8 de marzo: ¿seguimos viajando solas?
- Mujeres Que Saben Latín
Por Yadira Hidalgo
Se acerca el 8 de marzo y de repente hay que salir a decir lo de todos los años porque aún parece no comprenderse: no se trata de una celebración, se trata de una fecha que nos permite recordar los logros alcanzados y recapitular en los enormes pendientes que tenemos para alcanzar la igualdad y plenos derechos para las mujeres.
En marzo no celebramos el ser mujeres, ni las características del concepto de femineidad impuesto a las mujeres en este lado del mundo. La fecha no tiene ese objetivo; y además, ¿cómo vamos a celebrar el ser mujeres, en un mundo en donde está permitido socialmente violentarnos de maneras sutiles o extremistas?
Estos días ha dado la vuelta una noticia sobre la violación y asesinato de dos jóvenes mujeres argentinas que, como muchas veinteañeras, tuvieron la curiosidad, el deseo y el derecho de hacer un viaje por tierras extranjeras, como hacen muchas jóvenes a lo largo y ancho del mundo.
Yo misma, en mis veintes – años 90 - quise hacer lo mismo: tomar mi mochila y emprender a pie o en bicicleta, sola o con un amiga, un viaje por los aún doloridos países centroamericanos. Me detuvo el tiempo, la falta de dinero, el trabajo y otros asuntos pero nunca el miedo, aunque fui educada en el miedo. El miedo me llegó después.
Con la edad y la experiencia comprendí que viajar “sola” implica, para una mujer, echar una moneda al aire. En México aún vemos mujeres europeas o estadounidenses (aunque ha bajado la afluencia) viajando sin la compañía de un varón; lo que no siempre significa viajar sola, pues muchas veces lo hacen en grupos de mujeres. Para las latinas el acceso a este tipo de experiencias ha sido acotado por las creencias de lo que las mujeres deben ser o hacer y por la enorme posibilidad de que te “pase algo”, decían las mamás y las abuelitas.
Y no les falta razón. A quienes les falta razón son a aquellas personas que juzgan a las mujeres a las que “les pasa algo”, tal y como ha sucedido con las dos chicas argentinas, quienes además de ser las víctimas del saludable machismo americano, que permite violar, atacar, golpear y asesinar los cuerpos de las mujeres; ahora resulta que “bueno, pero es que miren… viajaban solas”.
En todo el mundo, porque no hay lugar en el que no ocurran horrores contra las mujeres, la posibilidad de que “nos pase algo” por ejercer nuestra libertad está latente. Y eso sigue siendo una enorme injusticia, pues acota nuestra libertad de acción, de desplazamiento, nuestra libertad al acceso a experiencias enriquecedoras y al uso de nuestro tiempo libre.
Desde que somos pequeñas sabemos que debemos evitar lugares, horarios o situaciones “por nuestro propio bien”. Si alguien no ha visto el sexismo en esto, lo único que hay que ponerse a pensar es que a los hombres no los educan evitando estas mismas cosas. Para las mujeres el miedo a una violación es una realidad, para un varón es una circunstancia. Los varones no crecen con el miedo a ser violados, las mujeres lo escuchamos todo el tiempo.
Una vez le pregunté a un amigo qué se sentía salir a la calle y caminar libremente, sin que nadie te volteara a ver, o se sintiera con la libertad de evaluar tu cuerpo, tu ropa, tu forma de andar por la vida, sin sentir ese miedo intrínseco de pasar en medio de un grupo de varones y acordarte que ¡Ay no! tu escote está muy pronunciado. Me miró con cara de no entender de lo que yo le hablaba; pero como es un hombre progresista, me prometió pensarlo bien y darme pronto una respuesta.
Aún no tengo la respuesta. Lo que sí tengo es mucha impotencia y frustración cuando veo la manera en que las mujeres a las que ese miedo a ser agredidas se les ha vuelto una realidad, son juzgadas y vilipendiadas socialmente por haberse atrevido a ejercer su libertad: “pero es que viajaba sola”, “ella solita se metió a la boca del lobo”, “pero mira cómo se vestía”, “es que ya sabes ella era así, muy coqueta”.
Basta de justificar el machismo y la violencia contra las mujeres. Viajar sola, ser atrevida o coqueta no son delitos. Violar, agredir y matar sí lo son. Concentremos nuestra mirada en eso y exijamos la aplicación de la justicia para quien violente el cuerpo de las mujeres. Este 8 de marzo no celebramos nada. Este 8 de marzo, preguntémonos qué estamos dispuestas y dispuestos a hacer para acabar contra la violencia cotidiana que estremece la vida de las mujeres.