A ciegas

  • Alberto Delgado
A mis amigas, les está empezando a preocupar mi soltería.

Mi condición de fotógrafo me impide creer en las cosas que se hacen a ciegas. La vista es el sentido del que más dependo, y para mí eso está muy bien. Sin embargo, soy capaz de aceptar que no todo lo que veo es como yo lo veo, y que hay gente que ve mejor que yo. Lo que me preocupa un poco es precisamente eso, lo que algunas de mis personas más queridas ven acerca de mí y yo no estoy viendo.

Le cuento esto, amable lector, porque creo que a mis amigos, y en especial a mis amigas, les está empezando a preocupar mi soltería. Casi dos años tiene de vida, y en honor a la verdad, no han sido nada malos, a pesar de que la gente ve a la soltería como un tipo de exilio.

En este camino de la soltería, hay que decir que la cosa no es tan terrible como se cree. En México, en 2016, INEGI reporta que la población soltera es de aproximadamente el 31.4% de la población de 15 años o más, mientras que la población que se encuentra unida es de aproximadamente 58.1% (siguen siendo mayoría, por lo que nunca dejaremos de escuchar cosas como “ya es hora que sientes cabeza” y ese tipo de expresiones tan molestas), y los divorciados, separados  o viudos resultan ser una minoría, casi el 11%. En Veracruz la cosa no es muy distinta, los solteros son 37.9% de hombres y el 31.4% de las mujeres.

A pesar de ser un poco menos de un tercio de la población (y en Veracruz más de un tercio, o sea un montón de gente), la población soltera frecuentemente tiene que enfrentarse a un cierto nivel de presión social para dejar ese estatus y unirse a los felizmente casados o unidos, y no es raro escuchar decir a la gente que los solteros son raros, egoístas, inmaduros, infelices, entre otras cosas (mi Elfa, por ejemplo, ya declaró que está dudando de mi orientación sexual, y lo único que no la ha convencido del todo, es que no tengo gatos).

Ya hemos hablado de la soledad y del silencio en este espacio, y hemos tratado de hacer que no se vea tan mal como pudiera parecernos. Una amiga dice que “abuso” de la soledad y que eso le preocupa. Hay que decir una gran verdad: La mayoría de las veces, la soltería, y la soledad que esta implica, no empezó como una elección tan consciente. Pero después de un tiempo, uno aprende que no es tan malo, y luego nos damos cuenta que termina siendo una gran etapa. Sin embargo, entiendo también que es difícil procesar el asunto para la gente que está cerca de ti. El colmo fue cuando este fin de semana unas amigas me organizaron una “cita a ciegas”, en la cual se supondría que iba a conocer a una joven muy guapa con la que podría “tener algo”. Y no asistí. Para fines puramente informativos, me tomé el tiempo de preguntarles por qué querrían hacer que yo fuera a una cita a ciegas y cómo sería, según la visión de mis amistades, la chica con la que yo “podría tener algo”.

Debo decir que la mayoría de las respuestas fueron muy sugestivas. Una de las respuestas más interesantes fue la de una chica que me dijo: “Beto, es que yo creo en el amor de pareja”, y no pude parar de reír por unos tres minutos. Otras me acusaron directamente de ser un antisocial que jamás encontraría una mujer por mis propios medios: “Te aventaría a una cita a ciegas porque tú solito jamás te paras a bailar”, dijo una. Otra dijo que me mandaría a una cita a ciegas “como una opción desesperada para verte compartiendo la vida con alguien”. Lo mejor fue cuando les pregunté a las implicadas acerca del perfil que debería tener una chica con la que yo “tuviera algo”. Con fines puramente ilustrativos, armaré un perfil, de acuerdo a las opiniones de esta bola de casamenteras: Debe ser mayor de edad; debe “no estar loca”; no debe ser “una trepadora” (quién sabe qué sea eso); divertida, educada, risueña, con tema de conversación; escritora, medio atleta, pelo rizado, ojos cafés, de senos grandes y “buenas caderas” (juro que eso dijeron); que le guste el rock y el color negro (supongo que hablaban de mi color de piel); “que no sepa tomar fotos para que tengas algo que enseñarle; que sea lista porque eres re exigente”; que entienda mi sarcasmo. Pero de todas, la mejor respuesta fue la que me dio mi hermana: “con que no sea analfabeta, se bañe y no huela feo, me conformo. Ya si tiene buen oído y buen gusto musical, serían adornos”.

Como ve usted, la chica que me merezco, según mis amigas, no está de malos bigotes. Pero les voy a quedar mal un rato más, porque, en primer lugar, no ha llegado la escritora de senos grandes, buenas caderas, medio atleta y pelo rizado, pero también porque esto de la vida en soltería no está nada mal. Y aprovechando este espacio, les invito a mis amigas celestinas que se abstengan de implicarme en cosas “a ciegas” porque a ciegas las mandaré al diablo. Hablando de cegueras y de buen gusto musical, mi recomendación de la semana va a ser una rola de The Beatles, pero en la versión de un gran guitarrista ciego, el canadiense Jeff Healey, quien finalmente muriera en 2008. Súbale a la música, nos leemos el lunes.

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