Para las abogadas en su día

  • Mujeres Que Saben Latín

Por Yadira Hidalgo Glez.

La abogacía ha sido una de esas disciplinas que con el tiempo se ha ido feminizando. Si bien los primeros antecedentes sobre el estudio del Derecho en México datan del año 1551, no fue hasta finales del siglo XIX, que una mujer pudo ser admitida en la Universidad para convertirse en la primera abogada de la que se tenga conocimiento en la historia de nuestro país.

Se trata de María Asunción Sandoval de Zarco, quien en 1898 consiguió titularse en la Escuela Nacional de Jurisprudencia con la tesis “Derechos del hombre como base de la unidad de legislación en el derecho civil”, cuya defensa atrajo el interés de la prensa que hacía hincapié es su corta edad (aproximadamente 22 años), “su agradable presencia y el acierto y precisión de sus respuestas que comprobaban sus profundos conocimientos del Derecho”.

Su tesis fue descrita por algunos abogados asistentes al acto, como una “verdadera pieza jurídica”, y como un reflejo de los conocimientos adquiridos durante sus prácticas estudiantiles, en las que destacaba un juicio en el que María Sandoval había logrado demostrar la inocencia de una mujer acusada de asesinato.

Actualmente en México existen 321 mil abogadas y abogados hasta el primer trimestre del 2014 según la Encuesta Nacional de Ocupación en México. De este total 42% son mujeres y 58% hombres. Entre las entidades federativas que congregan a la mayor población de profesionales del Derecho, se encuentran el Distrito Federal, Jalisco, México, Puebla y nuestro estado de Veracruz.

Por otra parte el estado con mayor número de abogadas es Guanajuato, donde de cada 100 profesionales, 63 son mujeres; y el que menor número de mujeres dedicadas a esta profesión tiene, es Guerrero.

La presencia de las mujeres en la abogacía sigue adquiriendo fuerza y en los tiempos que corren, esta presencia es de suma importancia. Con agrado me encuentro cada vez más abogadas que intentan romper el molde con el mismo espíritu que lo hicieron sus ancestras. Aún no son muchas pero son fuertes. Me refiero a las abogadas que ven en la Perspectiva de Género una herramienta valiosa para su desempeño profesional, así como un respaldo ético que les permite hacer justicia para las mujeres.

Si bien los marcos legales vigentes, no sólo en México, contemplan diversas leyes y reglamentos que salvaguardan jurídicamente los derechos humanos de las mujeres, es bien cierto que vivimos en un sistema misógino que se rehúsa a cambiar y que en esa reticencia pone obstáculos a lo que, en teoría, debería fluir con los tiempos que corren. Pero no es así.

Y es ahí donde entran las pocas, las necias, las aguerridas, las comprometidas que dejan la piel, el sudor y a veces las lágrimas entre un juzgado y otro, que escuchan las risitas apagadas de quienes las ven como locas luchando contra molinos de viento, las que se queman las pestañas leyendo y volviendo a leer los documentos que componen el marco jurídico dentro del cual trabajan y defienden, argumentan y acompañan a las mujeres que se acercan a ellas en busca de respuestas para sus problemáticas.

Están también las que han incidido políticamente para hacer visibles los cambios en las legislaciones internacionales, nacionales y locales. Mujeres enormes como la costarricense Alda Facio, quien además de impulsar esos cambios, difunde y comparte conocimientos que han logrado permear la cuadratura del pensamiento legal para hacer visible que no es suficiente que el principio de igualdad esté enunciado en las constituciones políticas, sino que éste tiene que ser una realidad.

Aún falta mucho camino para que la igualdad que las leyes sustentan para las mujeres sea algo visible y tangible. Pero los pasos se han ido dando y cada vez son más firmes y seguros. Las mujeres hemos salido para educarnos en todos los ámbitos y aunque a veces parezca que la piedra no se mueve, no hay espacio ni voluntad, para dar ningún paso atrás.