Berenice Maqueo /

El pasado 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer; es una fecha que nos recuerda que seguimos en pie de lucha por participar de  manera igualitaria en la sociedad.

Aprovecharé la coyuntura para compartir algunas reflexiones que he tenido con relación a la participación de las mujeres en las actividades de Physis Ciclovida. Para lograr tal cometido, pienso en tres ejes: el género, el uso de la bicicleta y la apropiación del espacio público. Ésta ecuación me conduce irremediablemente a la construcción de ciudades seguras para poder ejercer plenamente la ciudadanía. 

Por favor, les ruego no me malinterpreten, no parto de una posición hembrista que sitúa a las mujeres por encima de los hombres, más bien soy optimista al pensar que en la medida en que nos hagamos conscientes de los actos y las decisiones que tomamos en nuestro ámbito privado, se verá reflejado en el ámbito  público y entonces así podemos cambiar prácticas. Es justamente identificar cómo te encuentras frente al mundo.

Vamos por partes ¿Qué es eso del género? Es un concepto que pretende analizar las representaciones culturales de la diferencia sexual, esto es, biológicamente tenemos asignado un sexo, sin embargo la sociedad es la que se encarga de construir los cánones que nos definen, por ejemplo ¿cómo debe comportarse una mujer? y ¿cómo debe comportarse un hombre? ¿Les suena familiar que cuando nace una niña su ropa es rosa, o que cuando un niño quiere jugar con muñecas es objeto de burla y señalización por no realizar actividades propias de un hombre? Es así como vamos configurando la identidad y esculpiendo nuestros gustos, con ayuda de sistemas de creencias que delimita nuestra percepción.

Derivado de este proceso, podemos comprender la raíz de ciertas conductas,  sin el ánimo de justificarlas, sino más bien para desarticular posicionamientos que derivan en desigualdad de género.

A lo largo de estos dos años, en Physis Ciclovida hemos sido testigos del crecimiento de la población a los paseos nocturnos. No tenemos construido un indicador que dé cuenta precisa de las personas que nos reunimos, sin embargo, de manera empírica me atrevo a asegurar que es mayor la asistencia de hombres que de mujeres. Si planteáramos otra variable que refleje el número de mujeres que regresan rodando a su casa después del paseo seguramente la cifra disminuirá con respecto a la de los hombres.

En el Colectivo tenemos la tarea pendiente de crear y darle seguimiento a indicadores como los mencionados, sin embargo  con base en observaciones y conversaciones informales sostenidas con las(os) asistentes, esas circunstancias se hacen notorias. Situaciones como las descritas me llevan a formularme algunas interrogantes: ¿qué necesitan las mujeres para andar en bici? ¿cuáles son las condiciones que incentivan su uso? ¿qué hacemos como Colectivo para disminuir esa brecha de género? y ¿qué políticas públicas están favoreciendo la incorporación de la perspectiva de género en el tema de movilidad? De lo anterior, me centraré en las acciones que el Colectivo ha emprendido en la disminución de brecha de género en el acceso y uso de la bicicleta.

Con la premisa de que el conocimiento es poder, se han realizado dos capacitaciones en Ciclomecánica básica. El primer grupo fue con población abierta y el segundo dirigido a servidoras de la administración pública estatal. El objetivo principal fue empoderar a las mujeres, asumiendo la responsabilidad del uso de su bicicleta, no sólo en los beneficios de traslado, sino también en el funcionamiento básico y con ello evitar la dependencia masculina en la resolución de conflictos mecánicos.

Próximamente se lanzará la convocatoria para la segunda generación y esperamos contar con un número mayor de participantes, que asuman con conciencia responsable el uso de  su bicicleta.

Sobre la apropiación del espacio público, volvamos a otra interrogante. ¿Cuáles son las restricciones de género para el uso de la ciudad? Digamos que el uso de la ciudad trae implícito la adquisición por definición de ciudadanía, por lo tanto, toda restricción de género en la ciudad es una restricción a la ciudadanía.  Uno de los mecanismos para contrarrestar este efecto es apropiarse del espacio público. No obstante, debe ser un esfuerzo articulado entre la sociedad civil y las instituciones responsables. Con esto quiero decir que se trata de un trabajo colaborativo y atendiendo problemáticas específicas, legitimadas por la sociedad y los medios con los que el Estado tiene la atribución de contribuir. Esto es, ciudades seguras.

Sí, ciudades seguras. Ana Falú (2008)  señala “creemos que existe una continuidad respecto de los patrones de violencia que se ejercen en el mundo privado y en el mundo público. Tenemos la convicción de que las ciudades no son iguales para los hombres y para las mujeres; el ser hombre y ser mujer desde la construcción cultural, implica una distinta forma de mirarnos a los hombres y a las mujeres en la vida de las ciudades”.

Éstas líneas tienen la intención de hacer dos invitaciones. La primera es para re-pensar nuestros comportamientos en el nivel, micro, meso y macro, es decir, en lo personal, en la sociedad y en lo institucional para detonar procesos de cambio por una mejora cultural. La segunda es para animar a la población a tomar la bicicleta y hacer de ésta un agente de cambio cultural que engloba muchas causas de beneficio social. Nuestro próximo paseo se denomina “No cerramos las calles, las abrimos a la ciudadanía” justo porque creemos en que contribuimos a esta labor. Están invitadas(os) todas(os).