Por Sheyla Fuertes Lara
En nuestra sociedad y con la cultura patriarcal que prevalece, si una mujer no se casa o decide no tener hijos, siempre se le cuestiona, no es bien vista y en ocasiones es motivo de burla. Esto se presenta porque en la construcción de género nos han enseñado que lo ideal es que debemos vivir en la compañía de alguien.
El término soledad se populariza durante el Romanticismo del siglo XIX, y se conceptualiza como un evento trágico del amor. Pero aún en el siglo XXI la idea de quedarse solas o solos sigue siendo tema de conflicto, porque prevalece el concepto de un mundo que debe vivirse en parejas. Pareciera que todo se enfoca a que debemos tener a alguien a nuestro lado y que la soledad elegida o no, pesa.
Los medios de comunicación, la escuela, la iglesia, la religión, reproducen estereotipos de parejas y con el apoyo de la publicidad, diversas marcas nos muestran que sólo se está mejor si vivimos en compañía y que el ideal es que debemos encontrar a la “media naranja”. Como si el tener pareja fuera una garantía de no vivir en soledad, cuando es bien sabido que aún con alguien a al lado, una persona puede sentirse en soledad.
Hay personas a las que les aterra la soledad y que si no tienen una pareja, no se sienten bien, quizá es porque no se han planteado el ver la soledad de otra manera. Porque se apodera de ellas un vació que creen que sólo estarán bien en una relación o si contraen matrimonio.
La antropóloga Marcela Lagarde, en su artículo titulado La soledad y a la desolación, explica que la primera es una construcción que se refuerza en lo cotidiano con expresiones de que las mujeres no estamos hechas para estar solas, y se nos enseña a tenerle miedo a nuestra libertad. En cuanto a la desolación, Lagarde dice que es el resultado de una gran pérdida, pero que ésta también podría verse de manera diferente.
Si logramos desaprender esta construcción que hemos creado de la soledad y aprendemos a disfrutar más de nuestros espacios, de nuestro entorno, de lo que hacemos en lo cotidiano, quizá dejaríamos de ver la soledad como sinónimo de vacío, porque la soledad es un espacio necesario que puede ser disfrutable si queremos.
Reflexionemos y dejemos de ver el estar solas o solos como algo terrible. Dediquemos nuestra soledad de pareja a disfrutar más de las amistades, la familia, del trabajo, de lecturas, y así comenzar a ver la soledad de manera distinta.
Y es que cuando nos sentimos en soledad siempre intentamos llenar el espacio con compañía, de igual forma cuando estamos felices, nos impulsa el deseo de manifestarlo, ¡aprendamos a disfrutarlo en soledad!
Hay que desaprender esas formas de ver la vida que sólo nos hacen daño y aprender a verla como una decisión que no nos dejará desoladas, al contrario; si nos reconciliamos con ella, podremos enfrentar nuestro entorno de la mejor manera y aprender a vivir más libres.