Sabe, pasan tantas cosas negativas en el entorno que una se olvida de mirar alrededor.
Hace unos días, le cuento, caminando por una de las calles del centro de Xalapa, una mujer caminaba empujando una silla de ruedas; la persona que venía en ella se movía de un lado a otro debido al mal estado de la acera.
Llegaron hasta donde había el declive de una cochera. Se detuvo y esperó a que pasara un hombre para pedirle que le ayudara a cargar la silla y pasar por el desnivel.
El señor con mucho respeto y solidaridad ayudó.
He de decirle que primero me enojé por el mal estado de la banqueta, por la poca....atención que las autoridades municipales prestan a estos detalles; me molesté porque los ciudadanos somos inconscientes y poco solidarios con las personas que son diferentes y construimos espacios para que pasen los autos pero no quienes tienen algún problema físico.
¿Sabe cuántas banquetas están así? ¿Con ese desnivel? ¿Sabe cuántas calles y aceras están quebradas, tienen hoyos y son un peligro para los que no ven o tienen dificultades para caminar? ¡¡Uuff!!
Luego, cuando vi la acción de ese ciudadano anónimo, de su atención, el tomarse unos minutos para apoyar, detenerse cuando iba rumbo a su trabajo, me alegró el día.
Realmente, pienso, cada día hay alguien en nuestro camino que apoya, que se solidariza, que sonríe, que comparte, que cede el paso, que tienen buena alma.
Recordé esa frase que surgió cuando la violencia estaba en todo su esplendor: los buenos somos más y no se trata de una frase de publicidad política, habla de las personas de buen corazón.
Tal vez nos hace falta mirarnos, saludarnos en la calle aunque no nos conozcamos, sonreír, hablar.
Tal vez por eso la corrupción se nos coló por los huecos y nos ganó terreno y hasta nos llevó al baile.
Creo que nos hemos olvidado de que no estamos para competir y ver quién tiene más dinero o qué auto compramos o cuántas veces se hace fiesta.
Tal vez si recuperáramos la convivencia podríamos saber si los hijos andan en malos pasos y podríamos enderezarlos con apoyo, nuestras hijas no serían abusadas o violadas, los hijos no desaparecían a manos de la policia ni de los delincuentes.
Si ponemos atención en la desgracia de los jóvenes de Playa Vicente, fue la solidaridad la que permitió a los padres saber lo que pasaba.
Justo ahora, en medio del desastre que vive Veracruz, podríamos ser buenos vecinos.
Solo basta mirar alrededor y le aseguro que nunca faltará un buen corazón.
Hoy, como se habrá dado cuenta, estoy tranquila, me gustan los héroes anónimos, hay que darles las gracias.
Y no olvidar que debemos exigirles a nuestras autoridades que presten atención, pues para eso se les paga.