Xalapa: bloqueada y maltratada
Como capital de Veracruz, somos sede de los poderes públicos estatales y las delegaciones federales, lo cual nos da un carácter burocrático y político singular. De manera natural llegan personas y comisiones ciudadanas a gestionar múltiples asuntos oficiales, pero también vienen en son de protesta quienes organizados optan por la denuncia y la presión para hacerse oír o ser atendidos. Casi todos los días hay manifestaciones en nuestra ciudad, principalmente en el centro, siendo mas recurrentes las que bloquean calles; estamos ante una especie de cultura del bloqueo de personas y vehículos. Obstruir la vialidad en una ciudad como Xalapa, con severos problemas de tráfico vehicular y con una topografía tan accidentada, es generar caos y molestias sin fin a sus habitantes; aquí las afectaciones son mayores. Al respecto se está dando un debate y reflexión que merece mayor amplitud y salidas concretas y efectivas, sobre todo de una definición de las autoridades involucradas y los líderes de las organizaciones o grupos que realizan este tipo de presiones.
No se discute el derecho de reunión y la libre manifestación, no se cuestionan la causa de esas acciones, se critica el acto de bloquear por sus efectos nocivos en la población. Cualquier derecho tiene como límite el interés de terceros, colectivos y generales; no se puede reivindicar algo a favor de unos cuantos y lesionar, a la vez, los intereses de la inmensa mayoría. Un bloqueo de calles es un acto de presión mal dirigido, supuestamente para llamar la atención de las autoridades, pero que afecta directamente a la población. No se perjudica a los funcionarios, ellos se ausentan de su espacio de trabajo o despachan en oficinas alternas cuando saben que hay manifestaciones; los de mayor jerarquía utilizan helicópteros aun. Los únicos afectados son las personas que se ven en una situación difícil ante algún bloqueo; los grupos que vienen y nos obstruyen, regresan a sus lugares de origen inmediatamente, no se percatan de los daños que dejan atrás, para ellos fue un momento; para los Xalapeños es un suplicio porque lo padecen casi todos los días. No comprende una señora del Dique, un niño de la Esc. Rébsamen, un locatario del Jáuregui o un bolero del Parque Juárez, entre miles, que tiene que ver con un despido laboral en Tlapacoyan, con los choferes de AU, con un puente en Isla o con las despensas de Teocelo; ni sabemos, ni entendemos, ni tenemos responsabilidad alguna; no habría que estar pagando en nuestra movilidad cotidiana.
El bloqueo de calles, especialmente el centro, ha vacunado a la ciudadanía sobre este tipo de manifestaciones, devaluándolas
Se requiere un consenso social para cuestionar y detener los bloqueos de nuestras calles, no darles justificaciones y que tengan una sanción moral y administrativa; hay que trabajar para que se vea mal, anormal, ese tipo de acciones; que no se vuelvan anécdotas, que reciban una fuerte desaprobación social. Ha
Los Xalapeños no debemos soportar las extorsiones de lidercillos demagogos ni la negligencia oficial, hagamos saberles nuestra postura de condena y exigencia, que les cueste políticamente
Recadito: Tan corrupto el poder judicial de allá como el de acá.