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Cultivo de Sandía, luz de esperanzas para familias del Zapote

  • Nayra Rivera / Antonio Marín
Rodeados de playas exclusivas y enormes casas que sirven de atractivo turístico, así viven en Zapote las familias que trabajan la sandía

Playa Zapote y El Zapote comparten muchas cosas, el nombre, sus colores vívidos, la calidez de su gente y el amor por la sandía, fruta que desde hace muchos años es la esperanza para decenas de personas, que la cultivan en lomas y valles de la zona.

En este rincón del municipio de Alvarado, en Veracruz, tres kilómetros separan a una comunidad de la otra, distancia necesaria para observar las diferencias sociales en las que se mantienen.

La primera es una playa privada en la que decenas de personas acuden dispuestas a gastar miles de pesos, y la otra duna pequeña comunidad que vive de la agricultura y la ganadería.   

 

 

Justo ahí, a unos metros de distancia, donde se asoma el sol detrás de árboles tropicales reverdecidos por las lluvias de temporada, se encuentra la siembra de Pedro (Pedrín), un agricultor reconocido por gran parte del pueblo alvaradeño y un fiel creyente de que el querer es poder.  

 

 

Los últimos 10 años de su vida los pasó rodeado de la fruta que combina los colores de la bandera mexicana y la dulce miel natural. Antes era policía estatal, pero reconoce que el campo es más noble que la corporación. 

Por esto, junto con su esposa Inocencia y sus tres hijos se mudan cada cosecha a la pequeña choza hecha de postes de madera y paredes de lámina, rodeada de largas matas de sandía que crecen a ras de suelo.   

A Inocencia no le importa tener que cocinar al aire libre y esperar hasta que se puedan cosechar las más de tres hectáreas de sandía “Sugar” que llevan casi 100 días sembradas.   

 

 

Es el segundo de los intentos que hacen por tener ganancias del fruto en 2021; las secas de inicios de año casi logran que la familia deje de sembrar para buscar otra fuente de ingresos. La sandía no se vendió bien. Pedrín no quiere dejarla. Confía que como en el 2018, todo se venderá al mejor precio. 

 

LA SEGUNDA SIEMBRA DEL AÑO: NUEVA ILUSIÓN  

Hasta el fogón llega don Piro, un hombre mayor que al igual que Pedro y otras 15 familias del Zapote (mil 112 habitantes), se dedican a sembrar el gran fruto. Hablan de la cosecha que será en menos de 10 días y por la que todos se preparan con días de antelación.  

Llegar a este punto les costó jornadas extensas: luchar contra plagas, tantear las lluvias y ahuyentar a coyotes que se comen a mordidas las sandías.

Los mamíferos que aúllan a la luna no son los únicos coyotes con los que tienen que lidiar, también lo hacen con los compradores que llegan a pedir más por menos. Van a “regatear”.  

- ¿Ya sabes en cuanto la vas a dar? La tonelada, dijo Piro a Pedro.  

- Pues he estado preguntando a varios y va a estar como a 2.50 o 2.70 pesos el kilo, respondió el hombre de tez morena y piel curtida por el sol.  

Pedro sabe que cuando la fruta está en su punto llegan los camiones vacíos y en ese momento deben cortar y acarrear una por una las sandías que pesan entre tres y ocho kilos. Si ya están cortadas, compradores regatean el precio hasta la mitad de lo acordado.  

 

 

Él, sus hijos, su esposa y alrededor de 10 trabajadores hacen una cadena humana. Las sandías vuelan por los aires desde el tallo peludo de la planta, hasta la carrocería de alguna camioneta que viajará al mercado Malibrán a Puebla o Xalapa, donde comerciantes triplican o cuatriplican el precio.  

Por otro lado, quiénes cosecha a cosecha suben la loma, que Pedrín renta para sembrar por cuatro mil pesos la hectárea,  a regar o cargar sandías, ganan 250 pesos y un plato bien servido de lo que Inocencia preparó en el fogón ese día. 

Su horario es de siete de la mañana a una de la tarde, narró Pedrín “y si hay que quedarse más, se les pagan horas extra, es lo justo”, añadió. 

¿No le gustaría a usted, doña Inocencia salir con su camioneta y vender sandías?  

-Claro que me gustaría, respondió. Me encanta ser comerciante, vendo productos por catálogo en el pueblo para apoyar con los gastos de la casa. Pero en la cosecha tengo que estar aquí. 

Inocencia y Pedro ya tienen la primera dosis de la vacuna anticovid, pero la tercera ola de contagios amenaza las ganancias de este año. Temen que sus colaboradores tengan que cerrar o restringir nuevamente los mercados y centrales de abasto.  

 

 

El estado de Veracruz se mantiene en semáforo epidemiológico color naranja. Esto puede representar una cancelación en sus pedidos. La zona conurbada cierra calles y sus clientes dejan de salir.  

Cruzan los dedos. En juego está la inversión que hacen por temporada. Pedrín tiene una parcela de 3 hectáreas que al igual que Piro y la mayoría de los productores de sandía, las renta. Compra dos libras de semillas, paga por adelantado la renta e invierte en abono y plaguicidas. ¿El total? 54 mil pesos, 18 por cada hectárea. 

 

¿POR QUÉ ES DIFÍCIL SEMBRAR EN SUS TERRENOS? 

Invertir en la siembra de la sandía es una moneda al aire para los agricultores de Zapote. Saben que pueden salir vencedores o simplemente la suerte no estará de su lado. Necesitan sacar, al menos, lo invertido en la renta de las parcelas.  

No son lugares cualesquiera. Por su posición geográfica, por el tratado de la tierra y las condiciones climáticas, son el lugar idóneo para que dos veces al año se coseche la sandía que puede ser exportada hasta el país vecino del norte, Estados Unidos a precios que no siempre benefician al sembrador.  

 

 

La venta de la sandía es uno de los principales mercados en México. Al menos 28 estados la siembran, entre ellos destacan Sonora, Chihuahua y Jalisco, según un estudio de Seminis, grupo que se encarga a ayudar a sembradores en el país.  

Tanto Pedro y Piro tienen claro que en Zapote las hectáreas tienen dueños. Personas que no venderán porque no les conviene. Ganan por tierras que no siembran y reciben los apoyos de Procampo. Ellos están dispuestos a rentar. 

 

“A como están las cosas es difícil comprar una parcela por lo poco que vamos obteniendo”, dijo Pedro.

 

De querer adquirir una sola hectárea necesitará ahorrar al menos 200 mil pesos.  

Las principales búsquedas de internet para “precios por hectárea en Veracruz” arrojan que dependiendo la zona podría costar hasta un millón de pesos. Dinero que gran parte de la población mexicana no tiene.  

Más de cinco mil veracruzanos viven con rezago educativo, de salud, de seguridad social, de vivienda y de alimentación, por lo que tener acceso a un millón de pesos, lo ven casi imposible.  

 

 

De acuerdo con el último informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el porcentaje de personas en pobreza pasó de 60.2 a 58.6 por ciento, y el de la población en extrema pobreza de 16.1 a 13.9 por ciento.   

No obstante, a pesar que los números reflejan una disminución en los niveles de carencias para los veracruzanos, el informe asegura que los cambios estadísticos no son significativos, pues el estilo de vida se mantiene.  

Inocencia lo tiene claro. Apoya las decisiones de su esposo, pero siempre opina y le da razones para crecer como empresarios de la fruta.  

Mientras esperaba ansiosa la llegada de Pedrín, pudo cocinar el arroz blanco y el pollo frito que desde media hora antes sazonó con sal y ajo. Sabe que a su familia le encanta la combinación y además les dará casamiento (frijoles con arroz) y grandes rebanadas de tomate, cebolla y aguacate, que acompañarán con un refresco de cola.  

En Zapote todo el que llega no se va sin comer. “Es costumbre”, dice.  

 

 

Todos, desde los hijos menores de edad hasta el padre de Inocencia y Piro, quienes dicen ya cobran “65 y Más” se sientan en sillas o troncos de madera para degustar la comida que les preparó su mamá.  

Sonríen y platican sobre la siembra. La sandía roba horas de discusión y platicas. Algunas terminan en buenos augurios y otras en que las lluvias pueden afectar la cosecha.  

El agua de lluvia ayuda a los plantíos a crecer, pero si les “cae” en exceso se podrían echar a perder. A pesar de que el ciclón tropical “Grace” no ha llegado a Veracruz, los pronósticos indican que tocará suelo jarocho entre el viernes y sábado, días en los que planean cortar la sandía.  

Mientras comen no se preocupan por eso. Disfrutan del tiempo en familia y planean lo que harán si llega un despistado a querer comprar sandía antes de tiempo. La cortan al instante y se la venden. Casi todos saben cómo tratar la fruta para que no se eche a perder. Sonríen. 

 

PLAGAS Y PROCAMPO  

De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), una plaga son seres vivos que dañan gravemente a una población, ya sea animales o vegetales. Aparecen de forma masiva y pueden afligir a un pueblo.  

Piro lo tiene claro. Está harto de los gusanos que le llegaron a su sembradío de sandía.  

-Ni con lo que me diste se mueren, reclamó a Perín.  

-Es de lo mejor, contestó.  

-Namás se caen los gusanos de las ramas, pero no se mueren, finalizó.  

A la siembra de Piro llegó un gusano que daña la cascara de la fruta y le baja la calidad. Los compradores la quieren, pero a menor precio. No importa que esté recuperada.  

 

“La mapean, así le dicen los compradores y baja la calidad. En el mercado ya no es de buen ver, aunque la fruta por dentro esté buena”, explicó Pedrín.

 

 

Estos pequeños y sigilosos animales necesitan ser exterminados. Agricultores invierten hasta mil 500 pesos en líquidos especiales para que se mueran, pero muchos resisten. Necesitan tener mucho cuidado y atención.  

A pesar de formar parte de la población que trabaja directamente con el campo, no reciben ningún apoyo. “Se lo quedan los dueños que no siembran”, alegaron.  

Del Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo) Productivo, no saben mucho. La ayuda económica que da Agricultura llega a los bolsillos de los dueños de las tierras, quienes en muchas ocasiones se desentienden de ellos.  

Según la página del Gobierno de México, Procampo Agricultura busca complementar el ingreso económico de los productores del campo mexicano, ya sean de autoconsumo de abastecimiento. Pero en Zapote no es así. O al menos eso dicen Pedrín y Piro.  

No esperan mucho el apoyo y prefieren enfocarse en la sandía, ese dulce fruto que los rodea durante meses y les da esperanzas de un mejor estilo de vida. En El Zapote, la sandía se come, y se come bien, porque “está bien dulce”.