Arriba de una bicicleta
- Mujeres Que Saben Latín
Por: Harmida Rubio Gutiérrez
Cuando era adolescente solía dar paseos en bicicleta por mi barrio; me sentía libre, dueña de mi tiempo, curiosa y veloz. Dejé de usar la bici mucho tiempo porque estuve a punto de tener un accidente en ella y me daba ansiedad volver a subirme en una. Sin embargo, después de más de 20 años me animé a retomarla, con motivo de un paseo colectivo por la UNAM; yo estaba confiada porque dicen que andar en bicicleta no se olvida… es mentira. Subí a la bici y después de menos de cien metros tuve una caída aparatosa que dolió en el cuerpo y la autoestima. Sin embargo, volví a subirme a una bici meses después, y poco a poco fui ganando confianza de nuevo. Ahora gracias a la bici he podido conocer de una forma distinta mi ciudad y diversos lugares interesantes en México y el mundo.
Andar en bici es algo muy parecido al feminismo. Es en primer lugar, una provocación. En la ciudad que ha sido diseñada prioritariamente para los coches, andar en bici es una postura crítica y una manera diferente de experimentar el entorno.
Ante una sociedad que ha asumido que trasladarse en coche es la mejor y única manera de moverse por la ciudad, el hacer los trayectos en bicicleta es visto como algo absurdo, peligroso e innecesario, como muchas veces se observa desde el desconocimiento al feminismo. Pero no es así: andar en bici es ir descubriendo rutas nuevas y tratar de entender las cotidianas, tejer lazos con más personas, ir ganando terreno ciudadano al rodar las calles, observar el mundo con otros ojos.
Por otro lado, si es una mujer la que anda en bici, es doblemente provocador. Una mujer que decide andar las calles en dos ruedas a pesar de los obstáculos que encuentre en ellas, es vista por lo menos como rara. Pero aún más disruptivo es un grupo de mujeres que se organizan, realizan rodadas, se cuidan unas a otras, y celebran el derecho que tienen de la ciudad andando en bici. Para muchas personas, las calles no nos pertenecen a las mujeres para disfrutarlas, sino únicamente para realizar los recorridos necesarios para hacer las tareas que “nos corresponden”, como ir por las y los hijos a la escuela, ir a trabajar o hacer la compra.
Marie Curie, la científica que ganó dos premios Nobel, acostumbraba dar paseos en bicicleta para conocer nuevos paisajes y despejar la mente para recibir nuevas ideas. Así como ella, muchas mujeres han reconocido en este medio de transporte también un medio de empoderamiento, y un medio para recuperar el espacio urbano que nos corresponde, al que tenemos derecho a vivir sin acoso y sin violencia. Por ejemplo, en la película documental Ovarian Psycos, podemos ver la historia de un colectivo de mujeres con enfoque feminista, que deciden formar un grupo ciclista para tomar fuerza y formar vínculos en contra de la violencia que sufrían en un barrio de Los Ángeles.
La activista ciclista chilena Sofía López dice: “La bicicleta más que un fin en sí mismo se convierte en un medio. Una mujer que empieza a andar en bicicleta está más contenta, está más consciente de su espacio público, lo quiere ocupar (…) promueve el empoderamiento, y eso nos permite avanzar en justicia”.
Aunque no todas sepamos, podamos o nos guste andar en bici; existen otras formas de generar empoderamiento y recuperar la ciudad: Caminar, salir en grupo, organizarnos con otras mujeres para luchar por nuestro derecho de circular libres a toda hora y por todo lugar. Así que usemos cada quien su bicicleta, metafórica o literal, para poder conseguir una ciudad más justa, bella y libre.