- Nación
Ayotzinapa: ¿Qué se aprende tras la desaparición de un hijo?
Sharenni Guzmán | La Silla Rota
Para María Martínez Seferino estos cuatro años han sido una pesadilla de la que desea con todas sus fuerzas despertar, ver a su hijo, abrazarlo y decirle que lo ama. Olvidar el sufrimiento de no saber dónde está.
Desde la noche en la que desaparecieron 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural "Raúl Isidro Burgos" de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, la vida de María junto a decenas de madres y padres, que hoy son compañeros de lucha, cambió para siempre. De dedicarse unos al hogar y otros al campo, se han convertido en activistas que buscan a sus hijos.
Antes del 26 de septiembre de 2014, María era ama de casa. Es madre de tres hijos, uno de ellos Miguel Ángel Hernández Martínez, a quién sigue buscando. En ese entonces sabía lo indispensable para la vida y el campo. Ahora ha tenido que aprender muchos términos legales, jurídicos y hasta científicos.
[relativa1]
"No sabía tomar un micrófono, cada vez que nos decían: ´vas a pasar a hablar, los pies nos temblaban, aún yo me pongo nerviosa. No sabíamos nada de esto. Vamos aprendiendo y a veces no nos salen las palabras correctas. Todos sufrimos y al final unimos nuestras luchas".
Estos cuatro años también han sido de aprendizaje. Al inicio sólo lloraba la ausencia de Miguel Ángel. El dolor la tumbó unos días. Después ese mismo dolor le dio fuerza y es lo que aún la mantiene en pie. Ahora sabe lo que es una desaparición forzada, un término ajeno para ella hace cuatro años. Pero no solo lo sabe, también experimenta el dolor que causa.
"No sabíamos de la lucha, no sabíamos qué hacer, lo único que nos poníamos a hacer era llorar por nuestros hijos. Al principio estuvo muy feo. Hubo gente que nos criticaba por hacer marchas, pero era más fuerte nuestro dolor. Hablábamos de vidas, no de cosas materiales. Ahora nos dicen que ya dejemos de llorar, que ya pasó mucho tiempo, yo nunca pude dejar de hacerlo ni lo haré hasta que lo encuentre".
En entrevista, recordó que una vez el presidente Enrique Peña Nieto les dijo a los padres de los jóvenes normalistas "que lo superaran" y que aceptaran la "verdad histórica", la que presentó el gobierno y según la cual a los estudiantes los habían incinerado en un basurero de Iguala.
"¿Cómo lo vamos a superar?, que nos digan. Esto es algo horrible, aún no me explico cómo estamos aquí. Cómo es posible que los desaparezcan, si son seres vivos, son nuestros hijos, son 43 y no son ningunos vándalos y ese día fueron a Iguala por unos autobuses para ir a la marcha del 2 de octubre y luego los iban a regresar. ¿Por qué desaparecerlos?".
"YA NO TENEMOS TIEMPO PARA SENTARNOS A LLORAR, SEGUIMOS BUSCANDO"
María señaló que este gobierno nunca ha hecho nada por ellos. Los padres son los que aprendieron a defenderse. A pedir ayuda, incluso en otros países.
"Hemos tocado puertas en diferentes partes. No podemos irnos a la casa a sentarnos a llorar. Ya no tenemos tiempo para eso, nosotras tenemos que seguir luchando. No entiendo con qué derecho nos los arrebataron. No pienso derribarme. El gobierno nos ha intentado meternos tierra y si nos ha tumbado, porque nos da noticias dolorosas, lloramos, pero nos paramos, nos secamos las lágrimas y con más coraje vamos hacia adelante".
Hay días en lo que a María no le dan ganas de pararse de la cama. Se cansa. Llega de madrugada y tiene que irse temprano. Sin embargo, el recuerdo de su hijo la hace levantarse y continuar.
"Me dice una vecina que si estuviera en mi lugar ella ya se hubiera muerto. Yo no sé cómo le hace uno, pero una madre ama a su hijo. Para nosotras es difícil porque abandonamos todo. Tenemos que sacar fuerzas. Es cierto, nos cansamos, porque luego llegamos a la 1 ó 2 de la mañana y al día siguiente tenemos que salir temprano. Pensar que vamos a encontrar a nuestros hijos o justicia eso nos alimenta y da mucha fuerza, porque no queremos que siga pasando esto. Cada vez que nos enteramos que otra madre está pasando lo mismo, nosotras volvemos a revivir lo que pasamos y ya no queremos más madres sufriendo por la misma razón que nosotras".
[relativa2]
Relata que en este camino de lucha, la señora Minerva Bello, madre de Everardo, uno de los 43 jóvenes, falleció en febrero pasado sin conocer la verdad. María no quiere que le pase lo mismo.
"Somos 42 padres, porque uno tiene a dos hijos desaparecidos. Hay unos que no andan seguido con nosotros porque están enfermos. Los que podemos aquí seguimos exigiendo y no pensamos dejarlo, tenemos que seguir, no queremos que nos pase como a una compañera que ya murió sin ver a su hijo. Yo no quiero que me pase eso, si quiero abrazarlo y decirle que lo amo. Queremos que esta pesadilla acabe y abrazar a nuestros hijos".
María lucha desde hace cuatro años y no descansará hasta que logre justicia. Comentó que en un principio tacharon a sus hijos de delincuentes. Eso cambió gracias a la movilización. Ahora exigen la presentación con vida de los jóvenes.
NUNCA VAMOS A DEJAR DE BUSCAR
Yolanda González, madre de Jonas Trujillo González, vive en Costa Grande del municipio de Atoyac y al igual que a María, dese hace cuatro años su vida cambió.
"Aquí estamos exigiendo justicia. A nosotros nos ha cambiado mucho la vida desde el 26 de septiembre. Aquí vamos a andar hasta saber la verdad de lo que les pasó a nuestros hijos o a dónde los tienen".
Indicó que si ellos hubieran tenido dinero para que sus hijos no entraran a la Normal, no estuvieran sufriendo.
"Somos humildes, campesinos y amas de casa. Primero no sabíamos nada y ahora por nuestros hijos estamos en la lucha. Ya son cuatro años. Muchas personas en mi pueblo nos dicen que ya dejemos de buscar, yo nunca lo voy a dejar porque mi hijo me duele. Ya no tengo más palabras, pero sí fuerzas para seguir buscándolo".
MI HERMANO QUERÍA DEMOSTRAR QUE EN MÉXICO EXISTEN LAS OPORTUNIDADES
Julio César López Patolzin tendría 29 años de edad. Desapareció a los 26. Sus padres se dedican al campo y siempre quiso estudiar, superarse y ayudar a su familia. No le interesaba irse a Estados Unidos a buscar una mejor vida. Él quería quedarse y demostrar que en México sí se puede.
"Él era un chico muy sencillo, tenía ilusiones de salir adelante, de ser alguien en la vida, ya que mis padres son campesinos. Fue un muchacho muy generoso, no nada más con nosotros, sino con las demás personas. Ayudaba a la gente que lo necesitaba", relató Josefina López, hermana de Julio César.
El joven quería estudiar en la escuela normal de la Ciudad de México para convertirse en profesor. Hizo su examen y no logró quedarse. Decidió aplicar en Ayotzinapa.
"No se quedó, pero nosotros le dijimos que le echara ganas, incluso mi mamá le dijo que se fuera a otra escuela, aunque ella viera después cómo pagarla. Él le decía "no mamacita para que tú no gastes, voy a entrar a la normal de Ayotzinapa. Ahora no lo encontramos".
[relativa3]