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Aún en pandemia, Elizabeth busca a su hijo desaparecido desde 2015

  • Miguel Ángel Cortés
Las jornadas que Elizabeth emprende para buscar a su hijo Julio César en Arbolillo, no paran pese a la pandemia de covid-19

Elizabeth camina lento, casi arrastra los pasos después de otra jornada buscando a su hijo Julio César, desaparecido el 24 de julio del 2015 en el estado de Veracruz. 

Su enfermedad y la edad no son un freno para seguir la búsqueda, ni la pandemia del covid-19 lo es, aunque afirma que sí lo fue para la Fiscalía General del Estado, que durante 8 meses paralizó las labores en Arbolillo

Arbolillo es el cementerio clandestino sembrado en el margen de la laguna de Alvarado, utilizada para esconder el ingreso de cadáveres transportados con embarcaciones, en donde está segura de que encontrará a Julio

Elizabeth Montalvo mantiene la fe de hallarlo pese a encontrar poca colaboración de las autoridades.  

“Esta pandemia a ellos les ha venido como si fueran vacaciones, de por sí no trabajan, no realizan investigaciones, es un hecho que las realizan los familiares”, expresó.  

La madre, de 62 años, se dijo con enojo y tristeza debido a que tras cinco años de la desaparición de su hijo la FGE aún carece de una línea de investigación sobre el caso.  

Aunque su corazón no lo acepta, la razón le dicta que tal vez jamás vuelva a ver a Julio César con vida.  

Debido a las circunstancias del caso, cree que sus restos pueden estar en alguna de las fosas clandestinas de Arbolillo, en el municipio de Alvarado.  

JULIO CÉSAR DESAPARECIÓ JUNTO CON TRES AMIGOS  

Julio César Martínez Montalvo fue visto por última vez el 24 de julio de 2015 al salir de su domicilio, cerca del lugar conocido como la “Y griega”, en Paso del Toro.  

De acuerdo con los relatos que su esposa Marcela hizo a su madre, recibió una llamada cerca de las 16:00 horas de unos amigos de Córdoba, quienes le pidieron acompañarlo a Alvarado por un dinero.  

Julio César, entonces de 30 años, salió de su domicilio alrededor de las 19:00 horas para esperar a sus amigos en un crucero.  

Esa fue la primera vez que salió luego de cuatro días de permanecer en casa, debido a que presentó malestares.  

Antes de irse, le pidió a su esposa que lo acompañara, pues pensó que después de recibir el dinero sus amigos querrían ir a tomar algunas cervezas.  

“No, Julio, ya son las siete de la noche y el niño luego se va a enfermar, cómo crees”, fue la respuesta que su esposa le dio.  

Finalmente, Julio César salió de su casa para encontrarse con Alan, un primo de éste y su novia Ángeles.   

Todavía a las 10 de la noche, tuvo comunicación vía telefónica con su madre, a la que indicó que se encontraba en el municipio de Alvarado.  

HORAS DE ANGUSTIA  

Julio César salió de su domicilio con el acuerdo de regresar esa misma noche, pero después de varias horas no lo hizo.  

Preocupada y molesta, su esposa Marcela marcó el teléfono cerca de las 04:00 horas del 25 de julio para avisarle a su suegra que Julio seguía sin llegar a casa.  

Fue entonces que Elizabeth Montalvo trató de comunicarse con su hijo, sin embargo, nunca hubo una respuesta.  

La primera idea que vino a su mente fue que quizás ya se encontraba tomando cervezas con sus amigos.  

A Elizabeth la embargó la preocupación, ya que hasta ese entonces Julio siempre contestó a sus llamadas sin importar, incluso, si estaba ocupado.  

Las horas y los días siguientes transcurrieron con angustia para Elizabeth al ver que su hijo no aparecía.  

Durante las primeras dos semanas de su desaparición, la madre recibió llamadas de extorsión de sujetos que aseguraron secuestrarlo.  

Incluso, la amenazaron para evitar que avisara a las autoridades. Desesperada, pagó sin éxito alguno 75 mil pesos para presuntamente rescatar a Julio.  

A la zozobra de saber que presuntamente estaba secuestrado, se sumó la poca colaboración de los familiares de los amigos que desaparecieron con él.  

Tanto Marcela como Elizabeth, esposa y madre de Julio César, intentaron obtener la ayuda del papá de Alan, conductor de la camioneta en el que esa noche se trasladaron hasta Alvarado.  

Varias veces intentaron que el hombre les entregara los datos de la camioneta del joven, sin embargo, siempre se negó.  

“Creemos que algo teme el señor. Imaginamos que algo hay por ahí, pero no hemos podido hacerlo cambiar de parecer, a casi seis años ya no tenemos contacto con él”, dijo Elizabeth.  

“MAMI, SI NO TE PARAS A BUSCAR A TU HIJO NADIE LO VA A HACER”  

Después de intentos vanos por encontrar a Julio César, la madre cayó en depresión. Sin embargo, jamás pasó por su mente que estuviera desaparecido.  

Fue hasta septiembre de 2015 que se levantó a buscarlo nuevamente, justo en el momento en que aparecieron cuerpos en una isleta localizada en el municipio de Alvarado.  

Motivada por su hija adoptiva, Elizabeth supo que la lucha por hallarlo estaba únicamente en sus manos.  

“Mami, si no te paras a buscar a tu hijo nadie lo va a hacer”, con esas palabras su hija la convenció de comenzar una búsqueda que tras cinco años no acaba.  

El primer paso fue presentar una denuncia en la Fiscalía de Alvarado, municipio donde también caminó con la foto de Julio César preguntando por su paradero.  

DISCAPACIDAD LE IMPIDE ENTRAR A FOSAS CLANDESTINAS  

Elizabeth se integró a las filas del Colectivo Solecito de Veracruz en octubre de 2015, en el que apoya recaudando fondos para financiar las tareas de búsqueda en fosas clandestinas.  

La madre se encuentra discapacitada debido a que cuenta con una prótesis en una rodilla y la otra le impide una correcta movilidad.  

Debido a su discapacidad es imposible que acuda a las labores de búsqueda en las fosas clandestinas de Arbolillo, en donde cree que pueden encontrar los restos de Julio César.  

Su tarea en el colectivo es coordinar las ventas que se realizan en eventos como el Carnaval de Veracruz o durante la Semana Santa.  

En otras ocasiones acude a dejar comida a las brigadas que cumplen con la labor de ingresar a predios como “La Guapota”, Arbolillo y el libramiento portuario conocido como “Km 13.5”.  

PESE A ADVERSIDADES, MANTIENE LA FE DE ENCONTRARLO  

Aunque su corazón de madre se resiste a que jamás vuelva a ver a Julio César con vida, Elizabeth es consciente que a cinco años de su desaparición esa idea es altamente probable.   

Mantiene una fe inquebrantable por encontrarlo a pesar de las adversidades. Una corazonada le dice que sus restos pueden estar en Arbolillo, donde según las investigaciones, se registraron sus últimas llamadas.  

“Mi mente me dice ‘ahí puede estar’, por la sábana de llamadas, por los datos, por todo, pero el corazón me dice ‘no, no te desanimes, mientras no veas nada de sus restos no lo des por hecho”, mencionó.  

En el transcurso de estos años, su nieto Neneyo se sometió en cuatro ocasiones a la prueba de ADN que requiere la FGE para las investigaciones del caso.  

Se mostró agradecida con su nuera Marcela, quien nunca se niega a que su nieto se someta a dicha prueba para ayudar en la búsqueda de Julio.  

Argumentó que cuando el menor se practicó la prueba en el sexenio de Javier Duarte y durante la administración de Jorge Winckler en la FGE “sólo fue una tomada de pelo”, pues los exámenes se perdieron.  

En la búsqueda que emprendió en septiembre de 2015, Elizabeth sigue encontrando a su paso dolor, angustia y una lista interminable de omisiones.  

A la poca respuesta de las autoridades, también se suma el desprecio social que vive desde hace un lustro.  

Dedicada a la venta de comida en el Puerto de Veracruz, perdió parte de sus clientes, por lo que enfrentó una crisis económica de la que hasta ahora sigue sin recuperarse.  

“Por temor, porque quién sabe en qué andaba metido mi hijo, sacan historias antes de saber qué pasó”, contó.  

Además, tampoco recibe el apoyo del padre de Julio César, para quien tener un hijo desaparecido es una vergüenza, pues lo relacionan con la delincuencia.  

Ya con más de seis décadas de vida, Elizabeth vive sola por elección, alejada de su familia e incluso de su hija adoptiva, pues según sus declaraciones, prefiere evitar ser una carga para los demás.  

“Estando con mi hija no lloro, con mis hermanos igual, pero estando sola puedo desahogarme”, externó con la voz entrecortada por el llanto.  

ARBOLILLO, HISTORIA DE DOLOR Y FRUSTRACIÓN QUE LA PANDEMIA AGUDIZÓ  

Las fosas clandestinas de Arbolillo fueron halladas por la Secretaría de Marina Armada de México (SEMAR) el 31 de marzo de 2017, cuando el rancho Los Cosos fue cercado.  

En los siguientes dos años, la Fiscalía General del Estado, encabezada entonces por Jorge Winckler, encontró más de 200 cráneos.  

Las autoridades mantuvieron relegadas de la búsqueda a los colectivos, hasta que el 19 de noviembre de 2019 se les permitió la entrada a los predios.  

Para ello, la fiscalía estatal ya se encontraba en manos de Verónica Hernández Giadáns, luego de que el Congreso del Estado removió a Winckler como titular del organismo.  

Desde noviembre de 2019, integrantes del Colectivo Solecito y la nueva administración de la FGE supervisan el trabajo hecho por elementos a cargo del exfiscal.  

En repetidas veces, Lucía Díaz Genao, representante de la agrupación, mencionó que el trabajo de la fiscalía de Winckler era “un chapucero”.  

La búsqueda en las fosas clandestinas de Arbolillo continuó hasta el 16 de marzo de 2020, fecha en la que la FGE decidió poner en cuarentena a su personal debido a la pandemia de Covid-19.  

A partir de ese momento, las madres del Colectivo Solecito se vieron obligadas a suspender las pesquisas debido a que necesitan el acompañamiento de autoridades para ingresar a los predios.  

Ya para esa fecha, el colectivo había encontrado más de dos mil restos humanos, identificaciones oficiales y pertenencias de presuntas personas desaparecidas.  

Las búsquedas se mantuvieron paradas por casi ocho meses, hasta que personal de la FGE, Servicios Periciales y un número reducido de integrantes de colectivos volvieron a la comunidad de Arbolillo.  

“Sí nos frustra que casi ocho meses estuvimos parados, nos frustra mucho, porque son casi ocho meses, nosotras quisiéramos seguir y no parar, hacerlo es un día más perdido para encontrar a nuestros hijos”, expresó Elizabeth Montalvo.  

Aunado al paro que sufrieron por la cuarentena que desencadenó la emergencia sanitaria, para las madres de desaparecidos los avances de las investigaciones realizadas por la FGE son limitados.  

“La pandemia es un pretexto para modo de que sigan sin avanzar, los expedientes no han avanzado, no tenemos líneas de investigación, no se ha hecho nada”, aseguró.  

De acuerdo con Lucía Díaz Genao, la fiscalía cuenta con un amplio rezago en las investigaciones, pues Servicios Periciales se encuentra rebasado.  

Según la vocera del Colectivo Solecito, se espera que con la construcción de la Unidad de Servicios Médicos Forenses, el Laboratorio de Genética y el Cementerio Municipal en Nogales se abata el rezago en las pesquisas.  

El pasado viernes 18 de diciembre, la FGE volvió a suspender la búsqueda en fosas clandestinas de Arbolillo debido a las vacaciones decembrinas. Las madres esperan volver a los predios al comienzo de 2021.  

VERACRUZ, EL ESTADO CON MÁS FOSAS CLANDESTINAS  

Con base en el documento “Búsqueda e Identificación de Personas Desaparecidas” de la Secretaría de Gobernación (Segob), Veracruz es la entidad con más fosas clandestinas en el actual sexenio.  

Del 1 de diciembre de 2018 al 30 de septiembre de 2020, se encontraron 504 fosas clandestinas en el estado veracruzano.  

Además, dos municipios veracruzanos figuran entre las 10 demarcaciones con más cementerios clandestinos hallados durante el actual gobierno federal.  

En segundo lugar, nacional se encuentra el municipio de Úrsulo Galván, donde se encontraron 75 fosas y se exhumaron 17 cuerpos.  

Playa Vicente ocupa la sexta posición a nivel nacional con 45 fosas clandestinas y dos cuerpos exhumados.  

La Comisión Nacional de Búsqueda participó en 13 búsquedas y 70 jornadas en el estado de Veracruz durante 2020.