y con ella, la sororidad ha nacido

Las pañoletas verdes, los listones morados o magenta, son tela del estandarte que se blande en calles, escuelas, plazas públicas, parques y puntos de reunión, contra la violencia sexual, reproductiva, laboral, cultural, social y feminicida.

Esta violencia, oculta años atrás, visibilizada a veces, en justa paradoja, con violencia en pintas y atentados contra el patrimonio cultural de nuestras ciudades, ha reventado no como un gris capullo que se abre para dar paso a una mariposa; sino como un relámpago urgente, como una bomba molotov que le estalla al gobierno... y a la sociedad machista que somos.

Las mujeres gritan: ¡Basta ya! No quieren callar, quieren romper, quieren patear, gritar, arañar, tomar la calle, quedarse en casa, juntarse en cardumen verde o morado, la idea es sembrar una semilla de conciencia de lo necesario que es respetarlas.

El 8 de marzo de este 2020, esta primavera verde ha reventado. El país no debe volver a ser el mismo, reaccionario a muertes como la de Fátima, congregada en tribunal virtual para linchar a un asesino de Ingrid Escamilla, quien apenas el 9 de febrero fue desollada, cual trofeo de caza de una violencia irracional, por su esposo Erick Francisco Robledo Rosas, en un acto que conmocionó al país, volcado en las redes sociales por dos semanas.

La guadaña virtual, aceitada, afilada por el número de tuits, retuits y likes en las redes sociales, que se disparan en generación espontánea hasta alcanzar los trending topics, los picos más altos en los diez temas más importantes del día, rindió homenaje a la saxofonista oaxaqueña María Elena Ríos, quien denunció que hace seis meses fue quemada con ácido por su expareja el exdiputado Antonio Vera Carrizal.

Y el testimonio eriza la piel, cuando una mujer menudita pero valiente, dijo que volvió a ser una niña, a depender de sus padres, que las ganas de vivir menguan cuando las quemaduras, en doloroso proceso de cicatrización, a veces se le expanden, originándole una comezón desesperante, desquiciante, enloquecedora, que la mete en el oscuro callejón de la depresión, negra antesala del suicidio.

Las mujeres han dado a luz un movimiento libertario, más allá de filias y fobias oficiales que buscan etiquetarlas en el corral difuso del conservadurismo.

Han sobrevivido a campañas, contracampañas y manipulaciones que buscan callarlas, dejarlas en espacio silente.

Ahora, sólo les queda acompañarse en el autobús, antro, salón, fábrica, vagón, pesera, combi, parque, calle y plazas donde el peligro acecha.

Este acompañamiento será, aunque sean desconocidas, unidas por este miedo colectivo que ya mostró el músculo.

La sororidad ha nacido.