Las campañas

  • Alberto Delgado

Si está leyendo esto, significa que usted y yo, amable lector, hemos sobrevivido a la peor de las campañas políticas de las que se haya tenido memoria en Veracruz, y que estamos a unos pocos días de enfrentarnos a las urnas para dirigir los destinos del Estado, destinos que son cualquier cosa, menos prometedores.

“Un pesimista más”, dirá usted. Pues sí. Pero no es de a gratis, fíjese. Porque desde que inició abril, nuestros candidatos a gobernador y luego los que quieren ser diputados se la han pasado bombardeándonos de una cantidad de estupideces que bien merecen un recuento. Hago notar, antes que empiece usted a reclamar, que los candidatos que mencione son de los que me acuerdo, en el orden en que me da la gana, y, básicamente, porque puedo.

La mejor de todas fue Alba Leonila Méndez: Nuestra Elizabeth Morales región 4 recorrió el estado con una caja de huevo al hombro, y recordándonos a todos hasta el cansancio que nunca tuvo para “la medicina” o para “el zapato”, sosteniendo como único argumento para votar por ella, que es mujer. Sus propuestas son  cosas que se supone que ya existen, aunque no funcionen.

Nadie con más entusiasmo y alegría en la campaña que Don Armando Méndez de la Luz. Su sonrisa eterna iluminó todo el territorio estatal. Bueno, no.

Uno de los casos más curiosos  fue el del Pipo Vázquez: No me imagino los tortuosos meses de terapia de lenguaje que tuvo que pasar para poder decir en televisión: “micha y micha sin moches”.  Su campaña nació para declinar a favor de Héctor Yunes, pero el Pipo siempre será para mí un ejemplo de que a pesar de las adversidades, a pesar de tener menos vida que cualquier estatua o maniquí en Xalapa, siempre te puede hacer caso una chica guapa. Sin duda una inspiración.

Cuitláhuac García nos mostró que lo mejor que tiene son sus pasos de baile. Y la fe de la gente de MORENA. La verdad sí era chocante verlo en los debates con esa sonrisilla de quien se siente más listo que los demás, pero siempre lo ponían junto a Bueno Torio. Así hasta yo me siento listo.

Héctor Yunes Landa y Miguel Ángel Yunes nos han enseñado la lección más importante durante esta campaña: que la familia es algo que hay que procurar, cuidar, promover, no sea que se termine volviendo algo tan feo, tan sucio y tan vergonzoso como la familia Yunes. A esos muchachos no les importó desprestigiar a hermanos, sobrinos, hijos, primos, o lo que se les atravesara en el camino (la última víctima,  por ejemplo, fue el pobre Diputado Joaquín Guzmán; Chapito, nunca vuelvas a decir: “mamacita chula” durante el sexo telefónico. Nunca. NO. Nunca).

Sus respectivas campañas fueron interesantes. La de Miguel Ángel porque tuvo que hacerse acompañar de sus viejos enemigos del PRD, y la de Héctor porque le invirtió más a la campaña en contra de Miguel Ángel que a su propia campaña. De propuestas ni hablamos. Si las tuvieron, se nos olvidó entre tanta porquería que se dijeron. Lo mejor fueron los videos de la hija de Héctor negando al tío. Como sea que quede la elección, la cena navideña en casa de la familia Yunes no va a tener el mejor ambiente el próximo diciembre.

Si algo hay que reconocerle a Javier Duarte es que tiene cierto nivel de coherencia. Desde el primer día nos demostró que ensucia lo que toca, y esta campaña no fue la excepción. Siempre estuvo aderezada  por los sesudos comentarios del “Gober Virtual” que desde tuiter se la pasó agrediendo a Yunes Linares y retuiteando a quienes agredían a Yunes Linares. Además hay que entenderlo un poco. Se estaba defendiendo.  Si los candidatos tuvieron algo en común durante la campaña, fue que todos, todos,  señalaron que Javier Duarte ha sido el peor de los gobernadores que ha tenido Veracruz. Ni Bueno Torio podría empeorar la cosa. 

Lo bueno de…

Que se acaben las campañas: Pues eso, que ya se acaban, que descansaremos un poco del acarreo, de la “Güerita que ayuda”, de las batucadas, de los discursos pobres de los candidatos;  descansamos del “Bueno” y del “Malo”, aunque sea por un rato. Pero ya hablando en serio, no se le vaya a ocurrir la grandiosa idea de no salir a votar o peor, de votar por un gato. Si quiere que algo pase, empiece a hacerlo. Porque si algo hay que reconocerles a nuestros políticos es que pueden con las críticas. No les afecta el repudio. Son inmunes a las marchas, al tuiter o a Facebook. El único momento en que usted y yo podemos hacer realmente algo, es cuando ejercemos nuestro derecho a elegirlos. Piénsele y vote. Pero vote.

Pues ya para terminar de reponernos de estas campañas, recordando uno de los momentos más penosos de las mismas, voy a recomendarles esta rola,  especialmente a algún diputado con algún tipo de afición a las llamadas exóticas (Chapito, no digas nunca “Mamacita Chula” no, no lo digas):

Sígame en tuiter (Si no quiere, no. No es obligación. Votar sí): @albantro