La lucha contra el maltrato animal y la protección de las especies no humanas es también un acto de justicia hacia los niños, niñas y adolescentes, es un acto de justicia generacional, porque el mundo que creemos es también el mundo de los que vendrán.
Así, no puede existir la paz para el hombre con violencia para los animales, ni la paz para los animales con violencia hacia las personas, pues todo está interconectado. Porque la violencia es solo una y todos somos parte de un solo mundo. El Catecismo afirma en este sentido que « es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas».
El Papa Francisco en su encíclica “Laudato Sí” nos recuerda que, “cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal, nada ni nadie está excluido de esa fraternidad. Por consiguiente, también es verdad que la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas.
Todo ensañamiento con cualquier criatura « es contrario a la dignidad humana ». No podemos considerarnos grandes amantes si excluimos de nuestros intereses alguna parte de la realidad: «Paz, justicia y conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados, que no podrán apartarse para ser tratados individualmente so pena de caer nuevamente en el reduccionismo». Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra.
Así las cosas, en la homilía pasada el Arzobispo de Xalapa, dice que hoy en día se protege más la vida de los animales que la de los bebés, ello con relación a la ley que protege la vida desde la concepción, misma que fue aprobada en la sesión pasada donde también se presentó una ley muy completa de protección animal lo que quizá le fue molesto, le he puntualizado que no es que se proteja más a los animales que a los bebés, ambas son vidas y tienen un valor incomparable. Muchos animalistas somos católicos y luchamos por el respeto a la vida en todas sus formas y por supuesto eso incluye a los niños. Legislar por los derechos de los animales es legislar por las mujeres, por los niños, por los más vulnerables. Si a un ser humano se le inculca desde pequeño el respeto y amor por los animales, difícilmente de adulto realizará un aborto pues apreciará el valor de la vida. No es ponderar un derecho sobre otro, le repito todo es importante para vivir en sociedad como lo marca el derecho; con respeto y armonía.
Como anécdota, en 2007, nos acercamos precisamente a este arzobispo con la esperanza de que se pronunciara en contra del embalse de toros en Tlacotalpan, pues nada puede haber de religioso en maltratar animales como se les maltrata en esa fiesta o en otras donde han existido muertes humanas en honor a una virgen, la biblia no habla de eso, por el contrario, son espectáculos que ya están rebasados para estos tiempos. Y su respuesta en ese entonces fue tajante y grosera, como ahora, se sigue observando una política de exclusión lamentable de su parte, muy contraria a la palabra y acción de Dios, y aunque respetamos su punto de vista, sus palabras pueden confundir a la opinión pública.
La respuesta que le enviamos de parte de Movimiento Consciencia y la Red Internacional Antitauromaquia, es que precisamente pensando en los embriones por nacer, en los niños y niñas y en las próximas generaciones por venir que defendemos la responsabilidad del ser humano sobre el resto de criaturas de la creación. Luchar contra el maltrato animal es luchar por un mundo menos violento, porque la violencia es la misma, solo cambia el destinatario de la misma. Luchar por la preservación de las especies, es luchar por la preservación del equilibrio que nos mantiene vivos a nosotros y a las generaciones futuras.
Hoy la iglesia, menciona la encíclica, no dice simplemente que las demás criaturas están completamente subordinadas al bien del ser humano, como si no tuvieran un valor en sí mismas y nosotros pudiéramos disponer de ellas a voluntad. Los obispos de Alemania enseñaron que en las demás criaturas “se podría hablar de la prioridad del ser sobre el ser útiles. El catecismo cuestiona de manera muy directa e insistente lo que sería un antropocentrismo desviado: “Toda criatura posee su bondad y su perfección propias (…) Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinita de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas”.
Sería bueno que las jerarquías eclesiásticas locales adopten la postura del Papa Francisco quien sí ha mostrado congruencia en sus actos y en sus palabras y quien en vez de excluir, suma como buen líder y sobre todo, es respetuoso de la vida en todas sus formas, externándolo abiertamente.