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“Prefiero que me digan gobernador de papel a ser un Díaz Ordaz”: Ortega

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El gobernador de Guerrero garantiza que habrá elecciones en Guerrero el 7 de junio. Admite que la tarea de gobernante no ha sido fácil.

Alejandro Páez

Cuatro meses han pasado desde que asumió como gobernador de Guerrero, en medio de la tragedia de Iguala, pero Rogelio Ortega Martínez rechaza que le haya quedado grande el cargo, que esa entidad esté secuestrada por grupos radicales o en la ingobernabilidad y asegura que aunque lo califiquen como “gobernador de papel” o “suavecito” mantendrá su postura de diálogo y prudencia, pues de lo contrario, ya se hubiera registrado en ese estado otro “Tlatelolco 1968” con decenas de muertos, heridos desaparecidos, encarcelados y perseguidos.

“Esa sería la paz de unos, la que se consigue a punta de bayoneta y misil, y eso sería abrirle otro gran hueco a Guerrero, erupción de un volcán que ahorita estaría sacudiendo a toda la nación y los organismos internacionales condenando no sólo al gobernador de Guerrero, sino al presidente de la República (Enrique Peña Nieto) y las acciones y críticas de organizaciones internacionales y nacionales serían muy intensas en contra de quienes actuaron de manera radical para sofocar el conflicto.

“Entonces –agrega—yo he preferido esa ruta de diálogo, aunque me digan gobernador de papel, débil suavecito, para los otros soy asesino y represor, entonces el punto medio de equilibrio. No quiero ser un (Gustavo)  Díaz Ordaz”.

Su aspecto es delgado, el traje le queda un poco grande. Rogelio Ortega revela que ha perdido 17 kilos desde que asumió ese cargo el 26 de octubre, tras la renuncia de Ángel Aguirre Rivero luego de la tragedia de Iguala y los 43 normalistas desaparecidos.

La situación no ha sido fácil, más bien complicada en medio de un estado convulsionado por la tragedia de Iguala, pero también por un conflicto magisterial a cargo de la Coordinadora de Trabajadores de la Educación del Estado de Guerrero (CETEG) que ha escalado, y que lo ha llevado a tomar decisiones muy difíciles con el riesgo de que literalmente le incendien el estado y pase a la historia como “el Nerón de Guerrero”, según explica.

“No quiero pasar a la historia como el Nerón de Guerrero ni como el (Gustavo) Díaz Ordaz del 68…”, recalca.

En una extensa entrevista con Crónica, Ortega Martínez garantiza que habrá elecciones en Guerrero el 7 de junio, pero lo condiciona a que el gobierno federal se haga cargo de resolver, a más tardar en mayo próximo, el conflicto de la incertidumbre laboral y salarial de las 19 mil plazas de maestros no reconocidas y, por ende, sin presupuesto para pagarles.

“Estarían garantizadas las condiciones, siempre y cuando podamos resolver con Hacienda esa incertidumbre salarial y laboral de más de 19 mil plazas no reconocidas, y es que el 60 por ciento de la casillas electorales se instalan en escuelas”, advierte.

De hecho, acusa que hay más de mil 400 “aviadores” en esas listas de maestros que cobran sin trabajar.

El mandatario reconoce que el “aguirrismo” tiene una presencia muy fuerte en Guerrero, pero considera que ya no es un grupo de presión, sobre todo a raíz de las detenciones de familiares y colaboradores cercanos del gobernador con licencia, Ángel Aguirre, por situaciones de presunta corrupción.

—¿No le pesa esa sombra de Aguirre?

No, Aguirre y el aguirrismo no son hoy un obstáculo para la gobernabilidad de Guerrero.

—¿Se siente presionado por ese grupo?

—El aguirismo es un liderazgo y tiene una presencia que nadie puede negarlo, (…)  Pero el aguirrismo no es ya un grupo de presión, sobre todo con las detenciones de personas cercanas a su círculo. No quiero  hacer linchamientos ni exclusión de nadie, pero creo que cuando suceden situaciones de esta naturaleza … hay que poner tus barbas a remojar, (pues) ya hay un aviso de que se actúa frente a acciones ilícitas o de corrupción.

El mensaje al aguirrismo debe ser eso: prudencia y sensatez, contribución a la armonía, gobernabilidad.

Respira hondo y asegura que si tuviera que autoevaluarse en lo que lleva de gobierno, “ del uno al 10 diría que estoy entre 7 y 8, porque se ha atenuado el conflicto, ya no tenemos las grandes movilizaciones de inicio, ya no tenemos las grandes acciones de violencia, que le he llamado la violencia simbólica”.

Sociólogo de profesión, el mandatario de Guerrero reconoce que la impunidad y la corrupción han lastimado a ese estado sobre todo cuando observa que su clase política se llena los bolsillos de dinero, mientras la pobreza se apodera del estado, lo que, aunado a la inseguridad y presencia de grupos delincuenciales, provocan un coctel explosivo para esa entidad donde cualquier cerillo puede incendiarlo.

“Una chispa puede incendiar la pradera si el paso está seco y toda esta desigualdad en Guerreo, todos estos agravios e injusticia social, claro que el pueblo de Guerrero se siente agraviado cuando se exponen los escándalos de políticos corruptos, que se llenan los bolsillos con una gran cantidad de millones de pesos, que bien pudieron haberse invertido en educación, salud, empleo, seguridad, ahí están los problemas, sin embargo a pesar de ello la cotidianeidad funciona, no son todos los maestros de Guerrero los que están en paro, la mayoría cumple con su labor de educar”, indica.

— ¿Cómo no ser calificado como represor y al mismo tiempo  cumplir con brindar certeza y estado de derecho a todos?

—Sí, ha habido momentos muy difíciles donde la decisión recae en una sola persona y es un sí o un no; y d e ahí puede depender una tragedia, la pérdida de vidas humanas, desaparecidos, encarcelados y heridos y afortunadamente en mis decisiones ha imperado la prudencia, he podido impedir que actos de provocación hubieran dejado secuelas terribles y un desastre que pondría una dimensión superlativa a la tragedia que ya de por si vivimos en Guerrero

—¿Cuáles son las decisiones más complicadas que ha tenido que tomar?

— Con relación al conflicto, en dos momentos: una cuando el incendio de edificios públicos en Chilpancingo, donde incluso se me planteó detenerlos antes de que llegaran a Chilpancingo e incluso ir al bastión donde se encuentran allá en Ayotzinapa y desalojarlos.

“Eso hubiese sido una batalla campal, y el resultado muertos, desaparecidos, heridos, hubiera sido extraordinario, de un lado y del otro y tomé la decisión de desmovilizar a todos nuestros elementos de seguridad con el riesgo de que llegaran los contingentes y realizaran los actos de violencia, afortunadamente no pasó nada, No se movilizaron y Chilpancingo despertó en calma, desde luego yo no pude dormir toda la noche”.

El otro momento fue cuando secuestraron a dos personas de Coca-cola en Chilpancingo y se los llevaron al zócalo, se rodeó el zócalo y sólo se esperaba la orden para el desalojo, pero también iba a ser una batalla campal y en una zona de alta densidad poblacional.

Además de la batalla, el incendio iba a ser de una dimensión peor que los grandes incendios como el de Roma y ahí la decisión fue: “No los desalojen, establecimos puentes de diálogo, no quise pasar a la historia como el Nerón de Guerrero ni como el Díaz Ordaz del 68”.

Con información de La Crónica de Hoy. Consulta la publicación original aquí http://bit.ly/1x8F6NE