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“Escuchamos golpes y gritos”: vecinos de Juana, asesinada en Xalapa

  • Isabel Ortega
Los vecinos la identifican junto a su pareja Albert, los dos eran chicos muy amables que saludaban a todos a su paso

Pasaban de las cuatro de la tarde del miércoles 20 de abril cuando los gritos de una mujer y golpes resonaron en la segunda planta de la casa marcada con el número 13 en la calle Aquiles Serdán de la colonia Guadalupe Rodríguez, en Xalapa.

Los ruidos eran habituales en la residencia de tres plantas con área compartida, aseguran los vecinos; pero en esta ocasión no se trataba de un simple pleito entre inquilinos.

Cuando se necesitaban de patrullas, los gritos de Juana Ovando pasaron desapercibidos.

La calle Aquiles Serdán hoy luce vacía. Los vecinos están recelosos con los extraños; ocasionalmente se ven abrir las puertas, las mujeres y hombres observan alrededor antes de salir a la acera y enfilarse hacia Ruiz Cortines o simplemente identificar a quien camina lento por el lugar.

 

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Un par de ellos relatan lo ocurrido, cuando Serger Hernández, quien pagaba renta, molesto por una discusión con Juana Ovando, de 21 años, la agredió físicamente hasta causarle la muerte.

En la plática una mujer pide justicia, dice que su vecina no puede ser una estadística más en Xalapa, donde cada día se escuchan reportes de agresiones, asesinatos y feminicidios.

 

“Hay que hacer un llamado al gobierno, no es la primera chica. Tú sabes que hay muertes por aquí, por allá y se vuelven una más”.

 

La joven originaria de Agua Dulce fue vista por primera vez en la zona hace poco más de mes y medio. Los vecinos la identifican junto a su pareja Albert, los dos eran chicos muy amables que saludaban a todos a su paso.

 

“Sabemos que querían estudiar... yo los empecé a ver hace como dos meses o mes y medio, a veces se escuchaba cuando la llamaba su novio, le decía Johana, pero nada más, no convivimos con ellos, no sé el nombre del joven. Después de la desgracia solo vino a recoger sus cosas y se fue”.

 

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Una de las vecinas cuenta que se enteró del feminicidio por una transmisión de Facebook, aunque dice no conocer a todos los inquilinos del número 13, confirma que cuando salieron a la calle para ver lo que ocurría, los policías les exigieron regresar a su vivienda. Solo lograron ver las sirenas y las tiras amarillas que se colocan para prohibir el paso a los ciudadanos.

Otra mujer relata que los gritos y las peleas eran habituales en esa casa. Al menos cada ocho días se escuchaba a los arrendatarios de la cuartería discutir por peleas de pareja o con las otras personas con las que convivían.

La casa tiene seis espacios o recámaras que son habitados por parejas, personas solas y hasta familias.

 

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“Aquí ya había venido varias veces la policía, sino era porque se peleaban, era porque la mujer ya quería dejar al marido, o porque la esposa no dejaba entrar al marido”, comenta la mujer, que dice que al principio era molesto escuchar esas disputas.

La casa era de una familia que la vendió hace cuatro años, entonces el inmueble se acondicionó como un espacio para alojar a inquilinos. La llegada de nuevos vecinos generó incertidumbre entre las familias de la calle, pues en ocasiones los jóvenes se alcoholizaban y peleaban sobre la calle empedrada.

La queja recurrente de los vecinos con arraigo, hacia los nuevos dueños solo los llevaba a cambiar de inquilinos, “les pedían el cuarto, sacaban a los dizque problemáticos y metían a otros, pero era lo mismo”.

En ocasiones las unidades de seguridad pública sólo llegaban a poner orden entre las personas que discutían y se retiraban, “con anterioridad habían venido en octubre. Se peleó una pareja y se los llevaron detenidos. Algunos se sentían ejecutivos, decían que eran hijos de diputados y que no se les podía hacer nada”.

 

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Ante la actitud agresiva de algunos de los arrendatarios hacía los vecinos, los llevaban a encerrarse cada que escuchaban la sirena de las patrullas, pues en ocasiones, envalentonados por el alcohol, solían a amenazar a todos los que los observaban a fuera de su casa. Era habitual que la policía acudiera para llevarse o amonestar a quienes alteraban el orden.

A pesar de que los gritos solían ser “habituales” los vecinos se dicen consternados, tristes, preocupados y hasta afligidos por lo ocurrido.

 

Quien era el agresor

Seger Hernández llegó a vivir a la cuartería con su esposa y dos hijos menores de edad. Ellos arribaron a Xalapa hace poco más de seis meses; solían vender dulces, como palanquetas y alegrías, y después empezaron a comercializar hielitos que le compraban a una vecina, para luego revender en los parques.

La historia que llegaron a contar a Xalapa es que él era maestro de Orizaba y que había pedido un permiso sin goce de sueldo, sin embargo, estaba analizando la posibilidad de pedir un cambio de plaza, “nos contó que quería arreglar sus papeles para dar clases acá”.

 

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La familia vivía en uno de seis cuartos de la casa en la que tenían que compartir espacios en común como la cocina y la sala. La versión de la pelea es que uno de los niños se tomó la leche que estaba en refrigeración; eso generó la discusión entre Johana y el papá,  quien terminó por asfixiarla y provocarle heridas punzo cortantes.

 

“Pueden tener todo el cuidado, pero una de malas va a pasar. Ellos alegan que fue por una leche, la niña se la tomó y Joana discutió. Imagínate la intolerancia. Yo conviví con el agresor”.

 

El presunto homicida salió de la casa, sin embargo, lograron detenerlo, “aquí no lo agarraron, se dio a la fuga. Con la ayuda de su esposa, o no sé cómo estuvo, lo agarraron. Su familia, la esposa y los niños, se fueron desde ayer con sus suegros a Orizaba”.

Seger Hernández permanece detenido y en las próximas horas sería presentado por el delito de feminicidio. El de Juana Ovando es uno de al menos 22 que registra Veracruz en lo que va del año. La violencia feminicida hoy se adueñó de la capital de Veracruz.

 

 

 

FP