Corrupción, la gran enfermedad de México

  • Eduardo Barrios

Pesa aceptarlo como mexicano, pero hay que decirlo y en voz alta: la corrupción es la gran enfermedad y el tema que aqueja a México, no de hoy, no de ayer, es un sistema que lleva años sosteniendo la enfermedad y sus daños colaterales.

Por eso, hoy es sorprendente encontrar políticos comprometidos con verdadera vocación de servicio y en cambio abundan los Moreira, Duarte, Borge y así la lista interminable.

En nuestra vida cotidiana vemos sujetos empeñados en alcanzar un puesto de poder, no por verdadera vocación y espíritu de servicio, sino porque alcanzar esos lugares significa una vía rápida de enriquecimiento a costa de lo que sea.

Y cuando digo “lo que sea” entendemos que ello implica forzosamente actos de corrupción, derivados de favores entre la clase política que lleva a preservar los privilegios. Nada nuevo, cierto, pero si revelador para las nuevas generaciones que deben combatirlo.

Le doy el dato, México ocupa el lugar 95 entre 168 países del Índice de Percepción de Corrupción a nivel mundial y el 11 entre 22 países de América Latina, de acuerdo a un estudio publicado por Transparencia Internacional.

El estudio indica que aquellos países más cercanos a los últimos lugares (100), son menos corruptos.

Entre los 34 países que conforman la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), México ocupa el lugar 34, aquí la perspectiva cambia, aquellos con menor índice de corrupción, son los cercanos a los primeros lugares.

Comparativamente hablando, México se mantiene 86 y 79 lugares separado de los socios económicos con mayor relevancia en el contexto internacional, es decir: Estados Unidos y Canadá.

Si bien es cierto que el tema de la corrupción es un mal contemporáneo ya que el 68 por ciento de los países tienen un elevado índice de corrupción y ninguno se salva del tema, eso no es lo neurálgico del tema, sino el reconocimiento de aquellas prácticas que lo combaten.

La promesa del desarrollo, la equidad, el estudio para ser mejores personas, se desvanecen entre los sueños rotos de miles de egresados de universidades que hoy, no encuentran empleo y sufren por alcanzar el espacio que alguien más compró o traficó.

Si, la corrupción cuesta, dinero y vidas. Por corrupción se dan manotazos a crímenes y se quedan impunes millones de casos que son llevados ante la “justicia” que de justicia solo tiene el nombre.

Pero vamos al contexto local, en Veracruz la corrupción vive sus días de plenitud, se encuentra encarnado en lo más profundo del sistema político, por eso hoy vemos apellidos como políticos y no políticos que busquen forja un nombre a base de trabajo.

En la dinámica de la corrupción los políticos veracruzanos han comprendido que para llegar a una curul hay que conseguir dinero para comprar al líder político de su partido quien lo favorecerá con una candidatura, no anda muy lejos la lógica del resto del país.

La política a la veracruzana incluye también un cerco fuerte de colaboradores que legitiman el podrido y mal oliente sistema, que compran títulos y amedrenta a autoridades académicas para hacer sus fechorías.

Por la corrupción tenemos un país en crisis, al igual que las desapariciones o ejecuciones el tema ha comenzado a normalizarse. ¿Cuántos años más necesitan los ciudadanos de este país para entender que el tema nos ha lastimado casi de muerte como sociedad y que comienza a combatirse desde uno, en casa? ¿Cuántos?