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Recuerdos...

Hace poco, mientras estaba en clase, respondí una llamada, me levanté del asiento con la intención de salir del salón para no interrumpir la clase.

Cuando estaba por salir, escuché que alguien gritaba y decía:"¡mamá, mamá!

Mi respuesta fue: ¿Quién habla?

El grito fue más alto en decibeles: "mamá, soy yo, tu hija".

Entonces reaccioné con fastidio, esto ya lo había vivido antes (hace cinco años) e incluso en aquella ocasión escribí una nota para el diario Excélsior y pasé el audio en el noticiero de Pedro Ferriz para dejar testimonio de cómo intentan chantajear a quien por miedo cede.

Mi respuesta con voz de enojo fue: ¡No tengo tiempo para extorsiones, caramba!

Después leí una nota en la que se informaba del secuestro que vivió la reconocida periodista chilena Mónica González y entonces recordé otro episodio vivido un 30 de diciembre.

Al igual que a Mónica, una llamada alertó a mi prima. Fue al medio día, una voz de hombre rudo le dijo que era policía, que desde su teléfono se había denunciado a un capo de los organizados que había sido "abatido" por la policia estatal en Orizaba, que los zetas ya iban para su casa, que se saliera, que se fuera a un lugar público.

Ella, mi prima, tomó a los niños que tenía bajo su resguardo y sin más salió de la casa.  No sabía qué hacer, no pidió ayuda. Sólo pensaba en los niños y se fue a una plaza comercial. Intentó avisar a la familia, pero no supo explicar lo que pasaba.

Cuando retomó la llamada, el tipo le gritó que no volviera a colgar, que no se despegara del teléfono y que pagara tiempo para un celular.

A partir de ahí mantuvo el celular pegado a la oreja durante 16 horas. Le daban órdenes cada 15 minutos y ella se movía a donde le decían.

Fue a un centro comercial, luego a un supermercado y finalmente a una casa de huéspedes de mala muerte.

La familia entró en shock, les pidieron dinero por los niños. Se dio aviso a la policía, la policía nos mandó a recorrer hoteles y dijo que era un secuestro virtual, que no estaban en poder de nadie. Nadie le dijo a la familia que presentara denuncia, pero lo hicieron.

16 horas de infarto. 10 horas recorriendo hoteles y casas de huéspedes, cuartos de estudiantes. Y la única, la única casa en la que no buscamos, ahí estaban.

En ese lapso las llamadas exigiendo el dinero.

Una llamada espeluznante: "¿ya tienen el dinero?

  • Sí, tenemos 10 mil pesos y el auto.
  • ¡No, no quedamos en eso! Quedamos en que me darían 100 mil pesos.
  • Pero les dijimos que les daríamos el auto y los 10 mil pesos, que no tenemos más.
  • ¡No se hagan pendejas! ¡Nos dan el dinero o se los lleva la chingada! ¡A ver a qué niño quieren que le corte el dedo, qué niño! Mejor le cortamos la mano, o quieren el brazo! ¡Mejor les mando la cabeza o en pedazos!

En ese punto, todos estaban blancos y no eran capaces de cortar la llamada.

Finalmente, mi prima y los niños regresaron al otro día, le habían dicho que ya no había peligro.

Creo que las redes sociales y la presión obligaron a alguien a "perdonar" el pago.

Eso ocurrió hace 4 años y desde entonces ese método de obtención de dinero fácil sigue funcionando. No hay nadie capaz de parar a los delincuentes.

Eso ocurrió hace unos días en San Cristóbal, Chiapas. Sigue funcionando.

Virtual o no virtual, psicológico o no, los secuestros ocurren. Es un negocio redituable  y los ciudadanos continuamos expuestos a cualquier modalidad de la delincuencia.

Las autoridades siguen ocupadas en comprar casas en Texas o Miami, acumular riquezas, en campaña política, en campañas de defensa, en grillas, en adquirir productos de proveedores cuates o fantasmas, en desaparecer dinero, en promover la imagen para el 2018, en negar y defender lo innegable e indefendible, en pagar entrevistas en medios nacionales, en buscar la protección de los grupos políticos, en jugar "fuercitas" con los enemigos.

En eso ocupan la mayoría del tiempo.

Y usted, ¿de qué delito ha sido objeto?

@verodanell