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Ni nortes, ni lluvias frenan producción de cempasúchil en Medellín

  • Inés Tabal G.
Con anterioridad, productores de flor de cempasúchil se preparan para el cultivo que adorna los altares de día de muertos

*Fotografías | Guillermo Fernández

Un camino largo de terracería separa la casa de Alberto Marqués Quevedo de la carretera de Rancho del Padre, en Medellín de Bravo. El olor a flor de cempasúchil se respira una vez que entras al lugar.

Durante todo el mes de octubre los colores amarillo y verde pintan la parcela del campesino de 47 años, que desde hace cinco se dedica a la siembra y producción de esta flor, que adornará los altares de muertos de cientos de veracruzanos, que se trasladan más de 17 kilómetros para llegar a esta pequeña localidad de mil 161 habitantes.

El hombre alto, moreno y bromista, cuenta que esta actividad además de ser un ingreso para su familia, también forma parte de una tradición, pues fue su padre hace más de 15 años quien comenzó con la producción de cempasúchil y moco de pavo.

“Mi padre, antes de que falleciera, nos decía que siguiéramos sus pasos, que continuáramos sembrando, porque esto no es malo. Ahora mis hijos también les enseñó la siembra”, dice.

Todos los conocimientos los aprendió del él y ahora se encarga de transmitirlos a sus hijos, quienes también ayudan en el proceso de sembrado.

El cempasúchil y moco de pavo son elementos que no pueden faltar en las ofrendas para los difuntos. Los pétalos de la “flor de muerto” como también se le llama, se ocupan para hacer un camino desde la entrada de la casa hasta el altar. La creencia es que este sendero amarillo guía a las almas para llegar a la ofrenda.

Desde la época prehispánica se consideraba un símbolo de vida y muerte y actualmente es el sustento de las familias de Rancho del Padre, que cada año realizan la producción.

El proceso

Alberto forma parte de las cuatro familias de campesinos que se dedican a la producción de estas flores, desde julio preparan sus tierras para depositar las plantas.

Antes de eso, hacen germinar las semillas en viveros y cuando la planta alcanzó un promedio de 20 centímetros son trasplantadas a la parcela frente a su casa. Este proceso lo hacen por las tardes, para que el sol no la dañe y la tierra esté fresca, el rocío de la noche ayuda para que se revitalice.

Se llevan casi un mes en trasladar los retoños a la nueva tierra, en esta actividad también participan sus hijos de seis años. Son tres cuartos de hectárea que deben sembrar, para esto también ocupan mano de obra de mozos y tractores que limpian el terreno para que se la cosecha se dé en las mejores condiciones.

Después cuidan a la producción de plagas, riegan con agua cada día en tiempos de sequía, para que ambas flores alcancen un gran tamaño y estén listas para el corte que es a finales de octubre.

Lluvias y nortes dañan la producción

“El cempasúchil es más delicada que el moco de pavo”, asegura Alberto, y dice que las condiciones de la tierra y sobre todo el clima, deben de ser adecuados para que llegue a su madurez y no se “pase” como le llama a la pérdida de producción por las lluvias.

Esta temporada, los campesinos enfrentaron condiciones adversas por el clima. A inicios de la siembra sortearon la sequía, una parte de los productores optaron por no sembrar este año, debido a ese factor.

Gracias a que la familia de Alberto cuenta con un pozo de agua cerca de su casa, lograron salvar el producto, por las tardes junto con sus hijos salían a regar la tierra, ahora con la temporada de lluvia que azotó a la región, causó que la flor se pudriera.

“Nosotros llevamos un control, pero si nos llueve fuerte se nos acelera la planta y es lo que está pasando ahorita, con las lluvias”, agrega.

Aunado a eso, los nortes que prevalecen en la zona hacen que algunas de las matas se estropeen, por lo que deben estar atentos a su cuidado, esta temporada tuvieron 30 por ciento de pérdidas por estos factores climatológicos, esto repercutirá en el precio, ya que al haber menos producto incrementará el costo. Para este año el valor será de 150 pesos por rollo, un aumento de hasta 60.

Moco de pavo, la otra flor tradicional

Salvador Carvajal Cortes, es otro de los productores de Rancho del Padre, el hombre de 78 años tiene 12 de sembrar moco de pavo, fue el papá de Alberto quien le enseñó el proceso y a inicios habían conformado una asociación para cultivar y vender su producto en los mercados de Veracruz.

Actualmente, eso no es necesario, pues es tanta su popularidad que ya los clientes llegan a la puerta de su casa para llevarse el producto, e incluso, desde antes de la cosecha llegan a apartar la flor. Al igual que Alberto, este año planea subir el precio de los ramos, por la escasez de producto.

“No hay, está escasa, a muchos no se les dio, aquí venían a buscar la semilla y planta, pero pues no pude darles porque si no, me quedaba sin lo que iba a necesitar”.

A diferencia de Alberto, que siembra ambas flores, Salvador prefiere la de flor de moco de pavo, pues asegura que es más resistente y sin el riesgo de que se pierda la producción, sus hijas son la principal mano de obra que tiene en los tres meses que dura el proceso.

Aunque ellos son cristianos y por consiguiente no realizan altares, está contento de mantener la tradición por medio de este trabajo, que año con año brinda a las familias de Rancho del Padre un nuevo sustento, además de la siembra de frijol y maíz.

 

ys