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Rosío Córdova: postura sobre violencia de género en UV

  • Redacción
Para exigir atención a las denuncias de agresiones y acoso dentro de la UV, estudiantes se reunieron en una mega marcha

El pasado 13 de octubre, estudiantes de la Universidad Veracruzana participaron en una mega marcha para pedir la expulsión de un estudiante de la Facultad de Antropología, el cual quitó un tendedero de denuncias dentro de la Unidad de Humanidades y amagó con una navaja a uno de sus compañeros. También para exigir la atención de denuncias de agresiones y acoso dentro de la institución educativa.

Por el caso, llega a la redacción la siguiente postura de Rosío Córdova Plaza:

NUEVOS AIRES CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA UNIVERSIDAD VERACRUZANA

Rosío Córdova Plaza

Instituto de Investigaciones Histórico Sociales

En agosto de 2021 buena parte de la comunidad universitaria recibió con beneplácito la noticia de que el nuevo ocupante de la rectoría de la Universidad Veracruzana sería el Dr. Martín Gerardo Aguilar Sánchez. No sólo es un científico social y humanista que planteó un compromiso con las bases estudiantiles y trabajadoras, sino que uno de los ejes fundamentales ofrecidos en su plan de trabajo, que es el que interesa a este texto, corresponde al establecimiento de condiciones para prevenir la violencia sexual y de género, así como el respeto a los derechos humanos mediante la garantía de inclusión, igualdad y equidad centrales en los ejes articuladores de su gestión.

Las mujeres que integramos dicha comunidad -estudiantes, académicas, trabajadoras manuales y administrativas- nos congratulamos de la incorporación de un compromiso que combatiere tan frontalmente la violencia cotidiana a la que nos vemos sometidas, tanto al interior de los recintos universitarios como por nuestros jefes y compañeros de trabajo y de aulas. Así, una de las metas consiste en “atender cada año el 100% de las quejas presentadas por violencia, acoso u hostigamiento con el propósito de garantizar el derecho a una educación libre de violencia de las mujeres, hombres y personas pertenecientes a la comunidad LGBTTTIQ+ (sic)”.

Tan esperanzador futuro para contribuir a frenar la violencia hacia las mujeres, sin embargo, no ha tenido concreción en su expresión más inmediata: las universitarias seguimos sufriendo todo tipo de violencia (sexual, laboral, institucional, simbólica) en un  ámbito que debería representar la vanguardia del pensamiento universal y ser, por tanto, la expresión última de libertad e igualdad para nosotras. Todo lo contrario nos demuestra lo sucedido el pasado diez de octubre en la Unidad de Humanidades, cuando en señal de protesta y hartazgo, las compañeras de las distintas facultades decidieron montar un tendedero -práctica empleada desde el movimiento “me too” para denunciar tanto a los violentadores como el tipo de violencia que ejercen- colgando carteles con nombres y delitos. Los tendederos tienen además la importante función social de decirnos a las mujeres que no estamos solas, que nuestro agresor ha cometido el mismo acto en otras ocasiones y con otras personas, de mostrarnos que la vergüenza y la culpa no son nuestras.

Aunque en varias ocasiones se habían colgado tendederos, una particularidad de este consistió en que un estudiante de la Facultad de Antropología arremetió navaja en mano contra uno de los carteles que lo señalaba como acosador y después amenazó con el arma blanca a compañeras y a un compañero que lo increpaban por su conducta. Esto fue la gota que desató el enojo de las estudiantes por tanto agravio.

Las quejas por acoso y hostigamiento no son nuevas. Desgraciadamente, tampoco el hecho de que las mujeres preferimos callar y pretender que nada sucede a tener que pasar por el calvario de la denuncia. La Unidad de Género no tiene suficiente peso como para ir más allá de “investigar”, cuando así conviene a las autoridades universitarias, para recomendar sanciones, las cuales consisten en amonestación, suspensión de un semestre o, en los casos más graves de los trabajadores, rescisión de contrato. Esta última sanción es poco socorrida y apenas se ha visto un par de casos en los últimos tiempos.

Pero, en suma, las mujeres nos encontramos siempre, ¡siempre! en posición de desventaja. No importa la juventud, el desempeño estudiantil, el prestigio académico, la trayectoria de excelencia, es más fácil culpar a las víctimas de “conducta impropia”, “falsear información”,  “provocación” o “venganza” que castigar a los verdaderos responsables, porque la violencia es una cuestión de poder dominar al otro o la otra, de obligarla a callarse. Se dice que debemos denunciar y ventilar públicamente los delitos de los que somos objeto, porque existen mecanismos como el protocolo de género o las fiscalías especializadas, pero eso entraña un costo a veces difícil de sobrellevar para las universitarias y, en general, para todas las mujeres. Los protocolos que se han vuelto casi indispensables en todas las instituciones son insuficientes y cosméticos, las fiscalías están rebasadas por el inmenso volumen de denuncias, aún cuando la cifra negra se considera de más del 95 por ciento, la revictimización y el señalamiento como mujeres “fáciles”, “locas”, “vengativas” es constante y, a la postre, no somos diligentemente escuchadas.

Sin embargo, es notable que las voces se estén unificando públicamente en una demanda auténtica y justa. No sólo están las facultades que integran la ex Unidad de Humandades, sino también la Unidad de Artes, Psicología, Odontología y Derecho, así como varias más que se han solidarizado con el paro de Humanidades y se unieron a la multitudinaria marcha del 13 de octubre que se plantó en rectoría para manifestarse contra el acoso y la violencia de género. No son tiempos de hacer oídos sordos.

Por ello, va mi agradecimiento a todas esas valientes jóvenes que se han atrevido a dar la cara por todas las mujeres de esta institución, a esos solidarios jóvenes que las han acompañado en su reclamo. Gracias a todas por ser nuestra voz, de académicas, manuales y administrativas, que nos hemos encontrado en ese lugar y nadie nos hace caso.

 

ys