La imagen es más que elocuente. Una prueba contundente de la debacle política y moral del Partido de la Revolución Democrática en el estado de Veracruz.

El viernes pasado circuló en medios y redes sociales una fotografía en la que aparecen César del Ángel, líder de la agrupación de desnudistas dizque campesinos denominada Movimiento Nacional de los 400 Pueblos, su “asesor legal” el ex alcalde de Xalapa y ex procurador del estado Reynaldo Escobar Pérez, y el “dirigente” estatal del PRD, Sergio Rodríguez Cortés. Todos muy sonrientes en la oficina de éste último, en la sede del sol azteca en Xalapa.

Días antes, los 400 Pueblos irrumpieron por enésima ocasión en la capital veracruzana para hacer gala de su patético espectáculo de bailar semidesnudos en el centro de la ciudad para exigir que se les “haga justicia”.

Pero esta vez no venían con la bandera de la “represión” de la que según ellos fueron víctimas hace cuatro sexenios. Ni siquiera venían con el cuento de pedir resultados a la “comisión de la verdad” que instalaron durante el gobierno de Fidel Herrera Beltrán, burdo pretexto para ofrecer sus servicios de grupo de choque durante la campaña a la gubernatura en 2010.

Ahora, y la fotografía en cuestión lo explica todo, dirigieron sus diatribas en contra del diputado federal por Xalapa Uriel Flores Aguayo, de quien exigieron una disculpa pública por haberlos llamado, según ellos, “400 cerdos”, lo que el legislador negó categóricamente.

Flores Aguayo ha sido por décadas militante de la izquierda y ganó la elección que lo llevó a San Lázaro con las siglas del PRD. Su contendiente en 2012 fue, ni más ni menos, que Reynaldo Escobar, quien tras dejar vergonzosamente la Procuraduría estatal fue postulado a la diputación por el PRI, perdiendo estrepitosamente con el perredista.

Escobar reapareció públicamente hasta hace poco, cuando se presentó como asesor de los 400 Pueblos y, para dejar constancia de lo que era capaz de hacer, los azuzó para invadir una propiedad de su ex pareja sentimental e instalar ahí la sede de sus oficinas.

A su vez, Uriel Flores y Sergio Rodríguez son enemigos dentro del PRD, ya que el segundo usurpó durante el proceso local electoral de 2013 la presidencia estatal de este instituto político con ayuda del gobierno estatal, razón por la que bajo su dirigencia espuria a este partido se le conoce como el “PRD rojo”.

La intención de la última faramalla de los 400 Pueblos es pues muy evidente: cobrarle a Flores Aguayo facturas por partida doble, la de la derrota de Reynaldo y la de sus ácidas e irónicas críticas a la pantomima de partido de oposición en la que Sergio Rodríguez ha convertido al PRD en Veracruz.

Y hay algo más. Sabiendo que las puertas del PRI las tiene cerradas para buscar ser su candidato nuevamente, Reynaldo Escobar habría entablado una alianza con Sergio Rodríguez para que lo haga abanderado perredista en los comicios de 2015, a cambio de fustigar a su adversario común usando a su nuevo grupo de presión, que en 2010 demostró exactamente para lo que sirve y por lo que lo siguen manteniendo desde el poder.

Una prueba más de que la izquierda partidista está muerta en Veracruz. Lo que vemos ahora es a un miserable zombie, un muerto viviente que va dejando sus despojos en su camino en lo que le dan el tiro de gracia.

Foro Cívico

El pasado miércoles se presentó oficialmente la agrupación Foro Cívico Plural, de la cual un servidor público forma parte junto con académicos, líderes políticos y activistas sociales.

Su propósito central es “ayudar a que la sociedad participe en la elaboración de la Agenda de Reconstrucción de las Instituciones Públicas de Veracruz”. O dicho de otra forma, generar un espacio de reflexión para hacer propuestas, desde la diversidad de opiniones y planteamientos ideológicos, sobre el futuro del estado y lo que cada quién considera que falta por hacer.

Participar en espacios de discusión plural enriquece el debate democrático y eso es lo que, personalmente, me animó a formar parte de esta agrupación. Ni cargos, ni “huesos” están en mi horizonte. Ésos se los dejo a quienes por un plato de croquetas bailan –y escriben– al son que les ordenan sus amos para traicionar a quienes llamaron amigos alguna vez.

Arrieros somos.

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