Las contradicciones femeninas en el legislativo

  • Manolo Victorio

Los partidos son versiones envaselinadas, aceptadas socialmente a regañadientes, de las mafias criminales que trasiegan con drogas, precursores químicos, personas, combustibles ordeñados y todo lo que se pueda traficar.
La diferencia casi imperceptible es que los pequeños ejércitos partidistas hacen uso de la tribuna parlamentaria para ventilar sus miserias humanas, nutridas con personajes deleznables que se mueven con impunidad total gracias al ropaje del fuero.

Otra diferenciación es que los barones de los carteles delincuenciales no se exhiben a plena luz, por el contrario, tratan de maniobrar en la oscuridad, dada la naturaleza de su oficio; en cambio los hombres y mujeres que ostentan un cargo público a través de un partido o corriente ideológica poseen una proclividad enfermiza por alcanzar notas titulares en los medios de comunicación.

La conducta sexual, el historial criminal de un presunto depredador sexual transmitida como la historia estelar en programas noticiosos, dónde en el extremo de la paradoja, casi el 53 por ciento del ladrón electoral es compuesto por mujeres (52 millones 697 mil 216 mujeres empadronadas); y que sean ellas, las propias féminas del legislador quienes blinden, acuerpen y arropen al agresor, es una vergüenza colectiva a nivel nacional.

Habrase visto un ejemplo más vergonzante de supina obediencia al dictado patriarcal en las mujeres legisladores que defienden, a costa de una sororidad desgañitada en tribuna, constreñida para la foto en un listón naranja, prendido en la solapa mientras dura la jornada de sororidad, defendiendo por consigna de los varones, a un personaje, Cuauhtémoc Blanco Bravo, arquetipo del gandalla, genuino representante del macho citadino del «soy Juan Camaney, bailo tango, masco chicle, pego duro y tengo viejas de a montón».

La estampa que pinta de cuerpo entero a Cuauhtémoc Blanco Bravo la transmitió Televisa en la final de la liga mexicana donde el América, venció a Monterrey. Ahí, según las crónicas futbolísticas, Cuauhtémoc «bajó por los chescos» a los comentaristas David Faitelson y al ex seleccionador nacional, el argentino Ricardo Lavolpe, en clara connotación de forzamiento de una practica de sexo oral transmitida en horario prime.

La transmisión en vivo de la felación forzada de los comentaristas estelares de TDN hacia el exfutbolista, retrata cuerpo entero una conducta inclinada al valemadrismo chilango, sólo que esta ocasión tiene que ver con una denuncia por intento de violación sexual, denunciado por su hermana Nidia Fabiola Blanco Fernández.

Esta vez no es una bravuconada tepiteña. Es una acusación formal que se ventiló en la Cámara de Diputados y se exoneró a priori, bajo el argumento de un ataque político en contra del exgobernador morelense, acusado de desviar más de 6 mil millones de pesos del erario.

Vaya martes negro en esta larga lucha por la defensa de los derechos de la mujer.
Un grupo de legisladoras en felación transmitida –otra vez- en cadena nacional, sojuzgadas por un hombre cuya conducta publica ha sido reprobable, despreciable.
No llegaron todas. 

Las mujeres de la base piramidal están más solas que nunca, en el extremo opuesto de las mujeres legisladores que gozan de los privilegios del poder público, abierto a cuentagotas por los hombres que aún dominan las tribunas parlamentarias de este México macho, impositivo, chicharronero, dónde las mujeres solo son carne de cañón legislativo para tomar la tribuna, cómo primeras respondientes -forzadas por los bíceps masculinos - a obedecer aún a costa de su propia esencia.

Las sufragistas se hubiesen quedado en casa, horneando un pan en espera a que él marido llegara de la taberna.
Sor Juana hubiese recalculado su narrativa respecto a los «hombres necios, que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis».
Nadie le tendría miedo a Virginia Wolf.

Penélope hubiese tejido cien frazadas sin parar, en la desesperación de la espera de Odiseo.
Cuidado. Quienes enarbolan los derechos femeninos como banderas salvadoras y emancipadoras del estatus quo, corren el riesgo de que esta corriente de indignación colectiva, amparada por la negra cifra de once feminicidios al día, vaya in crescendo y se convierta en un alud que aplaste aspiraciones inmediatas en el quehacer público.
Cuidado.

En el recuento de las imágenes, la diputada minatitleca Jessica Ramírez Cisneros (Distrito 14), aliada incondicional de Sergio Gutiérrez Luna, presidente de la Mesa Directiva de la LXVI Legislatura, alcanzó sus 15 minutos de fama nacional, al llevar a su hijo al recinto legislativo y pedirle a Cuauhtémoc Blanco le estampara su firma autografiada al jersey amarillo de su pequeño.
Qué imagen.

«No se sabe si la camiseta era un encargo personal, un gesto para algún familiar aficionado al América o una simple cortesía entre colegas. Pero el efecto es el mismo: mientras se analizaba si Blanco debía ser sometido a juicio por una acusación de violación, una diputada de su misma bancada optó por rendirle un gesto de admiración pública. No con argumentos, ni con votos, sino con una firma sobre una camiseta».

«En la política, cada imagen comunica. Y la de ayer comunicó complicidad, frivolidad o desconexión —o quizá todo a la vez— ante una situación grave que requería altura ética y mesura. Una diputada puede tener el derecho de admirar a un exfutbolista, pero no puede perder de vista que está en el recinto donde se decide la justicia, no en un estadio», escribió el columnista Martin Gómez.

El presentador de Imagen Televisión, Paco Zea ironizó en su noticiero estelar matutino que Cuauhtémoc Blanco «tiene más cuello que cerebro… y la broma se cuenta sola». Aun con estas limitaciones, las mujeres diputadas lo hicieron ver como un perverso emperador romano en la republica de la cuatrote.

Les dijo Paco Zea a las feministas, colectivas y demás grupos activistas en pro de los derechos femeninos que «el próximo 8M, la próxima vez que deseen desmadrar algo, vayan a la Cámara de diputados, porque ahí no se protege a las mujeres».
... de otro costal.

(1).

El estropicio hecho por los dirigentes del matrimonio de conveniencia, celebrado por Morena y el Partido Verde Ecologista de México, ofrece aun algunas historias de injusticia.

En burda maniobra para librar la condena moral de las practicas nepotistas que serán ley hasta el 2030, el alcalde panista Ventura Demuner Torres, disfrazado de verde ecologista, financiará la campaña del recién licenciado del escaño del 29 de marzo al 8 de junio, Alejandro Porras Marín, quien llevará como sindica en su planilla a la esposa del alcalde saliente, Norma Ramírez Muñoz, quien una vez concluida la elección –según planes del alcalde- el legislador pida licencia a la alcaldía, retorne a su curul y la presidencia municipal quede en manos de la síndica, esposa del alcalde saliente. Vaya acto de malabarismo político desbocado.

La estrategia ganadora es simple: comprar los votos en el día de la jornada electoral. La imagen de Ventura Demuner contamina al joven legislador Alejandro Porras Marín, no levanta, el rechazo en redes sociales y opinión pública en Huatusco es de hartazgo por la torpeza y abusos del alcalde, quien se la pasa haciendo berrinches.
En Huatusco se cayó el segundo piso de la Cuarta Transformación.
La burbuja del morenismo se rompió como una pompa de jabón.
El alcalde trabaja su municipio en el proyecto de permanencia del PAN en el poder municipal.
Pero por aquello de las recochinas dudas, quiere amarrar en cualquier escenario, incluido el de la derrota electoral por la alcaldía, que su cónyuge inicie una carrera edilicia.

(2).

El alcalde de Paso de Ovejas Mario Mafara Rodríguez, trae una formula parecida para tropicalizar el nepotismo en su municipio, donde desea seguir gobernando en extensión doble del cuatrienio.
Resolvió apoyar a Anahí Hernández como Promotora de la Cuarta Transformación en ese municipio.
La cuestión aquí es la percepción popular de la burda y rupestre maniobra del alcalde, ha sido detectada por los pobladores, toda vez que la recién destapada promotora goza de una cercanía política con su hijo, Luis Felipe Mafara Romero.

En estos nuevos tiempos de vigencia del precepto violencia política en razón de género, se desecha de antemano la imposición de «las adelitas» del pasado inmediato en este país.

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