La peor enemiga de otra mujer es otra mujer
- Myriam Lagunes Marín
Estoy segura de que en más de una ocasión han escuchado que las que más daño le hacen a las mujeres son las propias mujeres, el clásico ejemplo son los rumores acerca de la vida sexual de nuestras compañeras, la competencia por tener la mejor pareja llegando incluso a intentar “robarle” el marido a nuestras amigas, meternos zancadilla cuando de trabajo se trata, etcétera, pero quizás no estamos entendiendo cuales son las verdaderas causas de estos estereotipos que hemos adoptado como propios.
Hay quien dice que uno de los logros más grandes del patriarcado precisamente es que las mujeres pensemos que somos enemigas unas de las otras porque se este modo formar equipo para cambiar el sistema machista se hace prácticamente imposible, fomentar la rivalidad entre nosotras ha dado como resultado quitar responsabilidad en los hombres, precisamente decir que alguien te puede “robar” a tu pareja como si fuera un objeto sin capacidad de decidir, nos hace dirigir todo nuestro enojo y frustración hacia otra mujer.
A veces hablamos de la sororidad como si fuera algo lejano a nuestra realidad, quizás nos ha faltado ubicar actos de apoyo recíproco entre compañeras que se nos han hecho tan cotidianos que ya no los notamos, esto para darnos cuenta del nivel de cooperación al que hemos llegado para sobrevivir en un ambiente tan exigente hacia nosotras.
Quiénes somos madres para integrarnos al mercado laboral usualmente nos apoyamos ya sea de nuestra madre, suegra, hermana u alguna otra mujer cercana a nosotras para cuidar de nuestros hijos, este trabajo de ser pagado de igual modo que el promedio de las guarderías nos dejaría un margen muy bajo de ganancia, más la preocupación de no conocer quién les está cuidando, solo por citar un ejemplo de las labores cotidianas de apoyo mutuo.
La cooperación entre compañeras no es algo nuevo, lo hemos hecho toda la vida y no solo lo enfocamos hacia las personas de nuestro mismo sexo, si por algo nos distinguimos es precisamente por la capacidad de dirigir nuestros esfuerzos hacia el bienestar comunitario, nos hace falta cambiar mucho de nuestras actitudes en contra de las mujeres que nos rodean, pero mientras no podamos visualizar nuestras fortalezas el camino hacia la igualdad de derechos será más accidentado.