• Turismo

El último desfile del Carnaval de Veracruz

  • Juan Eduardo Flores Mateos
Visitantes y lugareños se despidieron anoche de la fiesta más grande del puerto jarocho.

Veracruz, Ver.- Es media tarde con el aire del Frente Frío colándose sobre el bulevar jarocho.

Esta vez no hay sol soporífero ni calor agobiante, la gente camina en grupos con cervezas en mano, niños con gorros y antifaces en la cabeza, no hay tanto ruido, quizá como sabiendo que el Carnaval agoniza con el sexto y último paseo.

En las pistas, el cansancio de pies y rodillas, la resaca de los cinco paseos anteriores, el previo de la premiación de las comparsas y toda una preparación atrás para hacer la fiesta más grande del puerto de Veracruz.

Las gradas asoman asientos vacíos, los hoteles no parecen evidenciar las declaraciones oficiales: 8 millones de turistas y ocupación hotelera al cien por ciento; uno puede preguntar en los hoteles del bulevar o alrededores, y todavía encontrarás habitación.

Este es el día más triste de la fiesta de la carne, en que turistas levantan sus campamentos de playa, crudos por tanto alcohol ingerido, con la arena hasta el más profundo de los rincones, con el olor del vómito y cadáveres de plástico rondándoles el pequeño espacio que les perteneció sólo por estos días.

Esos turistas que prefirieron comerse una comida corrida a los mariscos de Pescadería, alivianarse con tres hot dogs por veinte pesos, que ahorraron meses para traerse a la familia en camionetas de redilas, tlaxcaltecas, poblanos y chilangos que compitieron para ver quién aportaba más ahogados por nadar en la zona de posas.

En parte del convoy del Carnaval se encuentran las comparsas chuscas, que te hacen parte de su objetivo en cada foto y baile: Demostrar el ridículo de la condición humana, el cotorreo costeño.

Esta vez ganó la de Los Traviesos, un grupo de muchachos que se disfrazaron de Minions, unos esbirros amarillos que salen en la película Mi Villano Favorito.

El Carnaval es la música moviéndose al compás de la violencia, sepultando el vómito y la resaca, durmiendo en una casa de campaña, trasladándose en grupo para ver al artista favorito, apretado con la brisa del agua, llena de basura de puerto, cayéndote al rostro.

La fiesta del trópico sombrío, donde la alegría y el odio nacen y mueren en el puerto de todos los amores y todos los olvidos.