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Violencia de Género: "Me desfiguraron el rostro con ácido"

  • La Silla Rota
Annie, después de ser víctima de una agresión que apunta principalmente a un tema pasional, recuerda: "me sabía a muerte"

Annie, a sus 23 años, fue víctima de una agresión que le dejará el rostro marcado por el resto de su vida.

Annie estudia administración de empresas en la UVM, está a unos meses de concluir la carrera. Por las tardes trabaja en una empresa donde se dedica a hacer promoción a marcas de alcohol. Jamás imaginó que alguien pudiera atacarla de esa manera.

Ocurrió el pasado 12 de noviembre, entre 7:30 y 8:00 de la noche en Iztacalco, Ciudad de México, cuando iba llegando sola a su casa.

Estacionó su vehículo, juntó sus cosas y descendió. Antes de poder entrar a su domicilio, una mujer de aproximadamente 30 años se acercó con la excusa de venderle gelatinas o flanes. Annie, al negarse varias veces, provocó que la mujer se acercara más hasta quedar a unos 40 centímetros de ella.

"Sigo negándome y ella sigue caminando hacia mí. Fue muy insistente".

La mujer acercaba la bolsa a la cara de Annie, pero ella volvió a negarse a comprar.

“Ella me dice: por favor, es que no hemos vendido nada en todo el día", y se me hizo raro, por lo que voltee para atrás y veo que hay un hombre deteniendo la puerta del andador, ya que la puerta se cierra sola.

"Él estaba deteniendo la puerta para que no se cerrara. Era un hombre muy alto y usaba un cubreboca".

Annie recuerda que ese día, por alguna razón, "Mila", su perrita, se encontraba en el garaje.

A pesar de que es una perra muy linda "cero agresiva" y muy amable con la gente, cuando Annie abrió la puerta, "Mila" salió con la cola parada, pelando los dientes y se fue contra la mujer, "le ladraba como si fuera perro con rabia".

"Cuando vi la reacción de mi perra, pensé, algo está mal, es muy raro y me asusté".

La mujer se espanta y da cuatro o cinco pasos hacia atrás. "Giro hacia la mujer y veo como se inclina al piso, y siento el movimiento de cómo lanza algo hacia mí. Empiezo a sentir líquido en mi cara. Obvio lo primero que pienso es que es agua", relata a LA SILLA ROTA.

No paso mucho tiempo para que Annie se diera cuenta que se trataba de algo más.

“Poco después empiezo a sentir cómo me quema la cara. Es una sensación muy extraña, me entró a la boca, a la nariz, lo probé, lo olí, nunca había probado el ácido pero sabía que era eso".

"Me sabía a muerte, sabe a qué te vas a morir".

Describe el dolor de ese momento como el aceite caliente quemando su piel. "Empiezas a sentir cómo se te cose la piel, literalmente. Es una desesperación horrible".

"Mi ojo derecho automáticamente se cerró y perdí la visión".

"Se me inflamó toda la parte derecha de la cara porque fue la que recibió el impacto directo. En el otro ojo también me cae liquido pero el lente de contacto protegió un poco".

Inmediatamente Annie entró al garaje dejando la puerta abierta. Antes de poder llegar a la siguiente puerta que da entrada al interior de la casa, sus piernas no responden, por lo que cae al piso llena de miedo.

"Mis pernas no respondían; entre el miedo, el dolor, el shock, me derrumbé".

En ese instante volteó a la puerta y vio a la mujer que la atacó ahí parada. "La veo parada mirándome qué tanto me quemó. Yo sé que eso era lo que ella estaba viendo".

Tras revisar las grabaciones constatadas por LA SILLA ROTA, se observa que la mujer que la agredió traía un segundo bote con ácido, ambos con aproximadamente medio litro de la sustancia.

"Cuando vi cómo me veía, solo me puse a rezar porque yo sabía que si ella entraba y decidía aventarme más, lo iba a poder hacer, porque yo ya no tenía para dónde correr y ya no veía nada. Sentí que ese día me iba a morir", recuerda Annie.

En ese momento, Annie grita desesperadamente mientras golpeaba la puerta de la casa, donde sólo se encontraban sus abuelos. Aunque ellos no pudieron escucharla, los vecinos salen y la mujer se va corriendo junto con el hombre que la esperaba a unos metros.

“Empiezo a buscar entre mis cosas las llaves, las encuentro, pero me costaba mucho trabajo meterla en la cerradura. Acerco la llave a mi cara y comienzo a ver cómo le salen burbujas a la llave. Ahí confirmo que es ácido, porque si está desbaratando el metal, pues, ¿qué más?". Las llaves se deshacían en sus manos.

Cuando logro entrar corro hasta el cuarto de mis abuelos gritando.

"El dolor era insoportable, me dolían tantas partes de mí, que no podía identificar que parte me dolía más. No sabía si era el brazo, la cara, el ojo, la frente, el pecho o la espalda. Todo me quemaba, todo me dolía".

Su abuela ayuda a quitarle la ropa que también se deshacía y le lava la cara con agua.

Llamaron a una ambulancia pero nunca llegó, por lo que decidieron ir directo al hospital en su auto particular, acompañadas de su tío.

Annie perdió la vista del ojo derecho. Las cicatrices en su cara perduran y tendrá que esperar meses para que vuelva a regenerarse mediante cirugías estéticas para recuperar su rostro.

Las grabaciones de las cámaras de seguridad son claras. Aunque un árbol tapa el hecho, se perciben dos personas que se acercan a la casa, esperan a que ella llegue. En cuanto Annie llega, se levantan y comienzan a efectuar el plan, para posteriormente emprender la huida.

“Yo no soy una persona que me dedique a pelearme con la gente, o que me esté metiendo en la vida de los demás, por lo que mi lista de sospechosos se reduce muchísimo", afirma.

Ilda Tellez, trabajadora de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, ha ayudado a Annie en todo el proceso.

La investigación, con el número de carpeta CI-FIZC/IZC-1/UI-3 S/D/01891/11-2018 fue llevada a la Agencia investigadora de la Fiscalía en Iztacalco, por lesiones dolosas por quemaduras.

Aunque la principal línea de investigación podría ser por un "tema pasional", el ministerio aún se encuentra realizando pruebas periciales para confirmar qué tipo de ácido fue el que le arrojaron.

De detectar ácido sulfúrico, la tentativa podría clasificarse como tentativa de homicidio.

Para Annie es importante que se haga justicia y que localicen tanto al autor intelectual como a los que realizaron el acto ya que "son un problema para la sociedad", concluye.

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