El sexenio y la historia

  • Eduardo Barrios

El sexenio agonizante lleva las piernas y los brazos heridos, pero se resiste a partir, después de todo la simulación es un arte y como tal debe sostenerse; llegado el momento, cederá.

Bermúdez Zurita asestó un golpe casi mortal a Javier Duarte, la seguridad nunca anduvo bien (tampoco ahora), no extrañan por eso los comentarios que uno escucha de taxistas, amas de casa, trabajadores, ciudadanos pues, sobre el vacío de poder en el estado y la crisis de seguridad, entre otras cosas, que hereda el gobierno saliente y donde la ausencia de Bermúdez, no les significa absolutamente nada.

De ese tamaño es el vacío. Un gobierno solo, parado frente a miles de reflectores, mirado con ojos de recelo y señalado por muchos, atrapado en un pasillo oscuro, con las manos y los rostros alumbrados por cientos que hoy, les piden cuentas.

Hiere a la sociedad la guerra de poderes que se lleva a cabo en la entidad.

Es cierto, el gobierno saliente es por mucho, el peor del que se tiene memoria, es un pensamiento ampliamente compartido y que no se puede desechar ni ahora, ni con el transcurrir de los años, en todo caso, deberá colocarse en un papel sino central, importante para juzgar en el tiempo.

Al parecer al gobierno de Javier Duarte no le importó la historia y de lo contrario, no supo maniobrar con éxito su trayecto por los pasillos del máximo poder en Veracruz.

Para la mitad del sexenio, varios allegados al gobernador advirtieron de las decisiones desproporcionadas de Duarte de Ochoa, incluso, familiares cercanos dijeron desconocerlo.

¿Qué pasó en el medio? Conversaba con un amigo historiador (de quien me reservo el nombre) que me exponía según su criterio, el momento que vivimos y decía convencido:

“Cuando la política entra por la puerta, la historia sale por la ventana”.

Afirmó en aquella videocharla, que para él no se debe juzgar la cultura del pasado con los ojos del hoy, es cierto, hay que meterse en el pensamiento social y cultural de la época que se analiza.

Cierto es también que el trabajo del historiador debate por inscribirse en los cauces de lo inmediato como el periodismo, a través de la historia inmediata, indaga y pondera con un enfoque transversal. Tras varios años, finalmente voltea a mirar el lugar que ha quedado para los protagonistas de esos momentos, porque la época no es historia, sino presente.

Sin duda el material periodístico y las percepciones de estos tiempos, son claves que delinearán el sexenio.

Queda decir, para abonar a la documentación, que no se puede ocultar el desastre, la indiferencia, la omisión, los excesos, el autoritarismo, el secuestro institucional, vamos, la forma de hacer política a la veracruzana que imperó durante más de ochenta años y que alcanzó a muchas generaciones.

Si usted no lo cree, puede ir a pararse al Congreso de Veracruz, quedará perplejo de ver a las generaciones de jóvenes priístas que, ideologizados y ciegos, desprecian la diferencia y a quienes se oponen a los excesos.

Heredan las lecciones de cinismo y prepotencia, saben lo que está mal y puede mejorarse, pero se repliegan en el yugo rojo que los cobija. 

¿Alguien se acuerda de los logros de la administración?, fueron tantos los tropiezos que hoy, nada de eso puede ni podrá exaltarse, hoy vemos, apasionados el desastre, en la historia quedará marcada esa visión porque miles hemos sido testigos.

Cabe preguntarse, con tantas libertades reducidas, daños económicos, desaparecidos y muertos ¿qué papel le queda a este gobierno?

En el presente el juicio se encuentra abierto, vendrá más adelante el balance del sexenio y la historia.

Lo invito a que me deje sus comentarios en mi cuenta de Twitter @EduardoBarrios_, allá hablamos #DeTodoEnDigital.