Veracruz, entre la megalomanía y la paranoia del secretario de seguridad pública
- Hilario Barcelata Chávez
En medio de un acto insultante de prepotencia y despilfarro de recursos públicos, se presentó el Secretario de Seguridad Pública del gobierno de Veracruz a su comparecencia ante el Congreso local, haciendo abuso y alarde del poder que da el ser jefe de la policía estatal y autoridad máxima para el manejo de los recursos públicos que el gobierno del estado tiene para proteger a los veracruzanos.
Tal vez afectado por una angustiante paranoia o victima quizás de una terrible megalomanía, o lo que es peor, preso de ambas circunstancias, dispuso de recursos públicos para garantizar sus seguridad personal, olvidando que esos recursos son para velar por la seguridad pública de los veracruzanos.
Desde la noche anterior al evento cerca de ocho cuadras a la redonda del Palacio Legislativo fueron cercadas. Las entradas y salidas de las calles que colindan el edificio del Congreso Legislativo estaban controlados por decenas de policías viales, mientras que se establecieron cercos de seguridad utilizando personal de la secretaría que operaron “retenes” de automóviles que se acercaban a la zona.
Asimismo a la entrada del Congreso del Estado policías del IPAX, custodiaban el ingreso y la circulación al interior del recinto legislativo donde se notaban otros excesos como edecanes, policías vestidos de civil y acarreados para aplaudir al señor secretario, los que colgaban mantas alusivas a sus logros y ponían puestos de comida para las personas que desde las siete de la mañana pasaban lista para entrar al palacio legislativo.
Tal vez fue por soberbia, tal vez le aquejaba un temor descomunal, el caso es que la orden del Secretario de Seguridad Pública fue “tomar” las instalaciones del Poder Legislativo como si el espacio le perteneciera o como si las facultades inherentes a su cargo se lo permitieran ¿para prevenir qué? ¿para proteger a quién? El hecho de que no se presentó ningún atentado a su persona prueba que los temores eran infundados, que el operativo era innecesario y que el gasto fue un desperdicio de recursos.
Cientos de policías, decenas de patrullas y hasta helicópteros fueron utilizados, lo cual es sumamente grave por dos razones. Primero porque disponer de estos recursos representa un gasto injustificable que significa muchos miles de pesos despilfarrados. Un operativo policiaco que tal vez se justificaría si se fuera a desafiar la brutalidad de algún grupo delincuencial, pero en este caso sólo se iba a enfrentar a las preguntas a modo de algunos diputados y las incongruencias de una diputada en estado de embriaguez (“llámenme Lady crudas”).
Segundo, porque estos recursos dejaron de ser utilizados para realizar la tarea que les da razón de ser, es decir la protección y la seguridad pública de los veracruzanos. Si un policía, una patrulla o un helicóptero son utilizados de modo excesivo para calmar las angustias del Secretario de Seguridad Pública se desvían indebidamente recursos que deben servir para calmar las angustias de millones de veracruzanos que viven con el “Jesús en la boca”. Ya quisiera cualquier veracruzano tener ese nivel de protección alrededor de su casa.
¿Por qué cree el Secretario de Seguridad Pública que tiene derecho a utilizar de este modo arbitrario, excesivo e injustificado los recursos públicos que le han sido encomendados?. ¿Por qué el gobernador del estado le permite estos desplantes que debieran de castigarse como grave falta administrativa?
Porque nada justifica esta conducta, ni los buenos resultados que pueda presumirnos, que para eso se le paga, y que en todo caso habría que valorarlos. Tampoco justifica sus excesos la valentía con la que pudiera alardear que enfrenta a la delincuencia, que más le vale que la tenga porque se requiere para el puesto, pero no se remunera de modo extraordinario y menos con esos excesos.
Como sea, hay que señalar dos datos que permiten dimensionar que tanto se ha avanzado en materia de seguridad pública en Veracruz. Uno, Veracruz es uno de los estados de la república en donde el Índice de Confianza en la Policía es de los más bajos del país, apenas de un 47% lo cual lo ubica en el lugar 26º entre los estados de peor situación. Dos, el Índice de percepción de inseguridad es tan alto que ubica al estado en el 9º lugar entre los estados en donde sus ciudadanos se sienten más inseguros.
Entonces, ¿para qué tanto pavoneo y derroche? Si los logros son pocos y los pendientes nos siguen angustiando y con frecuencia nos quitan el sueño.