Aperitivo: “Hay que tener cuidado. La sociedad actual se cree que se sabe todo y en realidad conocemos muy poco. La humildad es fundamental”. (Valentín Fuster). Ni a nosotros mismos nos conocemos. Lo peor es que lo vamos transmitiendo a las siguientes generaciones.
Reza el refrán: lo que bien empieza, bien acaba. Parafraseando: lo que mal empieza, mal acaba. Quizás en algún momento o circunstancia lo que bien empieza, mal acaba o a la inversa. Vaya, ¿no hay mal que por bien no venga? Juego de palabras, lo más probable. Pero cada fin de sexenio muchos nos quedamos -y más los jodidos- nomás milando… Empezar a esperar. Entonces, las promesas, las propuestas sin sustento alguno, es decir, las ocurrencias políticas o sea la politiquería que mucho se da en México, vienen a convertirse en sueños guajiros -¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano?; volver a empezar, otra vez, el combate a la pobreza, la inseguridad, la corrupción, la impunidad… Esto parece no tener fin. Como lo dijo Stephen King, en su cuento “El mal sueño de Danny Coughlin”: “Los sueños son como el algodón de azúcar: se disuelven sin más”.
Pero ahora sí, la última y nos vamos. Por poner un ejemplo. El próximo secretario de Salud David Kershenobich Stalnikowitz expresó que México no necesariamente será como Dinamarca, “(...) Que sea de Dinamarca [la salud] quiere decir que sea de calidad, con ciencia y que sea para toda la población, (...) vamos a tratar que todos esos aspectos, gratitud en el servicio y tener un servicio fortalecido para toda la población”. Que así sea… Y ojalá en todo.
Ya lo dijo Émile Zola: “Nada está nunca acabado. Basta un poco de felicidad para que todo vuelva a empezar.”
Los días y los temas
Un médico le dice a su paciente: “Usted es una persona sana, sus padecimientos están sólo en su mente…” A lo que la paciente le contesta: “¿Entonces es un tumor cerebral, doctor?”
Otro doctor le dice a su paciente: “Usted lo que tiene es una hipocondría muy grande”. El paciente, angustiado, le dice: “¿Y cuánto me queda de vida?”
¡Ah, la hipocondría! Por muchos padecida y por muy pocos entendida, mucho menos hacemos nada por sanarnos de ella. Que México y el mundo esté enfermo, quizás. Cada quien se dé respuesta.
Sara Navas, en su artículo “No sabemos estar enfermos, queremos curarnos en minutos: por qué somos cada vez más hipocondríacos”, refiere que el psicólogo Rafa Guerrero, director de Darwin Psicólogos y profesor en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, “achaca este auge de la hipocondría a que la sociedad actual es compleja. El especialista en salud mental explica que hoy en día tenemos una vida poco predecible, lo que genera altos niveles de estrés; hay demasiada información que no sabemos gestionar y que tampoco está garantizada; surgen enfermedades de moda que descubren las redes sociales, y de su mano el miedo a padecerlas. Depositamos la capacidad de diagnóstico y evaluación en internet y patologizamos cualquier dificultad. Además, el ritmo de vida que llevamos en las grandes ciudades nos está pasando factura mental y físicamente”. (elpais.com, 09/06/24). No, pos sí.
El genial Woody Allen -hipocondriaco de corazón-, expresó alguna vez que “el más leve síntoma, por ejemplo, un labio agrietado, de inmediato me lleva a la conclusión de que debo tener un tumor en el cerebro, o bien un cáncer de pulmón. En una ocasión, pensé incluso que tenía el mal de la vaca loca”.
Un amigo médico me dijo que padecemos infodemia. Carajos, me meteré a Google pa’ ver qué madres es eso.
Lo cierto es que el mundo está loco, loco, loco. Enfermo de todo. Enfermo de enfermedad.
De cinismo y anexas
Hace años, Milan Kundera escribió: “¡Ya me dirá usted qué clase de día es el que empieza con semejante acto de violencia! ¡Qué puede pasarle a la gente cuando recibe diariamente, con la ayuda del despertador, un pequeño shock eléctrico! Diariamente tienen que acostumbrarse a la violencia y desacostumbrarse al goce. Créame, lo que decide el carácter de la gente son sus mañanas”.
Despierto mejor con el canto de los pájaros y el roce de la piel de mi amada. Cursi si así lo piensan, pero funciona.
Hasta la próxima.
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Licenciado en Letras Españolas por la Universidad Veracruzana. Escribe la columna política y cultural “Tierra de Babel” en Veracruz. Autor del libro Nada, yo soy Adán, “Ediciones de Mi Bolsillo” (2015). En 2017, es seleccionado para la antología del II Certamen de microcuentos “En tu piel”, editado por Cerezo Ediciones, de España.