Tomar las calles

  • Alberto Delgado

Un día como hoy, pero de la semana pasada, volví a usar mi bicicleta. Tal decisión no fue una cosa espontánea, ni una revelación o algo por el estilo. La ciudad estaba hecha un caos. Había bloqueos por todos lados y desplazarse en Xalapa era de verdad una cosa de locos. Así que volví a las calles en calidad de ciclista, y le cuento que ha sido una de las mejores ideas que se me han ocurrido en los últimos años.

Desde el viernes anterior a los bloqueos, sabíamos que esto de la vialidad se iba a descontrolar. Por eso bajé a la cochera de mi casa, le quité el polvo y una colonia de arañas que ya se habían instalado como antorchistas en mi bici y comprobé con horror que más de un año de no utilizarla le había causado serios estragos. Así que la llevé casi arrastrando al taller, y el lunes en la noche puntualmente me la entregaron, hermosa, ligera, esbelta, amarilla.

Desde hace varios años uso la bicicleta como medio de transporte. En Xalapa no es fácil, no lo voy a engañar. El primer enemigo natural que tenemos lo constituyen las subidas, que no son pocas, y casi para llegar a cualquier punto de la ciudad tendremos que sortear una o más. En segundo lugar, la seguridad vial: Nuestras calles están repletas de autos, son angostas y tenemos una cultura vial bien chafa, lo cual complica todo. Sin embargo, le puedo asegurar que los automovilistas no son tan salvajes y si uno anda en bici, pocas son las ocasiones en que se enfrenta a un peligro real. El tercer enemigo, es uno mismo: Que si el casco parece una telera, que si el cansancio, que si se va a infartar uno a medio camino, que si llueve, que si…

Pues bien, el martes a primera hora estaba yo listo para pedalear a mi trabajo. Mi casa se encuentra en la temible Colonia Veracruz, atrás de SEFIPLAN, dependencia que se ha hecho famosa por estar siempre tomada, como algunos buenos amigos míos. Eso quiere decir que se encuentra aproximadamente a 5 km de mi trabajo, que está en el centro. Hay que pedalear por Ruiz Cortines, bajar Ávila Camacho, y en 15 minutos, a veces menos, uno está en el centro de Xalapa. El regreso es lo difícil, porque ahora todo queda de subida (“todo lo que baja tiene que subir” así era, ¿o no?) y es donde la cosa se complica. Al final del día, el resultado fue el siguiente: 20 minutos para llegar al trabajo, 25 minutos en regresar, ningún congestionamiento vial, ni un solo peso gastado en gasolina o transporte público, y, sobre todo, esa sensación de libertad que nos da el pedalear por la ciudad. Pasé por los bloqueos como el bíblico Moisés cuando se abrieron las aguas del Mar Rojo para él. En pocas palabras, amable lector, tomé las calles.

Claro que no todo es miel sobre hojuelas. Después de más de un año de no usar la bicicleta, pues uno debe volver a construir condición física. Como el regreso a casa es pura subida, el primer día  sentí que no lo lograría, y me bajé de la bici con las piernitas temblando; ¿Ha visto cómo un montón de insectos se estrellan en los parabrisas? Bueno, en la bici, el parabrisas es mi cara. Así que me he comido varias mariposas pequeñas y algunos mosquitos; o como cuando llegué al centro a las 9 de la mañana, caminé hasta donde había un evento, y luego otro, y luego otro, y como a las 12 del día me di cuenta que llevaba remangado el pantalón de una sola pierna. Eso no se ve bien. Fuera de eso, todo es felicidad.

Conforme transcurrió la semana, se fue haciendo cada vez más fácil eso de pedalear. Mi récord en esta temporada de uso de la bici es haber hecho 17 minutos de regreso a casa, desde el Parque Juárez. Claro, llegué ligeramente destrozado y como el de la canción “con el corazón (y el hígado) en la mano”, pero estoy seguro que cada vez será menos complicado. La lluvia, al menos esta semana, no ha sido factor para dejar de usar la bici. Durante la noche es el mejor momento para pedalear, aunque es ligeramente más peligroso (aquí debe considerar que si va a usar una bici, es imprescindible que se compre un buen kit de luces, o un chaleco reflejante, porque es probable que los automovilistas no lo vean). La última vez que pasé por Ruiz Cortines en mi bici de noche, hice una escala técnica en los Tacos La Antorcha, que son los mejores de Xalapa. Ahí también pude comprobar otra ventaja de andar en bici: Si antes me cenaba unos cinco tacos, ahora sólo pude comer dos, porque tampoco me iba a arriesgar a no poder pedalear o a que pasara algo asqueroso en el camino; por otro lado, es maravilloso no tener nunca problemas de estacionamiento.

No lo quiero evangelizar ni lo voy a invitar a reunirnos y andar en bici juntos. Para mí, hasta el momento, la bicicleta es un medio de transporte. Y tal vez el mejor. Me da la oportunidad de recorrer la ciudad de una forma muy particular. De llegar a mi trabajo sin sufrir las tensiones del intenso tráfico de la ciudad, y de hacer un poco de ejercicio. Si usted quiere adquirir una bici y tomar las calles, le digo que es algo completamente recomendable. Haga la prueba, ya me contará. Si no se anima y sigue en su coche, me parece muy bien, sólo que si está atorado en el tráfico y de pronto ve un bólido amarillo cruzar a toda velocidad la ciudad y rebasarlo, no le eche encima el auto, porque ¿quién va a escribirle su columna de los lunes?

Lo bueno de: las bicicletas

No le voy a mentir, casi todo es bueno con esto de las bicicletas. Pero claro que siempre hay un espacio para quienes no piensan lo mismo. Mi recomendación musical es esta canción que The Sons of Science hicieron para criticar la moda de andar en bici. Es muy divertida, disfrútela:

Sígame en tuiter (aunque ahora como ando en bici, soy más rápido que usted): @albantro